Sábado, 29 de julio de 2006 | Hoy
EL MUNDO › UN CAMBIO DE IMAGEN PARA EL CAUDILLO APRISTA
Por C. N.
Con lentes para leer y una pose más reposada, el Alan García que asumió el poder ayer se veía bastante diferente de aquel joven de 36 años que llegó a la presidencia hace 21 años. Su mensaje también fue muy diferente. Sin la energía vital y con menos histrionismo, el García de ayer estuvo muy lejos del García contestatario y de gesto retador de entonces. Esta vez, su objetivo principal parecía ser tranquilizar y contentar a aquellos sectores económicos y políticos a los que el otro García atacaba con dureza. Y parece haberlo conseguido, porque si a alguien logró convencer y contentar ayer con su mensaje fue a la derecha, a los empresarios y a los organismos financieros, que por medio de sus voceros elogiaron el discurso del nuevo presidente peruano. Los que lo elogian hoy son los mismos que en 1990 lo despidieron con insultos cuando se iba del poder. Hoy le dan la bienvenida con aplausos.
Antes de ir al Congreso para convertirse en presidente por segunda vez, García salió caminando de la Cancillería y sorpresivamente ingresó a una iglesia ubicada a pocos metros. Fue a rezar y dar gracias a Dios por, según asegura, darle una oportunidad de reivindicarse ante los peruanos luego de su desastroso primer gobierno. Es que el García de ahora se ha convertido en un devoto católico, al menos eso aparenta en público, que no para de dar gracias a Dios en cada ocasión que habla de su victoria electoral. Tal vez, ese ferviente catolicismo tenga que ver en su sorpresivo acercamiento al Opus Dei.
El discurso reposado de ayer no se pareció en nada a aquel mensaje encendido de 1985. “En su juventud García soñaba con ser un gran reformador social y eso fue lo que quiso hacer en su primer gobierno, pero fracasó. Ese fracaso lo ha dejado traumado y todos estos años ha vivido con ese trauma. Ahora ya no quiere ser el gran reformador del país, sino simplemente un administrador eficiente del Estado. Ese su gran cambio”, le señaló a Página/12 el analista político Carlos Reyna. “Cuando asumió el gobierno en 1985, García era como un audaz cantante metalero, hoy ha regresado convertido en un Frank Sinatra”, señala Reyna.
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