Martes, 14 de diciembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Antonio Cafiero *
Mario Vargas Llosa recibió en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura “por su cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, rebelión y derrota del individuo”. El mismo premio que en su momento fue otorgado a Pablo Neruda, Vicente Aleixandre, Gabriel García Márquez o José Saramago, esta vez fue para el profeta antipopulista. No soy quién para evaluar sus méritos literarios y lo ignoro todo acerca de su aptitud como cartógrafo de la política peruana, pero sí objeto la validez de sus mapas para nuestro país. Siguiendo la clara línea trazada desde 2002 por los oráculos del establishment neoliberal, el novelista ve a la Argentina sumida en una crisis de la que no considera que pueda salir, y al “populismo peronista” como único culpable de ello. Sin embargo, si la Argentina pudo recuperarse (cualquier indicador que se tome es por lo menos contundente) no fue merced a las rígidas recetas de los economistas mejor remunerados, sino por ese mismo “populismo” que Vargas Llosa tanto combate.
No es tiempo de sutilezas en el debate político. Diariamente recurrimos al viejísimo truco de divulgar críticas o predicciones –aun cuando sean intencionadas, desinformadas o evidentemente absurdas– sólo por ser adversas a quien no goza de nuestro beneplácito. Los peronistas hemos sufrido estas malas artes cada vez que quisimos transformar la Argentina, y vemos con asombro cómo prodigiosamente regresa la mesura cuando quienes gobiernan lo hacen a favor de los poderes constituidos. No veo cómo esta actitud pueda ser traducida –en Suecia o en cualquier otro lugar– como una “afilada imagen de rebeldía”.
* Ex senador nacional. Titular de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (Coppal).
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