Sábado, 5 de junio de 2010 | Hoy
EL PAíS › LILIA FERREYRA, TESTIGO EN EL JUICIO DE LA ESMA
La última compañera del escritor y periodista Rodolfo Walsh dijo que “no estaba dispuesto a caer en manos de gente que usaba métodos feroces”. Testimonió un delegado de Francia que habló con Massera.
El 25 de marzo de 1977, después de distribuir en buzones varias copias de la Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar, Rodolfo Walsh tenía clara la decisión de “no entregarse con vida”. El periodista, que junto a un grupo de militantes había creado la Agencia Nacional Clandestina (Ancla), desde donde denunciaban en plena dictadura los métodos de interrogatorio aplicados por el terrorismo de Estado, tenía la certeza de que en caso de ser secuestrado sería sometido a sesiones de tortura “sin límites de tiempo”. Las afirmaciones pertenecen a Lilia Ferreyra, última compañera de Walsh y periodista de Página/12, quien declaró ayer como testigo en el primer juicio oral y público a represores de la ESMA.
También ayer testimonió el abogado Francois Cheron, enviado al país por el presidente francés Valery Giscard d’Estaing tras la desaparición de las monjas Alice Domon y Leonie Duquet. El letrado explicó que el jefe de la Armada, Emilio Massera, negó en varias oportunidades la participación de sus subordinados en los secuestros. Fueron los marinos Antonio Pernías y Jorge Radice, que a diferencia del declarado insano Massera están entre los acusados del juicio, quienes aludieron entre risas a “las monjas voladoras”, frase que mucho tiempo después logró vincular con los vuelos de la muerte.
“Rodolfo no estaba dispuesto a caer en manos de gente que aplicaba métodos feroces, que machacan la sustancia humana que ellos ya habían perdido”, explicó Lilia Ferreyra, viuda de Walsh. Contó que para evitar terminar sobre una mesa de torturas en el sótano de la ESMA el periodista llevaba encima una pequeña pistola alemana Walter calibre 22 que había comprado en los años sesenta, cuando investigaba el tiroteo en que fue asesinado el dirigente metalúrgico Rosendo García y que extrajo de sus ropas cuando el Grupo de Tareas 3.3 de la ESMA intentó secuestrarlo en el barrio de San Cristóbal, el 25 de marzo de 1977. El asesinato de Walsh, abatido por una ráfaga de ametralladora disparada por el comisario Ernesto Weber –al menos así lo contaba a los secuestrados en la ESMA– y cuyo cuerpo sin vida fue visto por última vez en ese centro clandestino, es uno de los delitos que se ventilan en el juicio a Acosta, Astiz & Cía.
En segundo término testimonió ayer el abogado francés Francois Cheron, quien reveló los contactos que mantuvo con el jefe de la Armada cuando viajó a la Argentina en 1979 por encargo del presidente Giscard d’Estaing. “Massera se había comprometido con el presidente de Francia a explicar ese tema –dijo en referencia a la desaparición de las monjas Domon y Duquet–, pero en una de las cuatro reuniones que tuvimos me dijo que no se podían identificar a los irregulares abatidos y aseguró que su fuerza no tenía nada que ver.”
Sin embargo, en otro pasaje de la declaración, el abogado contó en un correcto castellano que durante una cena con los marinos Antonio Pernías y Jorge Radice, ahora enjuiciados, ambos aludieron risueñamente a “las monjas voladoras”. “Yo no podía entender de qué me hablaban y al principio pensé que las religiosas tomaban clase de vuelo, pero ellos dijeron enseguida que era un chiste”, contó Cheron, aludiendo a que aún se ignoraba que muchos de los desaparecidos habían sido arrojados vivos al mar desde aviones militares.
El primer proceso significativo a represores de la ESMA, con diecisiete imputados, comenzó hace casi medio año. A mediados de marzo comenzaron a declarar algunos imputados, que en términos generales dijeron haber participado de “una guerra”, ratificaron la actuación institucional de la Armada y renegaron de que sólo haya llegado a juicio el puñado de secuestradores y torturadores identificados, mientras mueren impunes los superiores que les impartieron las órdenes. Luego comenzaron las declaraciones testimoniales, que se desarrollan todos los jueves y viernes, en tanto los miércoles se comparte la sala del subsuelo de Comodoro Py con el juicio a los imputados por delitos de lesa humanidad en el Primer Cuerpo de Ejército. El proceso de la ESMA continuará la semana próxima con nueve testimonios, todos por videoconferencia, en su mayoría de sobrevivientes que se exiliaron para siempre luego de su liberación.
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