ESPECTáCULOS
“El rock no tiene un lugar para mí”
Bill Bruford es uno de los grandes bateristas de la historia del rock. Yes, Genesis y King Crimson lo tuvieron como integrante. “Las cosas cambiaron”, dice, y hoy toca en Buenos Aires al fente de un grupo de jazz.
Por Diego Fischerman
A fines de los ‘60, Bill Bruford aparecía como uno de los pocos cruzados (junto a Ginger Baker, del trío Cream) en una lucha desigual: la demostración de que, en el rock, la batería admitía buena técnica, sorpresas, subdivisiones rítmicas inesperadas y sutilezas en los matices. Tal vez por eso, su potencia elegante transitó por tres de los grupos más importantes de la historia: Yes, Genesis y King Crimson. Ya a fines de la década siguiente, sin embargo, su nombre apareció asociado a proyectos jazzísticos (por ejemplo, un extraordinario grupo que incluía al guitarrista Allan Holdsworth, que venía de Soft Machine, y al trompetista Kenny Wheeler). Y ahora, en su segunda visita a Buenos Aires –la primera fue, precisamente, junto a King Crimson–, Bruford llega con una propuesta ligada al jazz. Hoy a las 22 actuará en el Teatro Opera junto a su grupo Earthworks, conformado en esta ocasión por el notable saxofonista Tim Garland, Steve Hamilton en piano y Mark Hodgson en bajo.
“Lo que hago es jazz, simplemente”, afirma Bruford por teléfono desde su casa de campo, a unos 60 km de Londres. “Esa es la música con la que he crecido y siempre pensé que iba a ser un baterista de jazz. Lo que sucedió es que en el ‘68, cuando empecé en Londres, eran tiempos muy excitantes y me involucré en la música que en ese momento estaban haciendo muchos colegas. Y luego tuve la suerte de participar de grandes proyectos como Yes o Crimson. He estado tocando esa música por 35 años y siempre he disfrutado de ella. Pero el rock ha cambiado mucho desde aquellos comienzos y yo pienso que hoy ya no tiene lugar para un músico como yo. Por eso digo que, en realidad, en los últimos veinte años he estado buscando mi camino de regreso al jazz. Empecé con un grupo de jazz junto a Alan Hollworsth y Jeff Berlin, después tuve un dúo de improvisación junto al pianista Patrick Moraz (que también fue integrante de Yes) a mediados de los ‘80 y, unos pocos años después, comencé con Earthworks.”
Su recuerdo de las presentaciones con King Crimson en esta ciudad son intensos: “Tocamos en un club pequeño primero y luego pasamos a un teatro grande, donde hicimos varios conciertos. Finalmente nos quedamos varias semanas. Fue realmente grandioso”. Remarca, sin embargo, que esta vez no hará nada que tenga que ver con el rock aunque, asegura, “nadie saldrá defraudado”. En ese sentido, une una bastante infrecuente humildad con una conciencia muy clara de su lugar en el cuadro de honor de los bateristas. “Yo sé que mi trabajo ha sido apreciado y reconocido a lo largo de estos treinta años y estoy muy agradecido por ello, pero para mí siempre es un día más de trabajo en el sentido de que estoy siempre tratando de contribuir a la música y disfrutar de tocar mi instrumento. Esa es la clave del éxito. Para mantenerse en esta industria se debe disfrutar del trabajo y poder tocar con las más altas posibilidades expresivas que estén al alcance. Esa es la obligación de un músico, para eso nos pagan. Yo me pienso como músico, y, como tal, trato de no hacer las cosas pensando en el reconocimiento posterior. Trato de disfrutarlas cuando las hago.”
La supuesta dicotomía entre los mundos musicales del jazz y el rock aparece una y otra vez en la charla. Bruford señala, no obstante, que en los orígenes esos mundos estaban mucho más cerca. De hecho, muchos de los músicos de jazz, en Inglaterra, se incluyeron en grupos de blues primero y de rock más adelante. Las referencias, por otra parte, venían necesariamente del jazz. “El rock todavía no existía, se estaba inventando. Así que los músicos que admirábamos como instrumentistas eran músicos de jazz. Yo crecí escuchando a los grandes bateristas del género. Amaba y aún amo a Max Roach por su economía de estilo y su sentido melódico, a Joe Morello, del Dave Brubeck Quartet, por su sentido del tempo, por la significación del tempo en su aproximación al arte, y a Art Blakey por su fantástico sonido. Esa es mi escuela.”