EL PAíS › EL DOCUMENTO DE LA ASAMBLEA EPISCOPAL

Apenas dos carillas

Quienes esperaban conclusiones contundentes quedaron desilusionados: los obispos repitieron lo ya dicho, o menos. Cuando salió el tema de Storni, se distrajeron.

 Por Washington Uranga

Después cuatro días de deliberaciones en asamblea extraordinaria, los obispos católicos concluyeron ofreciendo a la sociedad un documento de apenas dos carillas que repite los mismos conceptos que el Episcopado ha venido reiterando en sus últimos pronunciamientos, sin avanzar en otras proposiciones. Allí también se ratifica la decisión episcopal de seguir apoyando al Diálogo Argentino en “una etapa nueva y distinta” cuya característica será “que todos los ciudadanos, sin excepción, se sientan llamados a participar de manera entusiasta y decidida en la reconstrucción de la sociedad”. En el documento queda clara la decisión de la jerarquía de apartarse del centro de la escena para dejar este espacio “a los laicos que cumplirán el importante papel que les corresponde”.
En torno de la reunión que culminó ayer en Pilar se habían generado expectativas sobre cuál sería la novedad del aporte de la Iglesia. Pero el texto del documento y las declaraciones de los protagonistas no arrojan mayor luz sobre cuál será el curso de acción eclesiástico de aquí en más o cuáles podrían ser otras aristas de la labor de la jerarquía. Tampoco concreta la misión que se les confía a los laicos más allá de “extender el diálogo a cada rincón del país”, de profundizar la tarea de las Mesas de Diálogo Sectoriales y “las iniciativas en el campo de la solidaridad”. Los obispos se comprometen a “ayudar a todos” y “animar, alentar e iluminar este camino”.
De esto se puede extraer que después de haber impulsado con decisión desde comienzos del año el Diálogo Argentino, los obispos —o parte de ellos— sienten que la herramienta no fue suficiente para alcanzar los objetivos de consenso y gobernabilidad en la transición. Consideran, sin embargo, que el esfuerzo no está agotado aún y que pueden explorarse otros caminos que, de acuerdo a los diálogos privados que se tuvieron en los últimos días, podrían pasar por la incorporación de nuevos actores (por ejemplo, representantes de otros cultos y más organizaciones de la sociedad civil) y por la “nacionalización” del Diálogo, propiciando la participación ciudadana desde las provincias, los municipios y las organizaciones de base. Estas podrían ser las características de lo que el Episcopado llama “nueva etapa” del Diálogo, que ya no contará con la jerarquía como actor de primer plano. Los obispos tienen mucho temor de quedar entrampados en medio de la furia de los enfrentamientos electorales y perder allí la cuota que prestigio que conservan.
En cuanto al diagnóstico que se hace de la situación del país, el texto episcopal no aporta muchas novedades a lo ya señalado. “Debemos pasar del deseo de ser Nación a construir la Nación que queremos”, dicen, pero para ello “es necesario buscar los medios para que todos los ciudadanos del país determinen por consenso la Nación que queremos ser”, agregan. Y advierten que “esto exige realizar reformas fundamentales en muchos órdenes de la vida político-social. Si no se llevan adelante las reformas que pide la sociedad, estaremos amenazados de caer en peores frustraciones”.
En conferencia de prensa al terminar la asamblea, el vicepresidente primero del Episcopado Eduardo Mirás, arzobispo de Rosario, se lamentó que “las elecciones se hayan convertido en el horizonte casi único de la vida política del país” y pidió a los dirigentes que “se pongan a pensar en los grandes y graves problemas del país y encuentren cuatro o cinco puntos en los cuales es necesario, urgentemente, que la Argentina se ponga de acuerdo para arrancar y poder salir de este momento tan difícil”. Con esto, el arzobispo puso de manifiesto la agenda oculta de los obispos, que en los últimos tiempos se empeñaron en comprometer a toda la dirigencia política, más allá de diferencias partidarias, en un acuerdo de gobernabilidad con pocos ejes fundamentales. Parte de la decepción que hoymuestran algunos miembros del Episcopado frente a los magros resultados del Diálogo tienen que ver con no haber alcanzado este propósito.
En otra parte de su declaración los obispos reiteran que “ni la llegada al país de nuevas sumas de dinero, ni las reformas de las instituciones, ni el recambio político, serán suficientes para construir una nueva Nación”. Entienden que “estas soluciones serán estériles sin una fuerte pasión por desarrollar en cada ciudadano las más valiosas actitudes sociales. Sólo así se podrá transformar la cultura nacional y entretejer un bien común cargado de bondad, verdad y justicia que nos devuelva el
gusto de ser argentinos”. Y ensayando una tibia autocrítica dicen que no basta conocer los valores, sino que hay que ponerlos en práctica y que “si la labor educativa de la sociedad y la Iglesia no pudo hacer surgir una Patria más digna es porque no ha logrado que los valores se encarnen en compromisos cotidianos”. Tampoco en este caso se señalan cursos de acción.
En la rueda de prensa final de la asamblea el cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, admitió que “obviamente” entre los obispos se habló de la situación del renunciante arzobispo de Santa Fe, Edgardo Storni, acusado de abusos sexuales y malversación de fondos. Pero el cardenal se limitó a reiterar la información ya conocida sobre la renuncia, el requerimiento de la Justicia y agregó que “el Papa está estudiando la situación”. Nadie confirmó, sin embargo, si Storni comparecerá efectivamente ante los jueces argentinos. Tampoco la Conferencia Episcopal adelantó consideración alguna sobre la conducta de Storni, a quien la propia Iglesia viene investigando desde 1994.

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Karlic y Mirás, voceros en la conferencia de prensa.
 
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