EL MUNDO › COMO ES EL REY DE MARRUECOS QUE ORDENO INVADIR
Mohammed VI, gran libertador
Por G.T.
Desde Madrid
Mientras sus tropas ocupaban ayer una islita española, el rey Mohammed VI de Marruecos preparaba lujosos festejos con miles de invitados para festejar su reciente matrimonio. El rey, de 39 años, que ascendió al trono tras la muerte de su padre el rey Hassan II hace tres años, ha limpiado y adornado con flores la capital Rabat para tres días de fiestas y bailes. Un pueblito de carpas de lujo ha sido erigido a lo largo de las costas del río Bouregreg, donde 300 parejas de todo el país se casarán en honor del matrimonio del propio rey con una ingeniera de computación, Salma Bennani. Ayer amnistió a 8400 presos comunes y redujo las sentencias de otros 42.200.
El rey, previamente conocido por su afición al esquí, puede haber estado ocupado con sus planes de boda, pero la decisión de invadir la Isla de Perejil no pudo haberse tomado sin su consentimiento. Pese a tener un Parlamento democráticamente electo, Marruecos todavía está regida de hecho por el rey y sus asesores reales en su palacio principal de Rabat. El primer ministro, que actualmente es el veterano socialista Abderrahmane Youssoufi, y los ministros clave son nombrados directamente por el rey, a quien se considera un descendiente directo del profeta Mahoma, y es la principal autoridad religiosa del país.
La llegada al trono de Mohammed VI fue recibida por su pueblo con entusiasmo y alivio. Prometió modernizar el país, barriendo con el sistema implacable y semifeudal de su padre y volviéndolo un lugar adecuado para los millones de jóvenes cuyo sueño es emigrar a Europa. Pronto se lo apodó “el rey de los pobres” y fue conocido popularmente como M6. Para el asombro de la gente, se lo veía manejando su propio automóvil e incluso pagando de su bolsillo las comidas en los restaurantes. Cuando dispersó el harén de 50 mujeres armado por su padre y permitió a la prensa fotografiar a su futura esposa, muchos pensaron que se trataba de una auténtica revolución. Pero las promesas de cambio no se han cumplido. Todavía se presiona a los periodistas. Los activistas de derechos humanos dicen que los hombres fuertes de su padre siguen en funciones. La policía reprime brutalmente las protestas. Y las promesas de cambios a la moudwana, la cruel legislación que gobierna los derechos de las mujeres, tampoco se han cumplido.
El rey, considerado por Occidente como un aliado, habría sido tratado tan mal por su propio padre como para dejarlo sin ninguna capacidad o interés en el gobierno. Los críticos afirman que a veces se apoderan de él ataques de rabia que derivan en decisiones políticas extrañas, como la decisión de retirar a su embajador en Madrid. “Al permitir que se evapore la esperanza que inspiró, el rey corre el riesgo de perder su trono”, advirtió Jean-Pierre Tuquoi, un periodista de Le Monde, en una biografía reciente.