Sábado, 6 de noviembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
El regreso de la Presidenta, su palabra. La gestión en marcha. Peronistas que refluyen. Cónclave con Scioli, apoyo y versiones diversas. De la Sota y un posible pacto electoral. Verna, una bisagra con astucia. El Presupuesto, en debate. Otros proyectos parlamentarios. El escenario político y el electoral.
Por Mario Wainfeld
La Presidenta regresó a la Casa Rosada el lunes, tal como lo había anunciado. Pronunció un breve, sentido, redondo discurso transmitiendo dolor, agradecimiento, una exaltación de los jóvenes y una valorización de la vida en democracia. El martes ya estaba sumida en su agenda habitual.
Habló a diario con los ministros, con los jefes de bloques parlamentarios, con gobernadores afines. Sus interlocutores cuentan que la vieron entera, infundiéndoles ánimo y mística. El viaje a la reunión del G-20 es otra señal de activismo, de regreso a una “normalidad” que jamás será la misma. Pero su deber como mandataria es seguir, y lo está haciendo.
La política cotidiana vuelve, aunque el impacto de la desaparición de Néstor Kirchner recién empieza a percibirse y a mensurarse. Los reflejos de la dirigencia política son, pues, transitorios y tácticos, lo que no los priva de interés pues reflejan la primera lectura de la realidad.
Algo es ostensible, priman los peronistas (oficialistas la semana pasada, en tránsito o francamente opositores) que se muestran más amigables o transigentes con Cristina Fernández de Kirchner o con el Frente para la Victoria (FpV). Son contados los que mantienen una hostilidad constante. El cálculo compartido es que la figura presidencial creció, que la arropan en el sentimiento y el raciocinio de la mayoría de los peronistas. Que es piantavotos contradecirlos desde la propia identidad. Movidas de surtidos protagonistas (Daniel Scioli, José Manuel de la Sota, Carlos Verna, Felipe Solá) revelan esa percepción, más allá de su variopinta intensidad.
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Versiones bonaerenses: El gobernador Scioli convocó un cónclave de intendentes y legisladores provinciales. Los periodistas asistieron al plenario, una rareza que condicionó las (sobre)actuaciones de los participantes. El cronista no exagerará diciendo que hay tantas versiones del encuentro como asistentes, pero sí hay varias. Es lógico porque confluyeron sectores diferentes: el sciolismo estricto, kirchneristas convencidos, compañeros con bandera de conveniencia, algunos transversales, algunos que revistaban como alternativistas. Los kirchneristas oscilan entre dos tendencias: los que aseguran que forzaron a Scioli a pronunciarse leal a la Presidenta contra su voluntad. Y los que suponen que apartaron al gobernador, vacilante, de un entorno que lo empujaba a la carrera presidencial. Los mentores de ese entorno serían algunos ministros: Ricardo Casal (análisis unánime), Alberto Pérez (sindicado por la mayoría).
Cerca del gobernador, en tanto, aseveran que éste nunca desafió a la Casa Rosada ni coqueteó con la fantasía presidencial. Cuesta creerles, después de algunas jugadas en ese sentido y del aventón que le dieron los grandes medios que siguen pintándolo como la Gran esperanza blanca para conducir al descangayado peronismo federal.
Como fuera, el conjunto reunido clamó apoyo a la Presidenta, a su eventual candidatura para 2011 y emitió también un guiño a la reelección de Scioli como gobernador.
La tenida fue un mensaje al secretario general de la CGT, Hugo Moyano, que trata de hacer pie en suelo bonaerense. La dirigencia frentista lo reconoce como aliado esencial, pero también desea marcarle límites en “el territorio” que conocen mejor que él y que no son muy ganosos de compartir.
Retroceso o confirmación, el pronunciamiento de Scioli conjuga con el sentido común de intendentes y gobernadores del FpV. Todos tienen como prioridad amurallar su distrito, siempre. Ahora también.
El crecimiento de la figura presidencial los induce a procurarlo arrimando al fuego del consenso masivo, pura racionalidad instrumental. Un operador avezado añade dos datos: “Seguramente habrá una impasse en la estrategia de Néstor Kirchner para que florezcan cien flores. Harán falta menos internismo, menos intrusos caminando las provincias y mayor cohesión. Eso favorece a los que gobiernan y, sobre todo, los tranquiliza”. Y agrega “además, al no estar Kirchner, aparece como más factible para ellos el escenario presidencial de 2015. Muchos, como Scioli, tienen edad como para esperar su turno sin inmolarse antes”. Desensillar, para ganar de locales, hasta que aclare.
El ex gobernador cordobés José Manuel de la Sota, que ansía retornar al Ejecutivo provincial, parece pensar en esa línea. Sus gestos de arrimarse fueron conspicuos, hasta participó en un acto y bancó chiflidos de quienes ovacionaban a la presidenta Cristina. La potencial alianza entre el PJ cordobés y el FpV vendría en combo con la promesa de unificar comicios nacionales y locales. Esa maniobra, que constriñe los márgenes del “juego propio” localista, podría valerle al FpV levantar mucho sus malos de-sempeños en las votaciones nacionales de 2009 y aun de 2007. La contrapartida, que Kirchner también pagó en comicios anteriores, es tener aliados contingentes, de fidelidad volátil. Ante una elección en que se juega tanto, el costo parece menor que el beneficio, en términos pragmáticos.
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Otros compañeros: El senador pampeano Verna le sacó abundante jugo a los dos votos de su provincia y a su condición de líbero. Navegó entre el Grupo A y el oficialismo, fue árbitro en muchísimas sesiones. En general jugó siempre con la sorpresa y la decisión a último momento. En estos días, impuso una tregua a su arte de bisagrear, anunciando que acompañará al oficialismo para aprobar el Presupuesto 2011 y también en proyectos que motoriza “la oposición”, como la supresión de los apodados “superpoderes”. Verna, un táctico de aquellos, atisba para qué lado sopla el viento, aunque más no fuera hasta fin de noviembre. Su argumento, empero, es irrebatible aunque contradice el canon imperante: obra en consonancia con lo que hizo como gobernador, exigir a la oposición que sea sistémica con el Presupuesto y valerse de los superpoderes.
Los intendentes Pablo Bruera (platense) y Sergio Massa (tigrense) hicieron acto de contrición. Pusieron el cuerpo en el encuentro en La Plata y en una movilización cristinista en Berazategui. Por decirlo con un eufemismo, no era su hábito semanas atrás. Massa debe tragar más saliva, si Scioli no se entusiasma con la Rosada: su fantasía de ir por la gobernación pierde aire. Bruera también se ufana de tener ese proyecto, pero los números no le dan, los de Massa son más estimulantes. Allegados a este intendente narran que se acercó a darle el pésame a Cristina Fernández en la Rosada y recibió como respuesta un saludo cortés pero frío, que lo golpeó. El gesto, quizá, hizo entrever al astuto ex jefe de Gabinete que podría quedar muy descolocado si se obstina en ir “por afuera”.
El diputado Solá pronunció un discurso con varios elogios a Kirchner, discordantes con la verba de sus rencorosos cofrades federales. Incluso exaltó la política de derechos humanos, que calificó como irreversible, algo que pondría los pelos de punta a sus compañeros de ruta, como Eduardo Duhalde, Miguel Angel Toma o Ramón Puerta. Su sinceridad es opinable, su olfato quizá sea más innegable: chocar contra la Presidenta es, hoy por hoy, alejarse de las masas peronistas.
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Las últimas sesiones: La diputada Elisa Carrió, que confluyó mucho con “Felipe” en meses recientes, optó por otro tipo de repliegue: el silencio. Su retracción es tal que algunos de sus compañeros de bancada intuyen que la Coalición Cívica se abstendrá en próximas votaciones. Nada es seguro, porque Lilita es propensa a sorprender y a no anticipar sus acciones.
Restan pocas semanas para el fin de las sesiones ordinarias, el Grupo A, deshilachado, podría rejuntarse para instar algunas especiales. Para el bloque de Diputados oficialistas, la prioridad es la “media sanción” del Presupuesto. Su titular, Agustín Rossi, habló sobre el punto con la Presidenta. El dictamen del FpV obtuvo mayoría, con el concurso de una diputada socialista. Se descuenta que el socialismo también acompañará la votación en general. El gobernador Hermes Binner obtuvo reciprocidad del FpV en Santa Fe.
El Grupo A, in extremis, acordó un dictamen de minoría. Proyecto Sur presentó el propio.
El oficialismo prefiere buscar la aprobación en una votación muy cerrada, a quedarse con la prórroga “ficta” del Presupuesto 2009. Está por verse la actitud de la oposición. No hay precedentes cercanos de un Congreso que le haya negado el Presupuesto a un Ejecutivo. Ni qué decir de imposición de uno redactado por la oposición. Pero la cultura política antagónica da para todo, desde las dos trincheras.
Son escasas, que no nulas, las perspectivas del Grupo A de aprobar en diputados la reforma a la ley de cheque o a las retenciones.
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En segundo plano: Rossi y los suyos ubican en segundo rango otros proyectos. El de papel para diarios es, en este grupo, el que miran con más cariño. Tiene dictamen favorable de comisión, está en condiciones de pasar al recinto, pero sólo se hará el intento si se orilla el quórum propio y si se cuenta con la presencia de los legisladores de Proyecto Sur. Otra vez, difícil pero no imposible.
Las corporaciones empresarias vendieron abundante carne podrida en relación con el proyecto de participación obrera en las ganancias. Una suspensión acordada por razones de decoro en los días de duelo fue “vendida” como el levantamiento de la propuesta. La operación se comprobó en pocos días, se dijo entonces que hubo una contramarcha de la CGT, a la que se demoniza a como hubiera lugar. De todas formas, en la agenda del FpV no estaba previsto que el proyecto se tratara en las sesiones de este año. El objetivo era instalar el debate y esperar al año próximo. Antes de moverlo más deberán saldarse acuerdos con partidos opositores y limar objeciones dentro de la bancada oficialista.
Los proyectos con dictamen o “media sanción” pueden ser tratados en extraordinarias si la Presidenta las convoca. O pasar al año próximo, para sustanciarse en las ordinarias. Así ocurrió con el matrimonio igualitario, de 2009 a 2010.
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No es tiempo: Es “contingentemente correcto” proclamar que no es tiempo de pensar en candidaturas o escenarios electorales. Pero es inexorable que todos piensen y no es pecado, aunque quede mal. A esta altura el FpV es, como destacó el sociólogo Luis Alberto Quevedo en este diario, una “minoría consistente”. Primera minoría, movilizada y bastante organizada, liderada por la candidata con mayor intención de voto para primera vuelta. La muchedumbre que despidió a Kirchner y dio-pidió “fuerza” a Cristina Fernández insufló potencia y catalizó apoyos.
Aun así, está por verse que ese caudal baste para llegar a la mayoría electoral necesaria. Cuarenta y cinco por ciento, para prevalecer seguro. Cuarenta por ciento o algo más, a condición de ganar por más de diez puntos. La segunda hipótesis es de difícil concreción porque el sistema electoral incentiva la polarización, precisamente para impedir ese desenlace que depende de la capacidad de articulación de los otros partidos y de decisiones del electorado “contrera”.
Aun sin tener garantizada esa mayoría, el oficialismo cuenta con un patrimonio político y simbólico notable, tras siete años de gobernar. Cimentarlo en mayoría electoral exige mantener muy activa la gestión (que es pilar de su legitimidad) y suplir, lo más que se pueda, las capacidades de Kirchner en el “armado” político. En el primer terreno, el Gobierno pisa más firme y ya se anticipa un clásico: medidas redistributivas y pro consumo para fin de año. En el otro, deberá hacer camino al andar. Haber probado un grado alto de popularidad, mostrar a la Presidenta decidida y al mando forman parte del rumbo. El resto es futuro, a construir.
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