EL MUNDO › LAS INSTRUCCIONES DE CAMPAÑA PARA NOVIEMBRE
Cómo vender una guerra falsa
Por Enric González
Desde Washington
Cuando Andrew Card, el muy influyente jefe de Gabinete de la Casa Blanca, volvió a Washington tras pasar casi todas las vacaciones con George W. Bush en el rancho de Texas, un periodista le preguntó por qué el debate sobre la guerra había sido tan errático hasta entonces y por qué a principios de setiembre el presidente había decidido que invadir Irak era la máxima prioridad del mundo. La respuesta fue concisa: “Porque, desde un punto de vista de marketing, uno no presenta nuevos productos en agosto”.
Matthew Dowd, el especialista en encuestas electorales de la Casa Blanca, fue muy claro durante una cena con dirigentes republicanos: “La principal motivación de nuestras bases debe ser esta guerra”. Lo más rotundo, sin embargo, no se dijo en público. Se escribió en unos disquetes de computadora preparados por el estratega político de Bush, el discreto y omnipotente Karl Rove. Los disquetes debían ser enviados a los comités republicanos esparcidos por todo el territorio estadounidense, pero alguien olvidó un ejemplar en un parque de Washington. El objeto llegó de inmediato a manos de los demócratas y la prensa. El titular con que Rove encabezaba sus consejos para miles de candidatos conservadores era inequívoco: “Concéntrense en la guerra”.
No resulta extraño, pues, que los jefes de filas del partido, el presidente George W. Bush y el vicepresidente Dick Cheney utilicen con profusión la guerra y el espantajo de Saddam Hussein en sus actos electorales. Los estadounidenses tienen mucho miedo, y no ha costado nada convencerlos de que cualquiera que objete a la guerra contra Irak, o que prefiera hablar de otros asuntos, es poco menos que un traidor. “Ignorar esas amenazas equivale a reforzarlas, y cuando se hayan concretado por completo será demasiado tarde para protegernos. Para entonces, el dictador iraquí tendrá medios para aterrorizar y dominar toda la región. Cada día que pasa puede ser el día en el que el régimen iraquí entrega a sus aliados terroristas ántrax, o gas nervioso, o eventualmente un arma nuclear”. Esta frase fue pronunciada ayer por Bush.
¿Quién puede pararse a pensar, mientras suena el tictac de la cuenta atrás de la guerra, en el aumento del déficit y del desempleo, en las malas perspectivas de la asistencia sanitaria a los jubilados, o en las connivencias de la Casa Blanca con los empresarios corruptos de Enron? La amenaza iraquí, exagerada hasta el delirio, funciona estupendamente para George W. Bush y su partido. El miedo ha acabado con la campaña electoral, transformada en campaña militar.
* De El País de Madrid, especial para Página/12).