EL MUNDO › POR RODOLFO H. TERRAGNO.

El sitiador sitiado

Cuando Venezuela entró en crisis, se discutió si la crisis era económica o política.
Por supuesto, era económica. Cuando Venezuela nadaba en petrodólares, los partidos eran fuertes. Cuando el petróleo cayó de 35 a 11 y las autoridades venezolanas trataron de compensar el desastre devaluando el bolívar, los partidos fueron tragados por el torbellino.
Fue allí cuando se descubrió la “crisis de representatividad” y el “fracaso de la clase política”. Fue allí cuando surgió, como salvador, Hugo Chávez. Que, por cierto, no tenía la menor idea sobre cómo promover el desarrollo económico de Venezuela.
En América latina, las crisis económicas profundas, transformadas en crisis políticas, en los últimos años derivaron en situaciones de escepticismo colectivo, de las cuales emergieron los fujimori y los chávez.
Demagogos, autoritarios e ignorantes, estos redentores –que venían a higienizar el Estado– dieron lugar a nuevos dramas. La crisis política, originalmente efecto de la económica, se tradujo en problemas económicos nuevos. Es lo que se conoce como retroalimentación.
Ahora, en Venezuela, empresarios, obreros y ONGs se han unido. Es contra ellos que disparó la Guardia Nacional, mientras Chávez –que alguna vez quiso derrocar y asesinar a Carlos Andrés Pérez– se atrincheraba en algún lugar para defenderse de quienes querrían colgarlo.

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