Viernes, 25 de marzo de 2016 | Hoy
Por Darío Pignotti
Dilma repasa las recientes protestas multitudinarias de la oposición y el oficialismo, algo menores, pero en las que ambas partes mostraron su capacidad de movilización. Acepta que hubo multitudes pero que aún así los movilizados no llegaron ni al “2 por ciento de la población total” brasileña. Una de las curiosidades del alzamiento neocon es que en las protestas contra el gobierno también se hostiliza a la mayoría de la dirigencia partidaria opositora. En el acto más concurrido, realizado el 13 de marzo cuando hubo 500 mil personas en San Pablo, la concurrencia enardecida, mayoritariamente blanca y de clase media, además de exigir la caída de Dilma Rousseff, no permitió que hablen Aécio Neves y Geraldo Alckmin, dos “presidenciables” del opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).
El único personaje vivado en la Avenida Paulista, centro de San Pablo, fue el publicitado juez Sergio Moro quien presume de llevar adelante en Brasil un proceso similar al Mani Pulite italiano, de los años ‘90.
El jurista Wadih Damous opina que Moro en realidad busca la implosión del sistema político para proyectarse él mismo como un “salvador de la patria al estilo del Silvio Berlusconi que emergió con la caída del modelo político italiano de la post guerra”.
Tras hacer un repaso al “clima de las calles y lo que dicen las calles” Dilma parece aceptar que impera un empate maldito entre las fuerzas democráticas y las destituyentes, lo cual prolonga la incertidumbre. Sugiere que una forma de romper ese impasse sería una negociación sin chantajes con una oposición radicalizada.
“¿Cuál es la solución que defendemos?, defendemos que se abra el diálogo, pero ese pacto no puede ser realizado por afuera de la cultura democrática, tiene que ser hecho dentro del marco democrático. ¿Qué quiere decir esto?, que no puede haber más intentos de impeachment infundados. En ese pacto hay que discutir cuál es la salida democrática de la crisis. ¿Vamos a discutir cambios en el sistema político? ¿Vamos a combinar el (actual) presidencialismo con parlamentarismo?. Estamos dispuestos a discutir el problema que es la cantidad de partidos que tenemos, creo que catorce o más, y yo creo que deberíamos tener hasta cinco.”
“Acaso la cosa más grave de esta crisis es esa desconfianza en la política, que es estimulada por la oposición plantándose un clima de caos y después se crea un salvador de la patria. Esta es una solución autoritaria y trágica”.
Son cerca de las 12.30, Dilma cierra la entrevista con un “hasta aquí llegamos, no hay más preguntas” y se traslada hasta la salida de su despacho. “Les abro la puerta porque esa es una costumbre que tenemos acá, cuando el dueño de casa la abre los convidados van a volver.”
En medio de los saludos de despedida este diario le pregunta “¿Usted habló del fantasma de la antipolítica, Brasil corre el riesgo de que surja un Donald Trump o un Silvio Berlusconi?”.
“Ay querido no me hagas esa pregunta, yo no puedo como presidenta hablar de lo que pasa en otros países...pero puedo pensar en esas cosas...y las pienso...cuando termine mi mandato le contesto lo que realmente pienso.”
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