EL PAíS › LA OPINION DE TRES ESPECIALISTAS

Para qué sirvió la cumbre

- Roberto Bouzas, economista, profesor en San Andrés y en Flacso.
“Que el presidente Duhalde se haya reunido con el nuevo presidente de Brasil a dos semanas de la asunción de este último es una excelente noticia. El Mercosur ha perdido su dirección estratégica y hoy no pasa de ser un muy imperfecto acuerdo comercial. No obstante, para superar la impasse actual serán necesarias iniciativas prácticas y concretas que apunten a los nudos centrales que paralizan el proceso de integración, comenzando por la falta de una visión común. Un diálogo franco entre ambos gobiernos es una condición necesaria para retomar el impulso integrador, pero no suficiente. Aun si lo primero existe será necesario elaborar una agenda técnica que enfrente los problemas concretos. Difícilmente esto pueda ocurrir antes de que se elija un nuevo gobierno en la Argentina. La creación de un Parlamento del Mercosur puede sonar como una idea atractiva, pero tiene muy poco que contribuir para superar los problemas reales del Mercosur. No olvidemos que existe un parlamento en la Comunidad Andina y un Parlamento Latinoamericano y no por eso las cosas van mejor en materia de integración en uno y otro lado. El Mercosur enfrenta un serio riesgo de convertirse en parte del folklore regional y debe evitarlo. Para ello debe reconstruirse un diálogo político que dé un sentido de dirección común y elaborar una agenda técnica con unas pocas prioridades. No hay perspectiva de reconstrucción si el Mercosur sigue siendo cuatro agendas nacionales revestidas de un discurso comunitario.”

- Arturo O’Connell, economista y director de la Maestría en Procesos de Integración Regional-Mercosur del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Buenos Aires.
“En primer lugar, el significado del encuentro entre los presidentes debe ser ubicado en el contexto de una reconsideración, alimentada por los acontecimientos, de algunos de los aspectos de las políticas favorecidas por los gobiernos de América Latina en la última década. Está claro ahora, salvo para aquellos ciegos que no quieren ver, que la integración sin cortapisas en la economía internacional, particularmente en la esfera financiera, y la destrucción del papel de los poderes públicos, lejos de llevarnos al paraíso prometido por los impulsores de esas políticas, ha resultado en verdaderas catástrofes en términos de inestabilidad y desempleo. También se agravaron los problemas de pobreza e indigencia que venían manifestándose en el último cuarto de siglo. Justamente, en el plano social, ambos gobiernos y las fuerzas políticas con algún grado de representatividad en ambos países reconocen lo urgente de, simultáneamente, reanudar un proceso de crecimiento. Pero ponen el acento en políticas deliberadas que contribuyan a resolver estos problemas que no desaparecerán por el mero impacto de ese crecimiento. Nuestros dos países, y ojalá todos los de nuestra región, deberán aprender de su experiencia mutua, y no de recetas ya obsoletas, nuevas fórmulas. Tendrán que mezclar creativamente el papel de los mercados y de los poderes públicos, el de la apertura al exterior con la consolidación de los mercados internos, el aprovechamiento del capital externo con la defensa de la estabilidad financiera y el del crecimiento con el del bienestar de los más castigados por la experiencia pasada. En segundo lugar, el Mercosur tiene un papel a cumplir en ese proceso. El avecinamiento entre los países de por sí es fructífero por lo ya dicho, pero la posibilidad de actuar a escala regional, a una escala que permita acometer en conjunto empresas de envergadura internacional en distintos terrenos, es una ventaja que la mera “apertura” no ha permitido concretar. Es imprescindible estudiar las posibilidades de cooperación productiva y tecnológica que permita resaltar lo que cada país ha acumulado como experiencia propia, en algunos casos destacada. Antes que cualquier intento de “coordinación macroeconómica”, con el peligro de convertirlo en un esquema restrictivo de los que hemos tenido abundante experiencia, es necesario impulsar una “coordinación microeconómica”, una cooperación productiva a escala regional. De esta forma nuestros países podrán desarrollar industrias capaces de competir a escala mundial para insertarnos en la economía internacional no como tomadores de deuda sino como competidores productivos. En tercer lugar, en la Argentina el fin de la sobrevaluación del peso ha terminado con el uso del Brasil y del Mercosur como el chivo emisario de los problemas de competitividad que redundaban en déficit comerciales con todo el mundo, curiosamente casi nunca con Brasil, lo que no obstaba para que estuviéramos sometidos a una incesante campaña acerca de una supuesta “invasión de productos brasileños” o del “cierre proteccionista brasileño” que no nos dejaba exportar. Una curiosa contradicción: si no se podía vender nada en Brasil y estábamos inundados de productos brasileños, ¿cómo seguíamos teniendo un superávit comercial con ese país y déficit con casi todo el resto? Significativamente, no se oyó queja alguna acerca de la “invasión” de otros orígenes. Y en cuarto lugar, por su dimensión económica el Mercosur puede ser, además, un factor en las tratativas internacionales de sus países componentes en una economía mundial que se presenta cargada de problemas, recesión e inestabilidad, y donde prosperan y prosperarán intentos de acaparar mercados y recursos.”

- Carlos Raimundi, diputado nacional del ARI.
“La integración política y económica implica un mecanismo complejo pero posible. Desde el eje institucional, se apunta al parlamento, y desde el eje económico, la moneda común. Los dos ejes tienen un trasfondo político muy fuerte que plantea un camino hacia adelante sin retorno. No sé hasta donde son sólo palabras. Del lado de Lula, no tengo dudas de la autenticidad del mensaje. Del lado argentino vemos la pendularidad de siempre, discursos políticos correctos y acciones que oscilan entre el Mercosur y ALCA. El beneficio es simple y lineal. El mundo está avanzando hacia la formación de bloques regionales. No discuten temas políticos ni económicos desde los países individuales, sino desde regiones, como el eje Asia-Pacífico, el Nafta y la Comunidad Europea. Discutir la agenda internacional por afuera del bloque sería un pecado. El Mercosur también tiene que proponer una agenda categórica y concisa. Esta agenda debe plantear la cuestión de la deuda como traba estructural al crecimiento de los países, el control de flujos financieros, límites precisos al capital financiero, las trabas al comercio de productos agropecuarios de la Comunidad Europea, los regímenes de propiedad intelectual para posibilitar el desarrollo tecnológico en la región, y el dumping social que se da cuando un producto es más barato y competitivo por ser fabricado con salarios esclavos. Hacia adentro, la misión del Mercosur debe ser perfeccionar la unión política vía parlamento y moneda única. La moneda no depende de las marcha de las variables económicas, sino de una decisión política. Cuando Alemania unificó su moneda, los dos sistemas eran extremadamente distintos, tanto que uno pertenecía a la economía de mercado y otro a la socialista, y se tomó la decisión política de unificar. Si Brasil y Argentina, sin desprecio por los restantes países, logran consolidar un eje de integración estratégico, tienen que lograr el acompañamiento de toda la región, porque ningún país puede hacer un plan estratégico a largo plazo sin este bloque. Esto implicaría neutralizar mucho el intervencionismo irracional que plantea Estados Unidos en la región, que se puede observar en Venezuela, Colombia y también en nuestro país.”

Entrevistas: Gimena Fuertes.

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