EL PAíS › UN MILITANTE DE LA ANIBAL VERON
FUE SECUESTRADO E INTERROGADO EN LANUS
Los desconocidos de siempre en acción
La represión institucional no fue la única respuesta al crecimiento de las protestas sociales. Los activistas también enfrentan una creciente represión en las sombras que, sin límites legales, busca paralizarlos por el terror, como muestran el secuestro de un piquetero del grupo del asesinado Darío Santillán y las torturas que sufrió una militante rosarina.
Por Laura Vales
Guillermo Pérez, militante de 21 años de la Coordinadora Aníbal Verón, fue secuestrado por cuatro personas de civil que lo golpearon, interrogaron durante cuatro horas y amenazaron de muerte, para abandonarlo finalmente detrás del cinturón ecológico. El secuestro ocurrió este lunes a las ocho y media de la mañana, en el municipio de Lanús. El piquetero fue levantado a 15 cuadras del asentamiento La Fe, donde está trabajando en la bloquera a la que pertenecía Darío Santillán. Lo siguieron al salir del barrio, lo encapucharon cuando se detuvo a hablar en un teléfono público, lo metieron en el asiento de atrás de un Fiat Duna. “Conocemos todo lo que hacés”, le dijeron mientras le sostenían la cabeza contra el piso del vehículo. Pérez comprobó que no mentían: sus captores hicieron para él un relato detallado de lo que había realizado, paso a paso, el sábado y domingo anteriores.
Los secuestradores se movieron en un auto sin patente, con vidrios polarizados. Fueron una mujer y tres hombres. Guillermo alcanzó a ver a uno de ellos antes de que le taparan los ojos: un sujeto canoso, como de cincuenta años, que lo señaló segundos antes del secuestro desde el interior del Duna mientras él trataba de hacer su llamada telefónica en la esquina de Bouchard y San Carlos. De que en el grupo había una mujer se dio cuenta una vez encapuchado, al escuchar su voz.
Los agresores querían saber sobre los movimientos de los desocupados de Lanús. Es evidente que conocían a los militantes de la zona. Preguntaron, por ejemplo, con quién vive Luis Zalazar, un vecino de La Fe que dos semanas atrás fue baleado desde un vehículo mientras iba a un kiosco a comprar pañales para su hijo. Hicieron también preguntas sobre Claudia, quien fue novia de Darío Santillán, y detallaron sus últimos movimientos. Quisieron saber además sobre otros dos desocupados, Marcelo y Beto.
Como el secuestrado se negaba a responder, le recordaron que no estaba tratando con improvisados. “Sabemos que vos sos piquetero –señalaron–; estuviste detenido en la (comisaría) Primera de Avellaneda el 26 de junio. Estabas sentado entre la puerta y la reja, frente a donde está la computadora.” Guillermo aseguró a Página/12 que tales datos eran exactos. “Me golpearon en las costillas y en la nariz, describieron las zapatillas blancas y la campera de jean que me había puesto el 26 de junio, me dijeron los horarios en los que nos reunimos en el MTD”, agregó ayer.
Finalmente, contó que uno de los desconocidos le quitó una libreta que llevaba consigo y arrancó las dos hojas en las que estaba el listado de teléfonos de sus compañeros. El chico dice que el auto estuvo todo el tiempo en movimiento, que en un momento escuchó sirenas de bomberos y en otro arrancar a un tren.
Lo tiraron en Avellaneda, detrás del cinturón ecológico, en la autopista Buenos Aires-La Plata. Antes de soltarlo le pusieron un revólver en la boca con una advertencia: “La próxima vez no volvés”.
Cuando el vehículo se alejó, el desocupado caminó hasta la primera casa y preguntó la hora. Era más de la una de la tarde, por lo que supo que había pasado más de cuatro horas secuestrado. Volvió a su casa en un carro, auxiliado por unos cartoneros.
Pérez realizará la denuncia judicial hoy junto al abogado Claudio Pandolfi, quien responsabilizó por lo ocurrido al fiscal Juan José González, a cargo de la investigación sobre la masacre de Avellaneda.
Pandolfi consideró al secuestro como “producto de la impunidad de los policías que actuaron el 26 de junio. La falta de castigo, el hecho de que no se hayan tomado medidas les está permitiendo actuar de esta manera”, razonó el abogado.
El día de la represión en la que fueron muertos Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, los manifestantes detenidos fueron llevados a la Comisaría Primera de Avellaneda, donde más un centenar fueron golpeados. Se sabe que entraron sanos, como lo demuestran las imágenes en las que son cargados a los celulares. Salieron lastimados. En la fiscalía les tomaron declaración a todos los detenidos, pero hasta ahora no hubo novedades con respecto a los policías.
El conocimiento que los secuestradores de Guillermo Pérez ostentaron sobre su presencia dentro de esa comisaría, incluido el lugar exacto donde permaneció durante el arresto, prendieron una nueva luz de alarma entre los piqueteros. Antes del secuestro, por lo menos otros cinco militantes del barrio donde trabajó Santillán habían sufrido seguimientos y amenazas. Muchas de ellas se denunciaron y documentaron en la Justicia. Nada de eso les ha garantizado un piso mínimo de seguridad.