Miércoles, 2 de agosto de 2006 | Hoy
EL MUNDO › ENTREVISTA AL DIPUTADO DOV JENIN
La del diputado judío Dov Jenin es una de las pocas voces que se escuchan en el Estado de Israel que se opone a la ofensiva. Aquí hace un inventario del daño causado y critica a su gobierno por no haber forjado alianzas en la región.
Por Sergio Rotbart
Desde Tel Aviv
“La guerra sólo fortalecerá a Hezbolá”, dice Dov Jenin, diputado judío del Frente Democrático por la Paz y la Igualdad (Hadash), una fuerza de izquierda árabe-judía. Jenin se autodefine como “patriota israelí que cree que el futuro de mi pueblo no se consigue mediante la destrucción de los pueblos vecinos sino con el esfuerzo de llegar al diálogo, la paz y la vida en conjunto”.
–Su crítica a la guerra no se dirige solamente a cómo está siendo desarrollada, o a su “desproporcionalidad”, sino que se expresa a través de una oposición ideológica a los postulados que la justifican. ¿Puede explicar su postura?
–Sí, yo pienso que la segunda guerra del Líbano, exactamente con la primera, es un paso que nos conducirá a pésimos resultados. Esta guerra, en principio, no es capaz de conseguir ningún resultado positivo. No conseguirá la liberación de los soldados israelíes secuestrados, que fue la causa primera por la que Israel salió a la guerra. Está claro, como lo estuvo desde un principio, que la única vía para lograr su regreso a casa será la negociación. Hablan de la eliminación de las Katyushas, pero la verdad es que hoy todos reconocen que no es posible eliminarlas por medios militares sino que es un objetivo cuyo logro exige un acuerdo. Hablan de la eliminación de Hezbolá: esta guerra sólo lo fortalecerá. De hecho, la primera guerra del Líbano provocó la creación de la organización proiraní, que no existía antes de la guerra. Y esta segunda guerra lo convertirá en la fuerza hegemónica en el Líbano. Ya estamos viendo su gran fortalecimiento. Le recuerdo que antes de la actual guerra se hablaba en el Líbano del desarme de Hezbolá y el único motivo por el cual no se logró fue la discusión en torno de las granjas de Sheeba (a los pies del Golán). Yo sostuve que Israel no tenía ninguna necesidad de retener esa pequeña porción de territorio carente de importancia y que la renuncia a éste pudo haber colaborado al desarme de Hezbolá. Pero no tomaron ese camino sino el contrario, una opción que es parte inseparable de la concepción ideológica del gobierno de Ehud Olmert. Ella se resume en el slogan “no hay partner”, desechar la negociación política con los factores moderados en el mundo árabe y en el mundo palestino, como el presidente de la Autoridad Palestina (AP), Abu Mazen. Cuando no se promueve durante tanto tiempo la opción política, el resultado será finalmente la explosión militar. Esta guerra conduce a Israel a una catástrofe, y cuanto más se prolongue, la catástrofe será más profunda e irreparable. Por otro lado, esta guerra está muy vinculada con el interés norteamericano de organizar un nuevo orden en el Medio Oriente. Yo me opongo a que paguemos con sangre israelí la cuenta que los norteamericanos les quieren cobrar a los regímenes y a las fuerzas que no obedecen sus imposiciones.
–¿Cómo explica lo que sucedió en el poblado libanés de Qana?
–Fue una matanza terrible de personas inocentes, y totalmente previsible. Cuando se imparten instrucciones según las cuales no hay que considerar –y está permitido atacar también– a la población en cuyo seno se encuentran los milicianos de Hezbolá, el resultado será el tipo de tragedia que ocurrió en Qana. Tampoco es la primera vez que esto ocurre en el mismo poblado, ya pasó allí en el pasado y también fue tan terrible y previsible.
–En 1996, la muerte de 100 refugiados provocó el alto al fuego casi inmediato y el fin de la operación “Viñas de Ira” del ejército israelí. Ahora, el cese de fuego aún no se vislumbra. ¿Qué ha cambiado?
–En 1996, la administración norteamericana de Bill Clinton, ante la presión internacional, dio marcha atrás y retiró su apoyo al operativo israelí. Hoy nos debatimos con la administración de Bush, cuya estrategia política consiste en dirigir el mundo mediante la fuerza en muchos lugares, incluidos Israel y el Líbano. En nuestro caso, el gran problema es que los israelíes pagan con su sangre, junto con la sangre de los libaneses y los palestinos, por la voluntad y el interés del gobierno de Bush.
–¿Cuál sería la alternativa para enfrentar la amenaza violenta de los regímenes y los grupos islámicos fundamentalistas?
–La alternativa no es la guerra. La guerra es el camino más seguro para fortalecer el extremismo dentro del mundo árabe. Para fortalecer a los moderados en el mundo árabe hay que tomar el camino contrario. Hay que hacer un cese de fuego ahora, iniciar inmediatamente negociaciones diplomáticas en todos los frentes, en el Norte, el Oriente y el Sur, con el objetivo de alcanzar un acuerdo de paz integral en nuestra zona, pues sólo una paz integral será una paz verdadera. Ello implica iniciar el diálogo con el Líbano, Siria y, por supuesto, con los palestinos. En los últimos dos años hubo muchos indicios por parte de Siria que, primero Sharon y luego Olmert, optaron por ignorar sólo porque los norteamericanos les impartieron instrucciones para no tomarlos en cuenta. La paz integral debe basarse en la conversión de la Línea Verde, es decir los límites previos a la guerra de 1967, en la frontera de una paz verdadera. Se trata de algo posible dado que es la única vía que todavía no ha sido transitada. Se han probado todos los demás caminos: la gran anexión, ahora probaron la vía de la pequeña anexión. Con la retirada unilateral de Gaza, Ariel Sharon hizo todo lo posible para debilitar a Abu Mazen y, de este modo, permitió que Hamas realizara su campaña electoral en Gaza y Cisjordania bajo la consigna “Tres años de lucha armada derrotaron a quince años de negociaciones”. Sharon hizo todo lo posible para ayudar a Hamas en su campaña. Ahora, el gobierno de Olmert hace todo lo posible para fortalecer a Hezbolá y jugar a su favor.
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