Jueves, 24 de marzo de 2011 | Hoy
EL MUNDO › EL SERIO PROBLEMA DE LA OPOSICIóN A KHADAFI EN EL CAMPO DE BATALLA
Ni los ataques de los aliados, que significan en términos tácticos la completa superioridad aérea, lograron que los opositores organizaran una ofensiva. La división en el comando y los ministros que ni siquiera se hablan.
Por Kim Sengupta *
Desde Benghazi
La característica constante del conflicto en Libia es la ineptitud mostrada por la principal fuerza rebelde. Una y otra vez, fracasó y no logró aprovecharse de la debilidad de las tropas de Muammar Khadafi.
El ejemplo más flagrante es el de la oportunidad ofrecida por los ataques aéreos realizados por el occidente, que destruyeron los tanques del régimen y la artillería que estaba en las afueras de Benghazi. Tras los bombardeos, los soldados tuvieron que emprender una terrorífica retirada hacia la próxima ciudad, Ajdabiya. En vez de presionar y tratar de recuperar Ajdabiya, los combatientes rebeldes se quedaron fotografiándose con las ruinas o saqueando todo lo que había quedado intacto en los camiones con provisiones. Más tarde, intentaron un desganado ataque que pudo ser fácilmente repelido por las fuerzas del régimen.
Se suponía que los bombardeos de los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña servirían para destruir a las fuerzas del régimen y para galvanizar a las filas rebeldes. Pero extraordinariamente parece que tuvo el efecto inverso. Los opositores se replegaron en las últimas 48 horas. No hay señales de ningún liderazgo en la capital de la oposición, Benghazi. Allí, la administración provisional, con el premio del reconocimiento internacional al alcance de la mano, dio rienda suelta a las rivalidades internas. Mahmoud Jibril, un ex funcionario económico, parece haber recuperado terreno en la disputa con el ex ministro de Justicia Mustafá Abdel Jalil, que encabeza el opositor Consejo Nacional Libio de Transición (CNLT). Jibril estuvo liderando el comité de crisis que se encarga de los asuntos militares y exteriores, que no parece ofrecer grandes esperanzas de mejoras radicales en el desarrollo de la guerra.
Las potencias occidentales están ahora ante cuatro opciones. Pueden seguir bombardeando a las tropas leales hasta que se queden sin defensas, enviar tropas terrestres, entrenar a los rebeldes o darles armas modernas y de mayor alcance. La última opción es la que los opositores vienen pidiendo, pero que no parece ser la elegida. En lo que va del conflicto, los rebeldes malgastaron la artillería celebrando con tiros al aire victorias que no eran tales. Desperdiciaron armas al usar cargas que no eran las apropiadas, chocaron un par de tanques y dispararon contra sus propios aviones. Las calles de Benghazi y de otras localidades de la “Libia Libre” aún tienen posters que dicen: “No a la intervención extranjera. Los libios pueden hacerlo solos”. Pasó el tiempo y la oposición se vio forzada a pedir ataques aéreos y ahora está aceptando ser entrenada.
Las operaciones de los rebeldes se vieron socavadas por la ausencia de comando y control. El lunes, dos hombres que estaban parados a un par de metros, el “capitán” Jalal Idrisi y el “mayor” Adil Hassi, decían estar a cargo de los combatientes que supuestamente estaban atacando Ajdabiya. Un leve avance rápidamente terminó siendo un repliegue caótico. El mayor Hassi dijo que el despropósito de avanzar había sido una idea del capitán Idrisi. ¿Por qué no mantuvieron contacto? “No tenemos equipos de comunicaciones”, respondió. Pero el capitán estaba parado allá nomás, le señalaron los periodistas. “Yo no le hablo”, agregó el mayor Hassi.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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