Domingo, 20 de junio de 2010 | Hoy
EL PAíS › PAGINA/12 ESTUVO JUNTO A LOS TECNICOS QUE CONTROLAN EL URUGUAY
La tarea la realizan especialistas del INTI. Esta semana hicieron su undécima campaña de control. Buscan establecer si la acción de la ex Botnia produce algún tipo de contaminación. Toman muestras de agua y sedimentos que luego son analizados.
Por Adrián Pérez
Desde Gualeguaychú
“El Uruguay no es un río, es un cielo azul que viaja. Pintor de nubes: camino, con sabor a mieles ruanas”, describe con su prosa el poeta y guitarrista charrúa Aníbal Sampayo. En ese río, precisamente, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) desarrolló esta semana su undécima campaña de control para evaluar si la acción de UPM (ex Botnia) ejerce algún tipo de alteración en la calidad del recurso hídrico. Página/12 compartió en exclusiva una jornada de trabajo con los técnicos del INTI para conocer los detalles de la tarea que vienen realizando en la zona de influencia de la pastera y también río arriba.
Después de tres días de lluvia, niebla y granizo, el equipo formado por el licenciado en Bromatología Mariano Minaglia y el licenciado en Salud Ambiental Carlos Cousido (del Centro INTI Concepción del Uruguay) junto con la licenciada en Biología Mariana Papa, el licenciado en Química Ignacio Pedre y el técnico químico Facundo Di Conza (todos del Centro de Ingeniería Ambiental del INTI Buenos Aires) navegó el jueves pasado el Uruguay, en un día de óptimas condiciones climáticas.
A 17 kilómetros de la ciudad, saliendo del Paso Fronterizo Puerto Boca de Gualeguaychú –sobre el río homónimo–, un bote Zodiac Hurricane traslada al equipo multidisciplinario y a este diario hacia la zona de monitoreo. Antes Minaglia señala en una carta náutica cuáles serán los puntos a recorrer. En cuestión de minutos, el semirrígido deja atrás el río Gualeguaychú para entrar de lleno en el Uruguay. A medida que la embarcación vira lentamente hacia la izquierda, la chimenea principal de UTM destila volutas de humo que se asoman a lo lejos.
Papa comenta que las inundaciones de fines de noviembre, y que continuaron en la zona de trabajo hasta mediados de enero, “obligaron a suspender las campañas que teníamos programadas para esa época”. En principio, aclara la bióloga, quedarían “tres campañas más por delante hasta diciembre”. Sobre la margen izquierda del río, las columnas de humo que despiden las chimeneas de la pastera se confunden fácilmente con algunas nubes que salpican un cielo diáfano y despejado.
Luego de trabajar durante tres días en la boya del kilómetro 81; en Concepción del Uruguay (a la altura del paso Vera, 75 kilómetros río arriba de la ex Botnia) y en la isla Inés Dorrego (en la zona de Ñandubayzal), el monitoreo finaliza en el kilómetro 112 (frente a la Isla Zapatero), aguas arriba del Puente Internacional San Martín.
Cousido aclara que este punto fue elegido “por sus similares características con la zona de influencia, su cercanía con la pastera y por ser un área geográfica donde la actividad del hombre tiene un bajo impacto sobre el ecosistema”. Ñandubayzal o Isla Inés Dorrego es el punto más cercano a la planta. En el kilómetro 81, ubicado aguas abajo de UPM, las características del río serían óptimas para evidenciar los efectos provocados por la descarga de la actividad de la ex Botnia.
Para tomar muestras de agua y sedimentos cada una de estas áreas se dividen, a su vez, en tres puntos. “Se trazan dos rectas perpendiculares a la costa con una separación aproximada de 1500 metros y en cada recta se toman tres puntos de muestreo: litoral, canal y un punto intermedio entre cada uno –explica Minaglia–. En la primera de las rectas se realizan mediciones y se toman muestras de agua y sedimento; en la segunda recta solamente se extraen sedimentos.”
El Zodiac Hurricane detiene su marcha a la altura de la Isla Zapatero, donde la profundidad del río varía entre 7 y 14 metros. Una vez que el lugar del muestreo se determina con un GPS, los técnicos se disponen a calibrar el instrumental que se utilizará para relevar parámetros en el agua: pH, oxígeno disuelto, conductividad, temperatura, profundidad, velocidad del viento y temperatura ambiente. Luego, se marcan las coordenadas y el grupo espera unos 15 minutos hasta que se aquieten las aguas en la zona donde la embarcación se detuvo.
Poco a poco, el semirrígido se transforma en un virtual laboratorio donde los técnicos del INTI llenan recipientes con agua del río; frascos y bolsas con sedimentos que van a parar a bateas similares a las que se utilizan en fotografía para el revelado final. Todos los recipientes son rotulados con paciencia de araña y cada actividad se organiza bajo una impecable división de funciones.
Mientras Papa utiliza una sonda multiparamétrica para medir el pH (índice que se utiliza para cuantificar la acidez del agua), la concentración de oxígeno disuelto en el agua, la temperatura y la conductividad (parámetro relacionado, además, con la concentración de sales), Di Conza estima la profundidad del río con una ecosonda que emite una onda dirigida hacia el fondo del lecho. Al rebotar, la señal regresa al equipo y así se calcula la distancia recorrida.
A continuación, el técnico químico utiliza una bomba de vacío manual que filtra el agua, instrumento que se utiliza para determinar la clorofila de las algas que queda retenida en el filtro. Finalmente, el líquido se vuelca en una botella donde la cantidad de fósforo (uno de los nutrientes disponibles en el agua) se analizará oportunamente en el laboratorio.
Para no enturbiar la zona de muestreo, primero se retiran las muestras de agua. Posteriormente, se extrae el sedimento con una draga de metal con dos brazos que se hunden en el río hasta tocar fondo. Minaglia maneja la draga, que al tocar suelo y ser retirada arrastra consigo sedimentos. Cada medición se vuelca sistemáticamente en una libreta de campo que se utiliza a modo de registro.
Una vez en tierra, la bióloga se encarga de agregar ácido sulfúrico a algunos recipientes con agua que son ubicados en heladeras junto al resto de los frascos para su conservación. Con la finalización de cada campaña, las muestras son enviadas a los distintos laboratorios del INTI para que se realicen los análisis necesarios. Mientras el sol dibuja una delgada línea de fuego en el horizonte y la noche se acerca, las chimeneas de la pastera que quedan atrás continúan arrojando estelas de humo blanco a cielo abierto.
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