Sábado, 2 de febrero de 2008 | Hoy
El negociador del presidente no quiere recrear la alianza de centroizquierda y ahora apuesta a pactar con Berlusconi.
Por María Laura Carpineta
El presidente del Senado y encargado de formar un gobierno de transición Franco Marini dijo ayer que existe una pequeña esperanza, pero el panorama es cada vez más negro para la izquierda italiana.
La esperanza –y por eso es muy pequeña– es que Silvio Berlusconi y su partido Forza Italia acepten convivir en un mismo gobierno, al menos durante unos meses. Fuentes del gobierno italiano confiaron a Página/12, que ya se descartó la posibilidad de un mandato de un año, como quería el presidente Giorgio Napolitano para discutir y aprobar una reforma política profunda. “Ya no es viable. Ahora sólo podemos aspirar a un gobierno de dos o tres meses para cambiar la ley electoral”, dijo un funcionario italiano que pidió mantener el anonimato.
La determinación de Marini de no repetir la experiencia del primer ministro saliente Romano Prodi lo llevó a hacer todavía más difícil su tarea. Hace apenas unos días se especulaba que el dirigente democristiano buscaría robar cinco o seis votos del centroderecha. Esto le daba la mayoría, apretada pero suficiente, para convocar a un gobierno de transición. Pero Marini, un ex líder sindical con cientos de horas de negociación encima, demostró ser más cauto de lo que todos pensaban. “O toda la dirigencia italiana llega a un acuerdo o vamos a elecciones”, les dijo el hombre de Napolitano a los legisladores que desfilaron por su despacho esta semana.
Para los italianos que siguieron los titulares de los últimos días la idea de un gobierno de transición que incluya tanto a Berlusconi como a Veltroni es más adecuada para una novela que para un análisis político. Sin embargo, un asesor cercano a Il Cavalieri –al que dirigentes del centroizquierda calificaron de “sensato” y “moderado”– está negociando día y noche con Marini. “Están intentando convencer a Berlusconi de que si vamos a elecciones con la ley electoral actual, él va a tener los mismos problemas que tuvo Prodi”, explicó un legislador italiano, que prefirió no dar su nombre hasta que terminen las negociaciones.
Marini se permitió ayer un lapsus de optimismo porque sabe que a las dos grandes coaliciones les conviene cambiar la ley electoral. En sus últimos meses de gobierno, Berlusconi aprobó una modificación que hacía casi imposible las candidaturas por fuera de las grandes coaliciones y les daba un poder sobredimensionado a los pequeños partidos, los mismos que la semana pasada decidieron la caída del gobierno. Para empezar, las listas de los candidatos son cerradas y los electores sólo pueden elegir a una alianza o a un partido independiente. Pero estos últimos la tienen más difícil.
En la Cámara de Representantes, una fuerza independiente debe superar el 4 por ciento para obtener alguna banca, mientras que si la misma fuerza es parte de una coalición, el umbral es sólo del 2 por ciento. En el Senado, epicentro de la polarización política, el desequilibrio es todavía mayor. Los independientes deben alcanzar el 8 por ciento y los aliados de los partidos mayores sólo un 3 por ciento.
Esto obliga a crear coaliciones que van desde los demócrata-cristianos hasta los comunistas anticlericales, o desde los neofascistas a los católicos moderados. A la larga, estos coloridos collages tienden al fracaso, especialmente en la izquierda, donde por tradición el debate no es un derecho sino una obligación, como le recordaron en más de una ocasión los comunistas italianos a Prodi.
Walter Veltroni, el favorito para tomar las riendas de un eventual gobierno de centroizquierda, parece haber aprendido esa lección. En vez de repetir una alianza con la izquierda dura, se inclina más por ir solo o armar algo con el centroderecha, según confiaron algunos de sus correligionarios a este diario. Su fuerza de centro es la más importante dentro de la Unión, la alianza de centroizquierda que llevó al poder a Prodi en 2006.
Si Marini fracasa y no hay coalición entre el centro y izquierda o entre el centro y el centroderecha para hacerle fuerza a Berlusconi, Il Cavalieri se quedará con el gobierno y con una cómoda mayoría.
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