EL MUNDO › QUé HUBO DETRáS DEL INCIDENTE CON EL AVIóN PRESIDENCIAL DE EVO MORALES

Vasallos y demoradores

Por Oscar Laborde *

Injerencia imperial

La retención del presidente Evo Morales en el aeropuerto de Viena no es un hecho casual, ni un error, sino una clara advertencia para los gobiernos y los pueblos del mundo que enfrentan políticas imperiales y, en particular, para aquellos que se atreven a desclasificar documentos e información que pone en evidencia la propia estrategia de espionaje de las mismas.

Ayer fue Julian Assange, editor de Wikileaks. Hoy es Edward Snowden, integrante de la Agencia de Seguridad Nacional. Si con el primero se transparentaron cables que recolectaban información y opiniones sobre dirigentes y situaciones en todo el mundo, con el segundo quedó al descubierto el funcionamiento de una agencia, gestada en los años ’50, y que con un presupuesto anual de millones de dólares realiza tareas de espionaje que no sólo involucran a gobiernos enfrentados a las políticas del gobierno estadounidense o declarados “hostiles”, sino que investigan a los propios aliados.

La revelación del diario alemán Der Spiegel, sobre documentos confidenciales recogidos por las revelaciones de Snowden, señalan que Estados Unidos pincha cada mes 500 millones de llamadas, mensajes de texto y correos electrónicos en Alemania, y sus servicios de Inteligencia han clasificado a su mayor aliado del continente europeo al mismo nivel que China.

Existe una estrategia mundial en este sentido que es absolutamente funcional y fundacional de los planes de desestabilización que se han vivido en Asia, Africa y también en nuestro continente.

La República Bolivariana de Venezuela, el gobierno ecuatoriano o el Estado Plurinacional de Bolivia, entre otras naciones, hasta el propio Foro de San Pablo han venido denunciado la injerencia imperial en la región y cómo la misma contiene elementos que caracterizan a los llamados “golpes suaves”, donde se entrecruzan campañas mediáticas de las grandes corporaciones de la información con acciones de desabastecimiento, financiamiento a ONG y actividades de distintas agencias extranjeras.

Todo ello ya no puede atribuirse a una frondosa imaginación ni a la formulación de teorías conspirativas; es claro que hay una intencionalidad, una ofensiva por contrarrestar todos los avances y logros que se han conseguido, especialmente en Sudamérica, y frenar los procesos de integración regional y de distribución de la riqueza.

Son premonitorias las palabras de Evo Morales en marzo de 2012, cuando, en la misma Viena que por estas horas ha sido el escenario de su “secuestro” como expresara su vicepresidente Alvaro García Lineras, dijo: “Los países antiimperialistas de América latina somos acusados de terroristas, autoritarios y de narcotraficantes (...), no hay Consejo de Seguridad en las Naciones Unidas, creo que es un Consejo de inseguridad, por eso hay que empezar a democratizar las Naciones Unidas, tengo profundas diferencias si hablamos de la vida”.

Aquí esta centrado el debate y la importancia que organismos como la Unasur, la Celac y el Mercosur tienen. Sepamos, entonces, reconocer nuestras contradicciones secundarias y encuadrar debidamente algunas diferencias. La Patria Grande enfrenta uno de sus mayores desafíos y debemos estar a la altura de las circunstancias.

* Dirigente del Frente Transversal Nacional y Popular. Presidente del Centro de Estudios del Sur.


Por Atilio A. Boron *

Simples sirvientes del imperio

La detención y, en los hechos, el secuestro sufrido por Evo Morales durante 14 horas en Viena en su accidentado viaje de regreso desde Moscú demuestra claramente que los gobiernos europeos, y las clases dominantes a las cuales éstos representan y en cuyos intereses actúan, son simples sirvientes del imperio. Toda su hueca fraseología sobre democracia, derechos humanos y libertades se derrumba como un castillo de naipes ante la contundencia de la prohibición que le impedía al presidente boliviano sobrevolar el espacio aéreo de algunos países europeos. Por supuesto, nada de esto debiera sorprendernos, porque si de algo han dado prueba los sucesivos gobiernos de Europa desde finales de la Segunda Guerra Mundial ha sido su irresistible vocación por arrodillarse ante el nuevo amo imperial y satisfacer sus menores deseos, aun a costa de su dignidad y su vergüenza. No todos los gobiernos ni todo el tiempo, es cierto, porque hubo algunas excepciones: De Gaulle en Francia, Olof Palme en Suecia, entre los más notables, pero sí la gran mayoría de ellos. Obedecen ciegamente las órdenes de la Casa Blanca para condenar a Cuba y participar en el criminal bloqueo a que han sometido a la isla por más de cincuenta años; consintieron que Estados Unidos y la OTAN, la mayor organización terrorista internacional, bombardease impunemente el propio territorio europeo, la ex Yugoslavia, sin contar siquiera con el paraguas legal de una decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas autorizando esa operación; autorizaron y fueron también cómplices de los vuelos “secretos” de la CIA, en los que trasladaban “detenidos fantasma” (o desaparecidos) de numerosas nacionalidades hacia las cárceles clandestinas donde se podía torturar y asesinar con total impunidad a estos supuestos sospechosos de terrorismo; gobernantes, por último, cómplices de los innumerables crímenes de guerra perpetrados por Washington en locaciones tan diversas como la ex Yugoslavia, Irak, Irán, Afganistán, Libia y Siria, entre los más recientes.

Gobiernos genuflexos, sin dignidad alguna, que aceptan resignadamente que su amo y señor los espíe y que monitoree las comunicaciones de sus órganos regionales, como la Comisión Europea, mientras persiguen a Julian Assange y Edward Snowden por el “delito” de haber hecho públicas las masivas violaciones de Estados Unidos a los derechos individuales. En una palabra: la Casa Blanca actúa con esos gobiernos europeos como un siniestro e inescrupuloso patrón lo hace con sus indefensos subordinados. Y los gobiernos de Francia, España, Portugal e Italia, a su vez, actúan como la puta de Babilonia, que según narra la Biblia en el Apocalipsis (2.17) “con ella fornicaron los reyes de la tierra –léase los “capos” de Washington– y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su prostitución”.

Por enésima vez esos gobiernos volvieron a prostituirse violando las normas internacionales consuetudinarias que otorgan inmunidad a los jefes de Estado y de Gobierno y a las aeronaves (o cualquier otro vehículo) que los transporte. La Convención de Naciones Unidas sobre Inmunidades de los Estados y sus Bienes, de 2004, recoge estas normas y las amplía, pero desgraciadamente aún no está en vigencia. Sería por ello importante que la Argentina y demás Estados de Unasur la ratifiquen cuanto antes e impulsen su entrada en vigencia, dado que protege las inmunidades soberanas, cada vez más amenazadas por la desenfrenada contraofensiva lanzada por el imperialismo para regresar América latina y el Caribe a la situación existente antes de la Revolución Cubana. Aunque, ya se sabe, si hay algo que el imperialismo jamás respeta, como lo prueba la historia y lo teoriza Noam Chomsky, es la legalidad internacional, sea ésta codificada o no.

Los presidentes de Argentina, Cuba, Ecuador, Venezuela, el secretario general de la Unasur, Alí Rodríguez y, ¡stupor mundi!, el mismísimo secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, manifestaron su repudio ante la actitud de los gobiernos europeos. El presidente Correa sintetizó la opinión prevaleciente en toda la región cuando tuiteó que “¡Todos somos Bolivia!”. Sorprendió, en cambio, la lenta reacción de otros países de la región, empezando por Brasil (la presidenta Dilma Rousseff ¡demoró catorce horas en manifestar su solidaridad con Evo!) o el Uruguay, cuyo gobierno tardó unas doce horas en hacer público su condena a lo ocurrido.

Previsiblemente, los gobiernos que son los “proxis” regionales del imperio en Sudamérica, como Colombia, Perú y Chile, hasta el cierre de esta nota no habían emitido opinión. En Chile, el periódico El Mercurio, consumado especialista en las malas artes de la desinformación, tituló el secuestro a que fuera sometido el presidente boliviano como una “impasse”. En el caso del Perú, país que ejerce la Presidencia pro témpore de la Unasur, sorprendió aún más la pasividad de su gobierno, que ante la gravedad de los hechos acaecidos en Europa debió haber convocado de inmediato una reunión de urgencia para adoptar una política común en defensa del presidente boliviano y, por extensión, de toda América latina. No sólo no lo hizo, sino que el presidente Ollanta Humala desistió de participar en la cumbre de Cochabamba o de enviar a un emisario en su nombre, con lo cual se debilita la gravitación de la Unasur, sobre todo si se tiene en cuenta que tampoco participarán en ella la presidenta Dilma Rousseff y sus pares de Colombia y Chile.

La lección que se desprende de este escandaloso incidente es que no tiene sentido alguno avanzar en un tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, habida cuenta de la complicidad de los gobiernos del Viejo Continente para quebrar las normas más elementales del derecho internacional. ¿O es que vamos a creer que si violan sin chistar reglas fundamentales ante la menor señal de Washington van a respetar las otras, mucho menos importantes, que regulan el comercio internacional? Habría que ser muy ingenuos para creer en algo así. La verdad: ni en Estados Unidos ni en la Unión Europea existe la “seguridad jurídica” que con tanta vehemencia reclaman de nuestros países. Por lo tanto, reforcemos la unidad de Nuestra América porque si no nos integramos y nos unimos, si no nos defendemos entre nosotros, la Roma americana y sus compinches europeos se cebarán en su impunidad y mientras cantan loas al libre comercio harán lo que genialmente anticipaba hace casi dos siglos Simón Bolívar, cuando decía que “los Estados Unidos parecen predestinados por la providencia a plagar de miserias a las Américas en nombre de la libertad”.

* Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

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