EL PAíS
La abstención, una vieja costumbre en Santiago
Así lo señala un estudio que sostiene que, desde 1995, los santiagueños han batido records de abstencionismo. El hecho está vinculado a los sectores más postergados de la sociedad.
El 43,10 por ciento de los santiagueños no fue a votar el último domingo, aunque eso no quiere decir –como muchos pueden suponer o, incluso, afirman– que se hayan quedado en sus casas para manifestar de esa manera su apatía o su rechazo a los candidatos y a la dirigencia política en general. Basta repasar los datos de los comicios anteriores a los del pasado fin de semana para descubrir que Santiago del Estero es la provincia con menor promedio de concurrencia electoral del país y que, si bien en esta oportunidad el nivel de ausentismo fue mayor, no desentonó con lo que viene ocurriendo en los últimos años en ese distrito. De hecho, ése fue el análisis que realizó el consultor Artemio López y concluyó que lo que expresa el crecimiento del ausentismo es, en todo caso, “una caída en la eficacia del aparato clientelar del gobierno provincial con respecto de sus niveles anteriores”.
La primera conclusión del estudio efectuado por el titular de la consultora Equis es que en lo que hace al grado de participación las elecciones en las que el actual gobernador santiagueño, Carlos Díaz, obtuvo su reelección con el 68,2 por ciento de los votos “repiten un comportamiento tradicional del electorado provincial desde el año 1995”. Desde entonces, en las elecciones no ejecutivas se han venido registrando tasas de ausentismo superiores al 40 por ciento, mientras que el ausentismo en las presidenciales se mantiene desde el ‘83 en el orden del 30 por ciento (ver cuadro uno).
En el marco de un análisis más fino, la investigación de Equis demuestra que las tasas de no concurrencia del último domingo que superaron el promedio provincial se registraron en los departamentos con mayores índices de pobreza estructural, de necesidades básicas insatisfechas y menor densidad poblacional. “Es en estos departamentos –dicen las conclusiones del estudio–, donde el justicialismo supera la media electoral de la provincia y normalmente el aparato clientelístico del gobierno provincial es el que induce a la concurrencia y su mayor o menor eficacia para construir clientela es la que modela el caudal de votantes.”
Santiago del Estero es, justamente, terreno fértil para el clientelismo político. Los actuales indicadores socioeconómicos de la provincia reflejan que el 60,2 por ciento de la población –o sea 520 mil santiagueños– vive por debajo de la línea de pobreza. El 27,8 por ciento es directamente indigente (ver cuadro dos).
El informe de Equis sobre el nivel de participación en las últimas elecciones remarca que, por el contrario, en los departamentos urbanos como la capital santiagueña y La Banda la situación es diferente: allí los niveles de ausentismo del pasado fin de semana fueron los históricos y están por debajo de la media del distrito.
López subrayó que “sería un error conceptual asociar mecánicamente el ausentismo santiagueño al reciente fenómeno de abstencionismo protesta de octubre de 2001, el famoso Km 501 o ver en él un sucedáneo provincial del voto bronca”. El titular de Equis explicó que “todas esas manifestaciones de rechazo electoral son propias de población de bajo nivel de pobreza estructural combinada con crecientes niveles de pobreza por ingresos y residente en núcleos urbanos de alta densidad poblacional”. Y para reforzar su afirmación, agregó: “Nada de esto funciona en una provincia donde en octubre de 2001, en el ojo de la bronca ciudadana, mientras la media nacional de votos nulos, blancos e impugnados fue del 27 por ciento, Santiago del Estero clavó un módico 5,4 por ciento.”