Domingo, 11 de mayo de 2008 | Hoy
EL PAíS › GARZON PRESENTO UN LIBRO Y RECONOCIO A FAMILIARES Y VICTIMAS DE LA DICTADURA
El magistrado español estuvo en la Feria del Libro para presentar El alma de los verdugos, un texto sobre los represores que escribió junto al periodista Vicente Romero. Lo acompañaron los organismos de derechos humanos.
“Hoy está en manos de la Justicia argentina conseguir cerrar el cerco contra la impunidad... o fracasar”, sostuvo ayer el juez español Baltasar Garzón en Buenos Aires, ante una sala llena que en las primeras filas del público reunía a muchos familiares de las víctimas de la dictadura. Garzón pasó por la Feria del Libro como parte de una visita relámpago al país para presentar El alma de los verdugos, un trabajo sobre los represores argentinos escrito junto al periodista Vicente Romero. Habló de los procesos que permitieron desarrollar, desde Madrid, el principio de justicia universal y contó algunos entretelones personales de lo que llamó su oficio de ser juez.
La presentación del libro se hizo con un panel. Garzón y Romero fueron presentados por el periodista Horacio Verbitsky y el juez Carlos Rozanski, presidente del tribunal oral que condenó a Miguel Etchecolatz. Distendido, Garzón usó un tono de entrecasa con el público argentino. “Tenía dudas de si escribir en un campo que me resultaba resbaladizo iba a producir un buen resultado”, confesó. Y contó que una vez terminado el trabajo, que se inició con un documental para Televisión Española, se lo mostró a su hija Aurora, de 17 años, “porque quería saber si podría llegar a los que nunca habían tenido relación con esa realidad, los chavales jóvenes”.
El juez habló de los años en que España decidió abrir las puertas a las demandas de justicia de los organismos de derechos humanos argentinos. “Había un panorama muy complicado, porque no sabíamos cómo podía terminar el proceso; pero teníamos que correr el riesgo si queríamos el cambio”,. Recordó que las audiencias en las que recibió el testimonio de las Madres y Abuelas fueron para él muy duras; “tuvimos que interrumpirlas varias veces porque había en juego emociones muy fuertes”. Y aseguró que los juicios no hubieran avanzado sin el trabajo del abogado Carlos Slepoy como representante de los familiares, ya que inicialmente la fiscalía se opuso a impulsar las acusaciones.
Para el magistrado, la condena que finalmente se obtuvo contra Adolfo Scilingo y la detención de Augusto Pinochet en Londres fueron puntos claves en el cambio. “Hoy podemos decir que la idea de la justicia universal es suficientemente fuerte y enérgica para no caer en la desesperanza”. Pero advirtió que a su criterio “tampoco es la solución. La solución la tenemos que buscar cada uno dentro de los propios países, con acciones continuas”.
Chicha Mariani y Cecilia Viñas, de Abuelas, los abogados Slepoy y Alejo Ramos Padilla, Adolfo Pérez Esquivel, el ex fiscal Julio César Strassera, los militares por la democracia Horacio Ballester y Augusto Rattembach fueron algunos de los que estuvieron entre el público. También se acercaron a la presentación algunos funcionarios y políticos, como el senador Daniel Filmus y el legislador porteño Diego Kravetz.
Verbitsky señaló que los juicios que impulsó Garzón fueron decisivos para la Argentina. “Primero permitieron mantener abiertos los Juicios por la Verdad, que el gobierno de entonces quería cerrar, y luego fueron fundamentales para impulsar la derogación de las leyes de impunidad”, destacó el presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Garzón tuvo un especial reconocimiento hacia los familiares y las víctimas de la dictadura que declararon en los juicios: “Ellas me ayudaron a entender la condición de juez.”
Antes del cierre, Garzón y Romero debieron enfrentarse al título de su libro: ¿Qué hay en el alma de los verdugos? El periodista dijo descreer de que tuvieran alma; “aunque hay que reconocer que son seres humanos, y que no son enfermos”. Garzón dijo que hay cosas para las que no tiene respuesta: “Sabemos cuándo, sabemos dónde, sabemos de qué forma, pero la razón final por la que una persona se degrada hasta límites insospechados es imposible de determinar.”
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