EL PAíS › OPINION

Elecciones porteñas

Por Leonora Colombo *

En la nota publicada bajo el nombre “Otro triunfo de lo viejo”, se realizan varias afirmaciones respecto a la reforma del sistema electoral de la ciudad, algunas de ellas bastante cuestionables.
En primer lugar, se afirma que la falta de sanción de la ley de reforma electoral el pasado jueves clausura la posibilidad de implementar la reforma política en la ciudad. Esto es cierto, así como también que la reforma propuesta por la UCR y algunos diputados del PJ no fue votada gracias a la oposición de los legisladores que le responden a Macri, los socialistas, los diputados del ARI y los de la izquierda. Sin embargo, es bueno recordar que quien puso a la Legislatura entre la espada y la pared, y quien en primer lugar dificultó la sanción de la reforma electoral fue el jefe de Gobierno, quien convocó a elecciones en forma intempestiva forzando al máximo los plazos establecidos en la ley vigente –maniobra que respondió a los cálculos electoralistas que supuestamente favorecen su reelección–. Esta decisión dejó a la Legislatura una sola fecha en la cual debía sancionar una ley que requiere del apoyo de dos tercios de los integrantes del cuerpo. ¿Habrá sido éste otro de los cálculos que motivó el sorpresivo llamado a elecciones en la ciudad?
Pero el sector que responde a Ibarra intenta lavar sus culpas sosteniendo que el Poder Ejecutivo había presentado un proyecto de reforma el año pasado. Esto también es cierto, lo que no se dice es que el sistema era complicadísimo, y que ni los propios defensores del proyecto podían explicar su funcionamiento. Tampoco se dice que, en los seminarios con especialistas que realizó la Legislatura, el proyecto fue unánimemente criticado por atentar contra la representación de las minorías y violar el principio de proporcionalidad que exige la Constitución de la Ciudad. La pregunta que debemos plantearnos es: ¿Es bueno un proyecto que es tan complicado que los votantes no terminan entendiendo a dónde va su voto, y que es rechazado por especialistas y organizaciones de la sociedad civil por eliminar a los grupos minoritarios?
En tercer lugar, se afirma que el sistema vigente permite que algunos “cuelguen” sus boletas de las de los candidatos conocidos, “con una maniobra que está prohibida en la mayoría de los países del mundo”. Nuevamente, hagamos un ejercicio de memoria y recordemos que en la elección en la que fue electo Ibarra, su nombre figuraba en cuatro boletas. Parece que la horrible práctica que hoy se critica ayer no era tan mala (y quizá mañana tampoco lo sea).
La reforma del sistema electoral es indispensable, y es reclamada por la mayoría de los vecinos de la ciudad. Los Diputados que quisieron responder a esta demanda propusieron un proyecto que respetaba la representación de las minorías y garantizaba el conocimiento de los candidatos por parte de los votantes. La eliminación de la lista sábana no pudo ser sancionada por la oposición de la derecha y la izquierda, que por una vez se aunaron para mantener el sistema vigente. Pero la historia no comienza hace cinco días, y quienes hoy intentan liberarse de toda culpa deberían recordar que Ibarra condujo, en la anterior gestión, un bloque de Diputados de 37 miembros, al que sólo le faltaban tres votos para sancionar la reforma electoral, y que sin embargo la lista sábana se mantuvo.

* Politóloga. Asesora de la Comisión de Asuntos Constitucionales.
Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.

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