EL PAíS › DUHALDE FUE EL PRIMER VISITANTE OFICIAL DE LULA: PROCURO OXIGENO Y LEGITIMACIóN

En busca de la sonrisa contagiosa de Lula

Si el diablo no mete la cola en la traducción concreta de los acuerdos, la Argentina reconoció ayer de hecho la idea brasileña de repolitizar el Mercosur y abandonar el camino de debilitamiento que le imprimió Domingo Cavallo en sus dos gestiones. Ahora en la perspectiva hay moneda común, parlamento único y coordinación de ayuda social.

 Por Martín Granovsky

Un punto del documento que firmaron ayer Lula y Eduardo Duhalde pone en el horizonte la elección de un parlamento regional por voto directo. Otro, “la posible creación de una moneda común”. Son 25 puntos para que cada uno los ponga en un cuadrito. Lula, porque quería inyectarle política a un alicaído Mercosur. Duhalde porque atesora cada brizna de oxígeno como si fuera la última: hasta aprovechó su primera visita oficial a Brasil después de la asunción de Luiz Inácio Lula da Silva para transmitir allá que “el próximo presidente será Néstor Kirchner”.
Las tres horas de Duhalde en Brasilia dejaron una sensación de pulgar hacia arriba. No hubo arreglos concretos –ni estaban programados– pero tampoco rispideces. Naturalmente, queda mucho por traducir. Por ejemplo, el canciller Celso Amorim no se mostró entusiasmado con una marcha rápida hacia mecanismos proporcionales de elección de representantes. Dijo que si bien Europa podía ser una referencia, tal vez al principio el Parlamento del Mercosur podría constituirse con representantes elegidos por los congresos de cada país. De voto directo, poco.
La clave política del encuentro es el punto número dos. Señala “la firme determinación de profundizar la alianza estratégica entre Brasil y la Argentina, de extenderla a nuevos campos y de transformarla en motor de la integración de América del Sur”.
Fue como si Lula y Duhalde se pusieran de acuerdo en continuar una construcción, la de la relación política fuerte entre los dos países, que quedó en veremos por la combinación de relaciones carnales con Washington, neoliberalismo de ambos lados, crisis y recesión, devaluaciones a destiempo y mucho de Domingo Cavallo en dos turnos. Y decir Cavallo significa tres cosas:
u No avanzar en nada que pueda opacar la relación privilegiada de la Argentina con los Estados Unidos. Privilegiada, claro, en la ilusión argentina.
u Abstenerse de construir instituciones comunes del Mercosur.
u Pensar el mercado como un área de libre comercio y no como un espacio con un arancel externo común que obligue a coordinar las políticas comerciales hacia fuera.
Lula había dicho en la campaña que como muestra de su interés por el Mercosur visitaría la Argentina después de ganar. Lo hizo. Duhalde había prometido ser el primer presidente en llegar a Brasil después de la asunción de Lula, el 1° de enero último. Lo hizo.
“Es muy difícil que ningún gobierno pueda dar marcha atrás en el Mercosur”, dijo Duhalde. “Tarde o temprano el Mercosur se ampliará hacia otros países del continente, tendrá moneda común y un Parlamento común, que es lo que hoy estuvimos conversando.”
“Lo felicito, señor presidente de la Argentina, por su obra de pacificación y de normalización institucional, que en algún momento será seguramente reconocida”, le dijo Lula a Duhalde, que a su vez reconoció el “liderazgo regional de Lula”.
Las dos comitivas concretaron en sus reuniones una vieja idea de Marco Aurelio García, el movedizo asesor especial de Lula para América del Sur, ahora enfrascado en la crisis venezolana, según la cual hay que aprovechar la similitud de agendas. Si la económica, externa e industrial, es obvia, la social también. “Los dos gobiernos tienen como prioridad el combate al hambre y la pobreza, inclusive por medio de la promoción de la agricultura familiar”, dice el punto número 6, de tono petista. Y el número 7 prevé discutir iniciativas sociales conjuntas. La redacción surgió luego de que Duhalde contara a Lula los detalles del Plan Jefas y Jefes de Hogar (que de todos modos en verdad no alcanzó para compensar el aumento de la indigencia por la inflación de los precios alimenticios) y de que Lula relatara los detalles del Proyecto Hambre Cero anticipado hace dos semanas por Página/12: vales para comprar comida, bolsas de ayuda, reforma agraria y desarrollo del agribusiness. De paso, y en cuanto a la crisis entre elpresidente Hugo Chávez y la oposición, Duhalde le dijo a Lula que la Argentina está dispuesta a integrar el Grupo de Amigos de Venezuela, una iniciativa para romper lo que hoy parece irrompible: la fractura social y política venezolana y la resistencia de ambos sectores a negociar antes de que la única salida sea una guerra civil abierta.
Como para liquidar sospechas, el punto número 23 dice que los presidentes “reafirmaron el firme compromiso de Brasil y la Argentina con el desarme nuclear, con la no proliferación de armas nucleares y otras armas de destrucción masiva y con la utilización de energía nuclear exclusivamente para fines pacíficos”.
La semana pasada, el ministro de Ciencia de Brasil, Roberto Amaral, dijo que Brasil quería dominar la tecnología de la bomba atómica. Amaral no es del Partido de los Trabajadores de Lula sino del Partido Socialista Brasileño de Anthony Garotinho, pero el presidente es Lula y no Garotinho y los costos eran todos para Lula. Si el nuevo presidente decía que Brasil pondría dinero para purificar el uranio a niveles cercanos a la bomba estaría desafiando tanto el Proyecto Hambre Cero como el compromiso de garantizar una Sudamérica lejos del fantasma de India y Pakistán. Ayer, Amaral quedó desautorizado en su retórica tan latinoamericana de crearse enemigos sin tener siquiera el dinero para constituirse en un peligro verdadero.
La torpeza del ministro irritó a su colega Celso Amorim, que debió cargar con una desventaja cuando buscaba, más bien, dejar clara la posición brasileña de que el perdón actual a la Argentina, vigente desde cuando Cavallo arrasó con los aranceles, y la suspensión de hecho del Mercosur, no serán eternos. “La flexibilidad siempre debe tener cronogramas de salida bien claros”, dijo Amorim en un reportaje concedido a Valor.
El gobierno de Lula también se interesó en asegurarse de que no haya veto político de Duhalde a la compra de Pérez Companc por Petrobras. Ayer, al menos, no lo hubo desde el lado argentino. Todo quedará dirimido cuando se expidan los organismos de defensa de la competencia, en febrero. Pero Petrobras ya se comprometió a firmar la seguridad de que no dará preferencia a abastecedores brasileños de insumos y equipos en los proyectos de la empresa. Según el presidente petista de Petrobras, José Dutra, no hay forma de que Petrobras llegue a monopolizar el transporte de energía contando con su participación en Transener, de electricidad, y de TGS, de gas. Dutra dijo a los argentinos que Petrobras no tiene la intención de operar esas firmas.

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Duhalde y Lula en su primer encuentro después de la asunción del brasileño, hace sólo trece días. Elogios mutuos.
 
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