Viernes, 29 de julio de 2011 | Hoy
EL MUNDO › HUMALA SE ALIO CON MODERADOS
Por Carlos Noriega
El Ollanta Humala que asumió ayer la presidencia del Perú es un Humala bastante más moderado que el ex comandante nacionalista de discurso radical que irrumpió sorpresivamente en el escenario político en las elecciones de 2006. Ese año, Humala ganó la primera vuelta, aunque perdería en el ballottage con Alan García. Pese a esa derrota, Humala comenzó entonces a construir el camino que lo ha llevado al poder. En ese camino fue moderando su discurso y sus propuestas. Su primer mensaje como presidente fue cauto, conciliador, excepto por su choque con el fujimorismo al jurar por la Constitución de 1979 y no por la vigente Constitución fujimorista de 1993.
A los 49 años, Ollanta Humala ha llegado a la presidencia al frente de la coalición Gana Perú, que reúne al Partido Nacionalista fundado por el propio Humala en 2005 y pequeños partidos de izquierda y organizaciones sociales. Casado con Nadine Heredia, graduada en Ciencias de la Comunicación, Ollanta Humala tiene tres pequeños hijos, dos mujeres y un hombre. Su esposa es también secretaria de Relaciones Internacionales del Partido Nacionalista, sobre el cual Humala tiene control absoluto.
Hijo de un viejo militante comunista, Ollanta fue bautizado con ese nombre en homenaje a un mítico general inca. Su padre ha confesado que lo incentivó a meterse al ejército porque consideraba que ésa era la mejor vía para llegar al poder. Ollanta Humala era un militar desconocido hasta que se alzó contra la dictadura fujimorista en octubre de 2000, cuando el régimen de Alberto Fujimori agonizaba en medio de denuncias de corrupción y protestas populares. Humala se levantó al mando de su tropa en el alejado cuartel de Locumba, cerca de la frontera con Chile, exigiendo la renuncia de Fujimori. Inició una marcha por los pelados cerros andinos de la zona. Lo acompañaba su hermano Antauro, entonces oficial del ejército en retiro. Fue una revolución en la que no se disparó un solo tiro, pero que tuvo una amplia cobertura mediática y lanzó a Ollanta Humala a la fama.
Menos de un mes después de su levantamiento, Fujimori huyó a Japón. Humala depuso su levantamiento y fue detenido. El gobierno de transición democrática de Valentín Paniagua lo indultó y reincorporó al ejército. El presidente Alejandro Toledo lo veía como una figura incómoda en las fuerzas armadas y lo envió al extranjero. Fue agregado militar en Francia y Corea del Sur y en diciembre de 2004 fue pasado a retiro.
El 1º de enero de 2005, su hermano Antauro asaltó una comisaría en la empobrecida ciudad andina de Andahuaylas, exigiendo la renuncia del presidente Toledo. Desde Corea del Sur, Ollanta envió un mensaje radial apoyando a su hermano y también exigió la renuncia de Toledo. En ese entonces, nadie imaginaba que Ollanta y Toledo terminarían siendo aliados políticos, como lo son ahora. La aventura terminó con cuatro policías muertos y Antauro preso. Ollanta tomó distancias de su hermano, que ha sido condenado a 19 años. El nuevo presidente peruano ha asegurado que no indultará a su hermano.
Ese episodio y las denuncias en su contra de haber violado los derechos humanos cuando como oficial del ejército combatió contra la guerrilla –cargos de los cuales ha sido absuelto por el Poder Judicial– han sido las principales acusaciones que le han lanzado sus rivales. Pero eso no afectó su popularidad, especialmente entre los más pobres y excluidos.
A diferencia de las elecciones de 2006, esta vez Humala optó por hacer una alianza con otras fuerzas políticas. Y moderó su discurso de cambio radical. Esa moderación se hizo más evidente luego de la primera vuelta, que ganó con 31,7 por ciento. Humala se corrió al centro y se acercó al ex presidente Alejandro Toledo. Eso le permitió ganar el respaldo de liberales como el escritor Mario Vargas Llosa. También se distanció del presidente venezolano Hugo Chávez, de quien estuvo muy cerca en las elecciones de 2006, para acercarse a Lula.
Luego de derrotar a Keiko Fujimori en la segunda vuelta, ha continuado su proceso de moderación y ha nombrado un gabinete con fuerte presencia empresarial y ha entregado el manejo de la economía a tecnócratas neoliberales. En su discurso de toma de mando ya no habló de un cambio sustancial del modelo económico neoliberal, sino de aprovechar el crecimiento económico dentro del modelo para aumentar el financiamiento de los programas sociales.
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