Jueves, 1 de marzo de 2007 | Hoy
Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, cuenta los motivos por los que se lanzó a la arena política. Es la candidata a la presidencia de Guatemala por el centroizquierda.
Por Maite Rico *
Desde Madrid
Rigoberta Menchú, dirigente indígena de Guatemala y Premio Nobel de la Paz, ha optado, a sus 48 años, por “tirarse al agua”. Así describe su decisión de presentarse a las elecciones presidenciales de septiembre, al frente de un colectivo maya y en alianza con el Partido Encuentro por Guatemala (PEG, izquierda). Hacía tiempo que Menchú le daba vueltas a la idea de gobernar un conflictivo país que hace diez años puso fin a una guerra civil de tres décadas y que vive castigado por el crimen organizado. La activista recogió el martes en Madrid el premio anual del Club de las 25, un grupo de mujeres profesionales de diversos ámbitos.
–¿Por qué da el salto a la política ahora?
–Porque queremos ejercer un derecho que los pueblos indígenas y muchas mujeres no hemos alcanzado en Guatemala: el derecho a ser elegidos. Y porque hay una gran desesperanza. Las últimas encuestas indicaban que la mitad de los empadronados pretendía no votar. Muchas personas están desengañadas de los partidos tradicionales. Finalmente, es un deseo del conjunto del liderazgo maya agrupado en Winaq, nuestro movimiento. Nos dijimos: hoy es hoy, si no nos lanzamos, nunca agarraremos experiencia.
–¿No teme que meterse en el avispero político de Guatemala pueda quemar su imagen?
–Es una decisión muy fuerte que tomamos con mi esposo. Las encuestas indican que tengo el 75 por ciento de simpatía popular como personalidad, y me imagino que, como política, esto va a cambiar muchísimo. Pero hay que preguntarse para qué sirve una personalidad solemne, si debe estar en una vitrina y dar una imagen, pero que no resuelve nada. Me lo exige la gente y no quisiera quedarme al margen. No tenemos nada que perder, sino ganar: contribuir a la democracia guatemalteca. Cuando uno va madurando quisiera dejar algo, quisiera iniciar procesos. Estamos abriendo una brecha.
–¿Se considera candidata de izquierda o candidata étnica?
–No hay que poner camisas de fuerza a nuestro movimiento, porque puede que me cobren facturas que no son mías, y lo más importante es contribuir al proceso democrático. Somos una alianza de diversos dirigentes de los pueblos indígenas, abierta a cualquier guatemalteco que tenga como principio la democracia, la honradez, el respeto.
–Su candidatura ha despertado simpatías, pero también recelo. Algunos sectores la acusan de haber estado vinculada con la antigua guerrilla, otros se sienten asustados por su apoyo a Fidel Castro o sus críticas a la economía de mercado. ¿Qué mensaje les ofrece?
–Nos urge crear un modelo intercultural basado en la inclusión. Nuestra candidatura es un termómetro para medir hasta dónde el sufrimiento del conflicto armado sigue vigente en la población, para ver si hemos abandonado los pensamientos radicales de racismo, de fascismo, de extremos. Queremos ser la referencia de una juventud que no es izquierda ni derecha ni vivió la guerra. Nos toca escuchar.
–En Guatemala no se ha dado el voto étnico. De hecho, el general Efraín Ríos Montt, al que usted ha demandado por genocidio, ha ganado tradicionalmente en zonas mayas. ¿Podrá unir el voto indígena?
–Hay que ser realista. En Guatemala hay gente a mi favor y gente en contra. Y no sólo gente indígena a favor, sino también poblaciones indígenas en contra. También mantengo una estrecha relación con muchos sectores no indígenas. Sería una equivocación leer mi candidatura en términos excluyentes. Estoy con la gente más sufrida y más humilde, la gente que sueña con una vida digna. Tenemos que responder a eso. Sería inconcebible que Rigoberta Menchú no vaya a escuchar a las comunidades, a incrementar el nivel de vida, a dar trabajo, pero sobre todo a dar una esperanza de futuro. La violencia nos tiene arrodillados.
–Y eso a pesar de las cuantiosas ayudas recibidas para reformar las fuerzas de seguridad. ¿Qué se puede hacer?
–Estamos revisando las propuestas para una agenda mínima, pero le diré que lo más duro de Guatemala es que el crimen organizado, la corrupción, el narcotráfico constituyen fuerzas incrustadas dentro del Estado. Son como Estados dentro del Estado. Tendrán que buscarse medidas con el apoyo internacional y luchar enérgicamente contra la impunidad, pero también hay que abordar la dimensión social, las oportunidades de trabajo. Si no, ninguna cárcel va a aguantar este nivel de violencia. No son cambios que puedan hacerse en un período de gobierno.
–Usted critica el libre mercado y la globalización, pero Guatemala es una potencia agroexportadora. ¿Cuál es su proyecto?
–La economía guatemalteca es muy estable. Guatemala no es un país pobre, pero sí empobrecido, y eso tiene mucho que ver con la falta de conciencia social. Hay una brecha extraordinaria entre ricos y pobres. Todo eso tiene que abordarse en una agenda mínima. Hay que estar abiertos a alianzas y a la inclusión.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.