EL PAíS › OPINION

PASO a PASO

Las votaciones que vienen y las primarias. Pretendientes en un “no lugar”. El ballottage clásico y el de Olivos, incentivos diferentes. Una jueza que proscribe. Polarización, la ilusión opositora. Y un vistazo sobre la segunda vuelta porteña.

 Por Mario Wainfeld

Hoy se respira hondo, a partir del domingo 24 se hilvana una seguidilla de elecciones todos los fines de semana hasta el 14 de agosto. Autoridades locales en Santa Fe, Ciudad Autónoma (CABA), Córdoba y, al fin, las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO). En un escenario Kcéntrico, el interés se centraliza en cómo le irá yendo al Frente para la Victoria. En las competencias provinciales sus adversarios asoman como favoritos. En Capital, sólo un milagro (ajeno al resultado de la primera vuelta y al contexto) podría favorecerlo. En Córdoba, ni un milagro puede acontecer, a falta de lista kirchnerista. En Santa Fe, el socialismo puntea en las encuestas, que siempre deben tomarse con pinzas pero que armonizan con la sensación térmica.

El kirchnerismo ya perdió en esos tres territorios en las locales de 2007, mientras la presidenta Cristina Fernández de Kirchner prevaleció en el primer turno, doblando a la segunda, la diputada Elisa Carrió. En las legislativas del 2009, al kirchnerismo le fue fatal en esos relevantes distritos, donde rondó el 10 por ciento. En Capital estuvo a tiro de triplicar esa marca siete días atrás, en Santa Fe crecerá muchísimo aunque queda por verse cuánto.

Las PASO son una innovación sin precedente alguno, lo que impide el análisis comparativo. Las decisiones coincidentes de los distintos partidos las privaron de su faceta principal, hubo una unánime opción por la lista única para presidente y vice. Quedan por disputarse internas para cargos parlamentarios en algunas jurisdicciones. La competencia se concentra en dos aspectos. El primero, para ciertos partidos o coaliciones, llegar al piso del uno y medio por ciento de los votos válidos para poder presentarse en octubre. El segundo, medir el potencial de todos los aspirantes a la Casa Rosada en una suerte de test previo. Un blogger, Lucas Llach, se pregunta con ingenio si no es una encuesta obligatoria y simultánea.

La ilusión, confesa, de los referentes opositores es que el escrutinio del 14 de agosto induzca al elector no kirchnerista a tomar nota de quién va segundo, para polarizar dos meses. El sistema nacional de ballottage propicia el llamado “voto útil” pero, ay, no lo garantiza. Las PASO traban operaciones partidarias que ayuden esas conductas: si alguien se “bajara” abandonaría la oportunidad de sumar bancas en el Congreso (perdería, pues, algunas en términos absolutos). El imaginario de la dirigencia opositora también conspira en contra: los ex integrantes del grupo “A” no lo dicen (sería insensato sincerarlo cuando se está a la pesca de apoyos) pero suponen que lo más factible es que CFK gane las elecciones, por lo que toman posiciones de cara al 2015. El jefe de Gobierno, Mauricio Macri, y José Manuel de la Sota (si corona en Córdoba) están explícitamente colocados en ese escenario.

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El ballottage de Olivos: Los sistema de doble vuelta tradicionales (el de Francia, Brasil, Tierra del Fuego o Ciudad Autónoma), que exigen el cincuenta por ciento más uno de los votos, incentivan el voto expresivo en la primera. Las conductas colectivas, empero, no son lineales: el electorado puede polarizarse igual. Votar en la primera vuelta como si fuera la segunda, escribió Guillermo O’Donnell hace muchos años, tal como aconteció en la CABA el domingo 10.

El esquema establecido en la Constitución de 1994, en cambio, induce a la polarización de movida. El que imagina ser segundo (y quienes lo bancan en las urnas) tiene fuerte interés en superar el 30 por ciento de entrada y, como ideal, llegar al 34,9 por ciento, para evitar que el más votado llegue al gobierno con más del 40 o menos del 45 por ciento más uno de los sufragios. De nuevo, ese aliciente no produce efectos automáticos. Lo corrobora la elección del 2007, cuando los votos “contreras” se fragmentaron entre la Coalición Cívica y el radicalismo, tonificado con la figura de Roberto Lavagna. El diputado Ricardo Alfonsín y el ex presidente Eduardo Duhalde ansían que esta vez sea distinto, lo explicitan e instan de antemano a los votantes. Predecir qué harán éstos es prematuro, máxime cuando se desconoce cuál podría ser el resultado de las PASO que, a falta de estímulo fuerte, lucen poco erotizantes para los ciudadanos.

Permítase una digresión: este sistema enmarañado, creado para mantener vigente al bipartidismo peronista-radical, fue rechazado por el electorado porteño, al que ahora está de moda cristalizar como “de derecha” y demonizar. El engendro del Pacto de Olivos fue plebiscitado favorablemente en el casi todo resto del territorio nacional, hecho olvidado en reseñas históricas simplificadoras.

Volvamos al núcleo. Las PASO tiran para un lado fuertemente expresivo, las presidenciales para otro. En las primarias se cuentan las costillas para medir cuán primero está el oficialismo y, acaso, quién emerge como segundo entre sus adversarios Queda por dilucidarse cómo impactarán las primeras sobre las que definirán los próximos cuatro años.

En ese cuadro atractivo y de ardua predicción, una jueza metió la cuchara, desvirtuando las leyes y la Constitución, lo que amerita un parrafito aparte.

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Eramos pocos y apareció Servini: La jueza federal con competencia electoral María Romilda Servini de Cubría dictó una resolución estableciendo una sanción para los ciudadanos que, de modo injustificado, no participen en las PASO. Decidió que perderán el derecho de participar en octubre. Una penalidad que la ley respectiva no prevé, producto de su imaginación y voluntad, chocantemente contraria al sistema normativo, empezando por la Constitución. Sus argumentos son paupérrimos y equivocados; tronchar un derecho constitucional sin apoyo legal, un disparate que regiría (hay que decir, por suerte) sólo en el área de competencia de Su Señoría, la Ciudad Autónoma.

El ministro del Interior, Florencio Randazzo, declaró que la resolución judicial no tiene validez. Tiene razón sobrada pero no eligió la vía pertinente, como afirmó tras escucharlo el director nacional electoral Alejandro Di Tullio. El modo prolijo y legal de echar por la borda el disparate autoritario de Servini es otra acción judicial que la invalide, sea de la misma magistrada por contrario imperio, sea de la Cámara.

Tiempo para hacerlo hay pero, en el intervalo, sorprende la pasividad de todos los partidos políticos y de las ONG bienpensantes que defienden supuestamente derechos ciudadanos y que en los hechos suelen orientar sus movidas sólo a los poderes ejecutivos. En un régimen jurídico donde prima “el recurso de amparo fácil”, acá anda faltando uno. Hay en juego un virtual cercenamiento (o puesta en duda, por la parte baja) de derechos de cientos de miles de argentinos, por el capricho de una jueza. La pasividad institucional colectiva ante un hecho grave contrasta con la vivacidad predominante para discutir en los medios.

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La aldea y el conjunto: Macri cosecha desde un “no lugar” nacional para 2011. En ese trance, le conviene que no le surja un “hermano macho”, un opositor al kirchnerismo que talle fuerte o gane lo que lijaría su condición de magno challenger en 2015.

En Santa Fe sería distinto si gana el socialismo que daría envión a Hermes Binner, candidato a presidente del Frente Amplio Progresista. Comparemos, en pocas líneas, semejanzas y diferencias de esa provincia con la CABA. En ambas hay un gobierno local elegido por primera vez en su historia, que busca revalidar. En las dos se enfrentaron tres fuerzas con potencial. Hasta ahí las similitudes. Una diferencia, que mejora al diputado Agustín Rossi respecto del senador Daniel Filmus, es el caudal de peronistas en Santa Fe. Claro que esa ventaja tiene dos contrapesos combinados: que la elección es de vuelta única y que Miguel Del Sel captura votos de base justicialista. Otra dificultad adicional es que el Midachi que lleva los colores de PRO está en ascenso, a diferencia del diputado Fernando Solanas.

En Córdoba, si volviera a gobernar De la Sota (ya mentó) lo haría desde un no lugar similar al de “Mauricio”. Si prevaleciera el senador Luis Juez duplicaría el envión al FAP. Si el senador Oscar Aguad recuperara lo que fuera un bastión radical durante más de una década, lograría el primer éxito de la UCR en las provinciales y le daría una manito a la autoestima de las huestes de Ricardo Alfonsín.

Nadie discute que los resultados posibles en las elecciones nacionales pintan ser muy disímiles a la de este maratón electoral. Pero alguna influencia puede haber, sobre todo si en el FpV se acentúa el internismo y la falta de espíritu de equipo.

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De ayer a hoy: El armado que condujo el ex presidente Néstor Kirchner en 2007 partía de la premisa “a Cristina le faltan algunos votos”. De ahí, la búsqueda de aliados con peso electoral propio, la misma Concertación Plural y las concesiones a los aliados.

El 2011 está (¿sobre?) determinado por la hipótesis de que “los votos son de Cristina” y por la marca de las deserciones ulteriores al conflicto de las retenciones móviles. De ahí la mayor injerencia presidencial en las listas, correlato de su legitimidad. El cambio es de manual, porque cambiaron las correlaciones de fuerzas internas. Las proporciones en que se implementó, opinables. Ponderar si se relegaron demasiados compañeros o algunos en especial es pura especulación. Las tácticas electorales son un arte pragmático, que se corrobora cuando se abren las urnas. Con esa salvedad, el cronista cree que se ha apostado mucho a candidatos que no suman adhesiones. Y que la intervención presidencial “muy abajo” (por ejemplo) en las boletas de comuneros porteños, puede ser disfuncional, si retrae entusiasmo para comprometerse en el activismo electoral.

La participación popular va sucediéndose en un contexto histórico único, de años de estabilidad política y crecimiento económico. Los debates cotidianos a veces distraen acerca de la magnitud de ese entorno, cuyo peso es digno de mención. Por ejemplo, acaso sirva para explicar por qué los díscolos porteños que se pronunciaron contra el kirchnerismo optaron trascartón por disfrutar del domingo de sol y no por atronar con festejos. El hecho de que unos cuantos tienen al unísono preferencias por el jefe de Gobierno y por la Presidenta es otra referencia que alude a la lógica epocal y a la complejidad de la política.

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Imagen: Dafne Gentinetta
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