Martes, 20 de enero de 2009 | Hoy
EL PAíS › EXPERIENCIAS DE AUTOGESTION DE LOS TRABAJADORES QUE EMPEZARON EN 2001
El movimiento de empresas recuperadas calcula que siguen funcionando 150 fábricas reabiertas que emplean a 13 mil personas. Los trabajadores de Maderera Córdoba, la textil Brukman, Gráfica Patricios, la ceramista Zanon y el Hotel Bauen cuentan los avatares de esa lucha.
Por Laura Vales
A las ocho abren el local y encienden las máquinas del taller, que está en los fondos del edificio. El olor a aserrín, a madera recién cortada marca el comienzo del trabajo. “Vengan temprano para hablar tranquilos; a las diez ya no se puede”, había advertido el día anterior, al combinar la entrevista, Guillermo Sabatella. No exageraba: incluso antes, desde las nueve de la mañana, empiezan a llegar clientes al local. Vienen a retirar pedidos de molduras, una de las especialidades de la casa, y muebles. En los mostradores, dos hombres y dos chicas se reparten en la atención al público, mientras al fondo los talleristas avanzan con los encargos. En Maderera Córdoba trabajan veintidós personas, catorce más que las que recuperaron la empresa tras su quiebra, a mediados de 2003. El lugar tiene el sello de un movimiento que está demostrando, con el paso de los años, su capacidad para mantener los puestos de empleo. Desde que a principios de la década se empezaron a recuperar fábricas, casi ninguna cerró. Tampoco redujeron personal; por el contrario la enorme mayoría lo ha incrementado.
En esta cooperativa de trabajo –ubicada al 3100 de la avenida Córdoba– no hay trabajadores tercerizados, sino que todos son socios: los carpinteros, los administrativos, los de ventas y hasta la mujer que hace la limpieza. Están ganando, en promedio, unos tres mil pesos por mes.
Como en casi todas las cooperativas de este tipo, al tomar más personal dieron prioridad a los hijos y familiares de los fundadores, aunque también ingresó gente que no estaba vinculada. Sabatella fue uno de los que tomaron la empresa para reabrirla bajo el modo autogestivo. Dice que siempre supo que la maderera iba a caminar.
¿Es difícil administrar una empresa con una cooperativa? “Sí –dice–. “Hay que ponerse de acuerdo en cómo repartir utilidades y hay que convencer a todos de que es necesario reinvertir. Eso es lo más difícil, todos los años. Pero bueno... nosotros somos una cooperativa de trabajo y el objetivo social de una cooperativa no es acumular sino dar más trabajo, sacar más gente de la calle.”
El acaba de terminar un mandato como presidente de la cooperativa. Inquieto, organiza una recorrida por el taller mientras enumera los lugares que han encargado trabajos a la recuperada: el Teatro Colón, la Corte Suprema, la Universidad de Buenos Aires, el Jockey Club. La ventaja que tienen, revela, es el conocimiento del oficio, una calidad técnica que por lo visto está por encima de la que ofrecen los supermercados de la construcción. Capacitaron a los nuevos en el trabajo con la madera y ahora, por lo que se ve, también están dándoles aire a los más jóvenes en la gestión. El sucesor de Sabatella en la presidencia de la cooperativa tiene sólo 26 años. “Carlitos Ocampo”, lo nombra, y una de sus compañeras corrige: “Carlos”. Sabatella asiente y completa: “El chico se animó”.
Según estiman en los movimientos de recuperadas, las 150 fábricas reabiertas en la Argentina bajo esta modalidad hoy dan empleo a 13 mil personas. Aunque el fenómeno tuvo su pico a principios de la década, como respuesta a la crisis del 2001, en los años que siguieron el proceso no se frenó. En la actualidad hay varias en vías de recuperación: el Club Comunicaciones, Indugraf, la gráfica La Unión son algunas de ellas. Otras, como la fábrica de fiambres Torgelone, ya están produciendo.
Brukman fue el símbolo del movimiento, la recuperada que tuvo mayor exposición pública y la que, en el fragor de los nueve meses de acampe que debieron hacer las trabajadoras para volver a entrar a la textil, tuvo tal vez la mayor politización. En las asambleas se discutía no sólo cómo reabrir la fábrica, sino qué debía o no debía ser una recuperada en su relación con la sociedad y el Estado. Las costureras que habían tomado la fábrica un 18 de diciembre del 2001 con la pretensión de cobrar sus sueldos terminaron como figuras del movimiento, disputadas además por los partidos de izquierda. Celia Martínez fue candidata a diputada, “una militante a tiempo completo”, recuerda. Matilde Adorno era la otra figura de la carpa, también muy activa. No había universidad, marcha o conflicto que en ese tiempo no las tuvieran, contando su caso y tratando de contagiarlo. Ahora, cuenta Celia, casi no participa. “Estoy metida en el trabajo y en casa, con los nietos.” En general, a todas sus compañeras les pasó lo mismo.
No fue el único cambio. Es viernes, son las tres de la tarde y a la textil de la avenida Jujuy al 500 entra un cliente. Un tipo alto, gigante: no menos de 2 metros y 120 kilos. Matilde lo invita a pasar.
–¿Viene del ministerio? –le pregunta.
El hombre dice que sí. Ella se toma su tiempo para observar su altura, como calculándole la talla, y finalmente lo reprende: –Si sabía, no lo dejaba entrar.
Brukman acaba de hacer un acuerdo con el Ministerio de Desarrollo Social para venderle un lote de su producción. No mucho, cuentan las mujeres, por ahora son 50 trajes para sus empleados.
“Esperamos poder ir más allá. Con esto ya movimos un poco la producción, porque estaba todo muy parado”, señala Celia. El principal problema es que la firma que les encargaba trajes a façon, y en grandes cantidades, empezó a importarlos de China.
“Salimos a golpear puertas para conseguir más trabajo. Todas las cosas van cambiando y uno tiene que aceptarlo; si hay que ir a tocarle la puerta al gobierno, lo hacemos”, resume. Matilde coincide en que por efecto de la crisis internacional hay menos pedidos, pero se muestra más optimista en que las cosas repunten.
Aquí venían cobrando sueldos de 360 pesos por semana, pero ya no pueden sostener ese nivel. Incluso así han mantenido todos los puestos de trabajo, ya que sólo se fueron un par de personas que se jubilaron. Con mucha gimnasia para enfrentar las crisis, buscan ahora una salida diversificando la producción. Tienen el proyecto de adquirir, con financiamiento estatal, máquinas para confeccionar remeras y buzos. Y se están capacitando con el INTI en administración.
Una buena es que el gobierno porteño ya hizo una oferta para pagar la expropiación. “El Banco Ciudad tasó a Brukman en tres millones y medio de pesos”, detalló el abogado Luis Caro. El síndico y los acreedores reclaman más del doble, por lo que el proceso para traspasar la fábrica a la cooperativa llevará todavía tiempo. Pero que haya una oferta impide que se dé marcha atrás en la expropiación o que, como pasó hace poco con Transportes Rabbione, la Justicia dicte la inconstitucionalidad de la ley de expropiación.
Caro agrega que como en el caso de Brukman, también se ha avanzado en empezar a pagar otras expropiaciones de recuperadas porteñas. La imprenta Chilavert, la Maderera Córdoba (en forma parcial) son algunos de los expedientes en los que el Estado ya depositó dinero.
De todas formas, en las recuperadas se quejan de que el trámite sigue siendo extremadamente lento. Reclaman también, como medida de fondo, la modificación de la ley de quiebras para que en caso de crisis o vaciamiento los trabajadores puedan autogestionarse sin trabas. La ley actual dispone todo lo contrario; en caso de quiebra, le dice al juez que debe hacer el inventario, desalojar la fábrica y clausurarla.
Gráfica Patricios, en Barracas al sur, está en una posición intermedia. Ni tan bien como Maderera Córdoba ni tan afectada como Brukman. Gabriel Rojas hace de guía en la visita por la enorme planta que en otros tiempos imprimió diarios como Sur, El Cronista, Página/12 y la versión local del diario español El País. Hoy sus 60 trabajadores editan revistas y folletería. “Estamos trabajando bien, aunque con la crisis los proyectos de crecimiento quedaron en stand by”, define.
Para fortalecerse ante las dificultades del proceso de expropiación (que incluyó que los trabajadores fueran acusados de usurpación), la cooperativa se abrió al barrio. En su edificio instaló un bachillerato, un programa de educación para adultos y una FM, Radio Gráfica, que emiten el 89.3 del dial, sostenida por un colectivo de comunicadores.
En los últimos meses, además, armaron con otras empresas del rubro una red de cooperativas gráficas, que se asisten mutuamente. Rojas apunta: “Creo que entramos en otra etapa, que vamos a ir hacia el trabajo en red, porque solas podemos andar, pero asociadas con otras cooperativas vamos mucho más rápido”. No descarta que la nueva crisis haga nacer otras recuperadas. “Todo el mundo se da cuenta de que son una respuesta viable. Todas las experiencias que arrancaron desde la incertidumbre total, hoy están funcionando. No-sotros somos la muestra de que siempre hay que aguantar, porque las crisis pasan.”
En los movimientos de recuperadas hay matices en el diagnóstico de la situación actual. Caro cuenta que en los sectores más afectados, como las autopartistas, hubo casos en que tuvieron que adelantar las vacaciones por falta de producción, y que en cambio están fuertes las que producen alimentos o artículos de primera necesidad. Fabio Resino, del Hotel Bauen, resalta la defensa del trabajo como la principal fortaleza de las recuperadas en este nuevo escenario. Y propone volcarlas al mercado interno. Desde Zanon, Raúl Godoy define así la mirada de los ceramistas: “La crisis nos abre un debate, porque nosotros recuperamos la fábrica para tenerla abierta, dando trabajo. No podemos ser los que la paremos, nuestra principal ventaja es nuestra historia; vamos a pelear con todo para mantener los niveles de producción”.
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