EL PAíS › OPINION
La última oportunidad
Por Alfredo Horacio Villalba *
Todos sabían que seguramente era la última oportunidad. El pueblo y los deudores hipotecarios que eran amenazados por el remate de sus viviendas; otros por el de sus campos pequeños que garantizaron la compra de la semilla o la recolección de la cosecha; o aquellos trabajadores de pymes que sabían que las máquinas utilizadas estaban prendadas como último recurso para no cerrar la fuente de trabajo. Ya no confiaban más en la Justicia cuyo símbolo era la Corte Suprema enjuiciada y menos en un Gobierno que hasta hace pocos días había prometido públicamente prorrogar las ejecuciones. Ahora les quedaban únicamente las promesas de los diputados para no perder su vivienda, su campo, su taller, sus remises; era muy difícil pero había que darles una última oportunidad.
Se anunció un acuerdo con los bancos en el que nadie creía, nada se firmó ni se incluyó a escribanías, estudios jurídicos y financieras que todos los días emiten miles de intimaciones y amenazas, con muchos remates suspendidos por la ley que vence esta semana. No menos de 262.000 viviendas amenazadas en todo el país, algunas como en Formosa, por ejemplo, con remates publicados esta semana para el 2 de diciembre de este mismo año. Y todos los deudores organizándose para resistir fuertemente las subastas, muchos decididos a quemar sus viviendas antes de entregarlas y no menos imaginando represalias. Y la paz social en total peligro. Y muy cercano para el Gobierno otro 20 de diciembre.
Todos declamamos por la paz social. Pero algunos nada hacen por ella, ni siquiera permiten que se revisen deudas abultadas por la usura, por el anatocismo con altos intereses, por comisiones y gastos que no se sabe de qué y por qué. Y exigen que se pague en medio de la mayor recesión de un siglo, sin trabajo, sin reactivación, sin créditos, con bancos que quieren subastar pero no devuelven los ahorros saqueados.
Todos los que tomaron créditos quieren pagarlos, pero no dos o tres veces, pagar lo justo y para eso hay que revisarlos. La mediación no puede quedar sujeta a un acreedor poderoso, sentado amenazando con el remate, frente a un deudor sin asistencia del Estado, en medio de la crisis económica y social no superada. Por eso la necesidad de la prórroga y de normativas similares a la que exige y consigue el poder financiero. Los diputados deberían recobrar su sentir nacional, su origen de pueblo, su libertad ante el poder financiero internacional y cipayo nacional. Tantas veces dieron la espalda al pueblo que tal vez es mucho pedirles, pero es la última oportunidad. Después no declamemos la paz social.
* Diputado nacional, Frente para el Cambio.