Sábado, 30 de diciembre de 2006 | Hoy
Horas después de recuperar la capital con el apoyo de tropas de Etiopía, el primer ministro somalí decretó la ley marcial y empezó a negociar el desarme de los clanes de Mogadiscio.
Por Ramón Lobo *
Desde Madrid
El primer ministro del gobierno provisional de Somalia, Alí Gedi, entró ayer en Mogadiscio protegido por un convoy militar etíope de 22 vehículos, muchos de ellos artillados. La gente se alineó en la calle para verlo pasar. Gedi, que ha decretado la ley marcial durante tres meses, negocia con los alrededor de 50 jefes de los clanes de la capital las condiciones y la composición de la administración. Estos quieren cambiar las armas por puestos en el gobierno.
Mogadiscio está inundada de armas ligeras. Antes de abandonar la capital, en la mañana del jueves, los islamistas abrieron los arsenales y las repartieron a miles entre la población. La prioridad del gobierno provisional somalí y del ejército etíope que lo apoya es recuperarlas lo antes posible. De ello depende su propia seguridad y la posibilidad de reconstruir un Estado. El primer ministro fue muy claro al respecto: “No podemos perder esta oportunidad”, dijo a su llegada al aeropuerto protegido por carros de combate etíopes. La ocasión de que habla Gedi es, según explican fuentes humanitarias, que la gente de la capital se ha acostumbrado a la paz en los seis meses de gobierno islamista y no quiere perderla.
No todo Mogadiscio recibió con entusiasmo a los vencedores. En el sur hubo curiosidad por ver el despliegue militar de los extranjeros; en el norte, cientos de manifestantes salieron a la calle para lanzar piedras a los etíopes. La mayoría de los incidentes de ayer en Mogadiscio están relacionados con el exceso de armamento en la calle y en manos de niños –a uno le explotó una granada de mano; otro disparó con una pistola sobre otro niño, etcétera–. El gobierno de Addis Abeba también quiere moverse rápido para estabilizar la situación en Mogadiscio, porque el tiempo corre en su contra: hasta que empiecen a considerarlos tropas de ocupación y se afiance una resistencia. Gedi, que no cuenta con ejército sino sólo con las milicias de los señores de la guerra, laico, debe el rápido colapso islamista al apoyo de Addis Abeba. El premier no quiere plazos, ni prisas. “Las tropas etíopes se quedarán todo el tiempo que sea necesario”, afirmó.
“Estábamos luchando por nuestra supervivencia política, pero con voluntad y el apoyo del pueblo ahora somos los vencedores. La mayoría de las fuerzas islamistas han sido destruidas por nuestras fuerzas. Los tribunales islámicos ya no existen”, dijo Gedi a su llegada. Tras dar las gracias al gobierno y al pueblo de Etiopía, Gedi aseguró que la victoria se obtuvo por los dos países y sus dos gobiernos. “Esta victoria (...) abre el camino a un nuevo futuro para nosotros con el fin de impedir intentos de terrorismo en Somalia y repeler la expansión del terrorismo en toda Africa”, afirmó. Preguntado por un periodista sobre hasta cuándo pensaba quedarse, el primer ministro respondió: “Me quedaré para siempre. Esta es la capital del país”.
La segunda clave, además de negociar la incautación de las armas de la capital con los jefes de los clanes, que se presenta complicada, son los mismos islamistas. ¿Qué van a hacer? ¿Reagruparse en el sur? ¿Atacar? ¿Esperar a que se vayan las tropas extranjeras? ¿Huir? El ejército etíope persigue a la gran columna islamista que abandonó Mogadiscio en la mañana del jueves. “En la columna viajan entre 3 mil y 5 mil milicianos. Entre ellos puede haber unos mil extranjeros, entre eritreos (enemigos de Etiopía) y árabes”, asegura una fuente occidental desde Nairobi que habló por teléfono con colaboradores locales en Somalia.
“Los islamistas están cruzando el río Jubba. No se sabe cuáles son sus intenciones. Si se van a parapetar en Kismayo, que no es una ciudad muy grande, entrar en el parque nacional que hay allí y hacerse fuertes en él o tratar de huir por barco, carretera o avión”, añade. La costa del sur de Somalia está patrullada desde hace años por barcos de guerra estadounidenses, que deben prevenir los ataques piratas, frecuentes en esa zona, o un eventual atentado terrorista contra su flota –como el ocurrido contra el Cole en el puerto de Adén, en octubre de 2000, que costó la vida a 17 marineros–. “También hay militares estadounidenses en Kenia, cerca de la frontera con Somalia. Es una zona boscosa y muy verde. Los norteamericanos pueden tener la oportunidad de vengar el Black Hawk derribado. Allí pueden pasar muchas cosas sin que nadie se entere”, añade la fuente de Nairobi.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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