Jueves, 12 de febrero de 2009 | Hoy
EL PAíS › UN MILITAR RETIRADO APORTó DETALLES SOBRE LA REPRESIóN EN SAN LUIS
El fusilamiento de una mujer que acababa de dar a luz, la desaparición del bebé y la quema de cadáveres formaron parte del testimonio escrito dado por el militar Bruno Laborda. El tribunal de San Luis lo consideró clave para demostrar el plan represivo.
El testimonio de un represor, que detalla cómo ultimaban a sus víctimas durante la dictadura militar, fue introducido hoy por el Tribunal Oral Federal de San Luis que juzga a cinco represores por crímenes de lesa humanidad. Los jueces consideraron clave ese relato para determinar cómo funcionaba el aparato represor. Bruno Laborda, que integraba el III Cuerpo de Ejército en Córdoba en esa época, presentó un documento con declaraciones que demuestran con crudeza los operativos que utilizaban y cómo capturaban, asesinaban y enterraban a sus víctimas.
El relato de Laborda reveló, por ejemplo, cómo asesinaron a una persona “arrodillada y con los ojos vendados” o cómo “mataron, quemaron y luego enterraron el cuerpo de una mujer que había dado a luz hacía dos días”. El militar relató las órdenes que le tocó cumplir en la denominada ‘guerra contra la subversión’ y el papel que desempeñó cada uno en esos días, hablando de un plan sistemático para el aniquilamiento físico de los “juzgados y condenados no sé por quién”. En el documento precisó que “todos los oficiales y suboficiales egresados en esa época fuimos instruidos y educados de acuerdo con las difíciles circunstancias que vivía nuestro país, azotado por el flagelo del terrorismo subversivo. Fui nutrido de vastos conocimientos y entrenado adecuadamente para poder enfrentar con éxito todas las acciones, que a tal efecto se hacían para la eliminación total de dicha amenaza”, señala el documento del militar.
En uno de los párrafos más duros del escrito, Laborda describe que “más de 30 balazos de FAL sirvieron para destrozar el cuerpo de un hombre que, arrodillado y con los ojos vendados, escuchó con resignación las últimas palabras de nuestro jefe, pidiéndole que encomendara su alma a Dios”. Sobre una mujer que estaba secuestrada dijo que “nuevamente y a órdenes del jefe de la unidad, el entonces teniente coronel Solari y todos los oficiales designados, procedimos a fusilar a esta terrorista, que arrodillada y con los ojos vendados recibió el impacto de más de 20 balazos de distintos calibres (...) Su sangre, a pesar de la distancia, nos salpicó a todos. Luego siguió el rito de la quema del cadáver, el olor insoportable de la carne quemada y la sepultura disimulada propia de un animal infectado”. El militar destacó que nunca supo “del destino del niño o niña, que un día antes de la muerte de su madre, naciera en el Hospital Militar Córdoba”.
La querella pidió que se incorpore este testimonio al juicio, ya que se lo considera clave para mostrar cómo funcionaba el aparato represor en aquellos años y la sistematicidad de los asesinatos y desapariciones, y que se trataba de un programa que estaba vigente en todo el país y que los crímenes obedecían a una planificación.
El tribunal entiende en el juicio oral por el secuestro y asesinato de Graciela Fiochetti, las desapariciones de Pedro Valentín Ledesma y de Sandro Santana Alcaraz y las torturas de Víctor Fernández. Por estos casos están imputados el ex subjefe de la policía puntana Carlos Plá, el ex coronel Miguel Fernández Gez, el ex jefe de la Guarnición Militar San Luis Becerra, el ex subcomisario Juan Carlos Pérez y el ex cabo Luis Orozco. En el 2004 a Laborda le negaron el ascenso, presuntamente por un arresto que sufrió durante su carrera militar. El militar hizo una presentación argumentando que en sus 30 años de servicio, “he acatado las resoluciones de la superioridad sin otro espíritu que no sea el bien del servicio”.
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