Domingo, 11 de marzo de 2012 | Hoy
EL PAíS › EL LIBRO DEL JUEZ DANIEL RAFECAS SOBRE EL EXTERMINIO DE LOS JUDIOS EUROPEOS
Estudioso del problema de la legalidad en los regímenes totalitarios, Rafecas indagó en el Holocausto “como si fuera la causa del Primer Cuerpo” y la culminación de la no legalidad que significó el régimen nazi.
Por Raúl Kollmann
El juez federal Daniel Rafecas no es integrante de la comunidad judía, no tiene familiares que hayan sufrido por el Holocausto, pero desde hace años estudia con pasión todos los aspectos del genocidio perpetrado por Adolf Hitler y el nazismo. Esta semana se podrá encontrar en las librerías Historia de la Solución Final (Siglo XXI Editores), que lleva como subtítulo Una indagatoria de las etapas que llevaron al exterminio de los judíos europeos, un análisis minucioso, pero que también se lee sin dificultades, sobre la forma en que evolucionó, al mismo tiempo, la guerra y la persecución contra el pueblo judío. Desde la discriminación y la marginación a través de una sucesión de leyes, luego la política de hacer emigrar a los judíos hacia todo lugar posible, después la idea de crear una especie de reserva en Madagascar o Siberia, la aniquilación en el frente militar de Polonia y la Unión Soviética y finalmente el exterminio en cámaras de gas.
El diálogo de Página/12 con el juez Rafecas es apasionado y apasionante.
–¿Cómo llegó al tema de la Shoá, el genocidio?
–Hace décadas que estoy leyendo y que investigo. Desde el estudio de las ciencias penales me fui acercando al tema del régimen nacional socialista, el estado de derecho en el marco de la dictadura hitleriana, la vigencia del derecho, y de ahí salté al producto más perverso, el Holocausto. En un momento de ese tránsito del derecho durante el régimen nazi al exterminio me atrapó el estudio de algo que no tiene igual y que la humanidad no puede soslayar.
–Al comienzo de Historia de la Solución Final impresionan la sucesión de leyes antisemitas: se prohíbe a los judíos ser abogados, médicos, profesores universitarios, alumnos en la escuelas; se prohíben los casamientos mixtos, se determina quién es judío y quién no. ¿Cómo fue posible que juristas le dieran apoyo a semejantes leyes?
–Es terrible e inexplicable. Se trata de no derecho. Los fallos judiciales desde 1933, cuando los nazis llegan al poder, hasta la guerra, son manifestaciones de no derecho. Desde el derecho penal se le tiene que poner límites al poder del Estado, pero vemos que abogados, jueces, académicos, juristas producen discursos que no sólo no limitaban el discurso totalitario ¡sino que lo legitimaban! Se dictan leyes que le allanaban el camino a Hitler, funcionales al Estado totalitario. El derecho jugó un papel nefasto. Como se ve en esa primera parte del libro, las leyes y el régimen en sí mismo apuntaban a forzar la emigración de los judíos.
Efectivamente, Rafecas dedica gran número de páginas a analizar las leyes y también la inmensa presión para que los judíos se fueran de Alemania y del resto de Europa. Hay un recuento de las exigencias para que dejarán sus hogares miles de personas por semana.
–En esa etapa, el objetivo era echar a los judíos, a Latinoamérica, a Estados Unidos, incluso a Palestina –redondea Rafecas–. Adolf Eichman, luego capturado en Argentina, se empezó a destacar sacando judíos de Austria.
En el libro se cierra esa primera etapa con un cuadro en el que se establece que en Alemania, Austria y Checoslovaquia había unos 900.000 judíos; emigraron entre 1933 y 1940, 475.000, es decir, más de la mitad. Fueron asesinados 310.000.
–La segunda etapa fue la de crear una reserva judía, o sea un lugar al que enviar a los judíos de Europa. La idea era Madagascar. Y luego, en una tercera etapa, a partir de 1941, la estrategia apuntaba a deportar a todos los judíos a las estepas siberianas. Por supuesto que eso dependía de la victoria en el frente oriental. Como esa victoria sobre la Unión Soviética nunca se produjo, el plan fracasó, especialmente después de la batalla de Moscú. Así surge la solución final, el aniquilamiento.
–Algo que llama mucho la atención es que los nazis van deportando judíos de Alemania, Austria, Checoslovaquia, pero al mismo tiempo anexan a Polonia que tenía millones de judíos.
–Tal cual. La burocracia que se ocupaba de los asuntos judíos, las SS, las agencias encargadas de transportar, se van encontrando con cada vez más contingentes. Entonces tienen que empezar a armar otros planes, más grandes que los anteriores. La forma en la que se llega a la creación y crecimiento de Auschwitz sólo se explica por la evolución de la guerra y el frente oriental. Esto no se valora habitualmente.
–En el frente oriental es donde fusilan en masa.
–Esos fusilamientos se producen por razones específicas. Hitler y Heinrich Himmler consideraban que todos estos territorios estaban reservados para colonizar, para multiplicar la raza aria. Estaba el concepto de repoblar, de limpieza étnica. Los judíos y también los eslavos eran colectivos a exterminar. Los judíos porque eran enemigos, la propaganda nazi los asociaba con los bolcheviques y los eslavos eran considerados una raza inferior. Por lo tanto ambas poblaciones debían ser reducidas.
–Se ha debatido mucho la forma en la que convencieron a esa burocracia para que ejecute a millones de niños y mujeres indefensos. Usted señala que los ejecutores fueron decenas y hasta centenares de miles.
–Si salimos de la explicación conformista de que fueron unos miles de fanáticos y entendemos que fueron decenas de miles y hasta cientos de miles, la mayoría burócratas, nos queda el interrogante de cómo es que se prestaron a esa matanza. Y en mi libro yo pongo el acento en que los discursos fueron fundamentales, legitimantes, la publicidad antisemita destinada a allanar el camino de la destrucción, calmar conciencias, evitar objeciones, como pueden ser prestarse a la matanza de niños y mujeres obviamente inocentes, en cada agente o funcionario. Eso llevó a que lo hagan sin escrúpulo y hasta convencidos. Fue decisiva la identificación del judaísmo con el bolchevismo, fue machacado que el judaísmo era portador del comunismo y que había que combatirlo. El enemigo interno, el delincuente natural, el culpable de los males. Lo identificaron también con el capitalismo norteamericano. Todo llevaba al concepto de que se trataba de un virus, culpable de la contaminación racial. Y no hablemos del tema religioso, o sea el odio por practicar una religión distinta.
–Un hecho dramático fue que los países latinoamericanos, entre ellos la Argentina, les cerraron las puertas a los judíos, cuando todavía se podía salvar a muchos, cuando los nazis todavía optaban por echar y no por matar.
–No estuvimos a la altura, es lo que duele. Es uno de los datos que vienen de la historia. La conclusión es que en Occidente pesaron más los prejuicios contra los judíos europeos, la mezquindad de la política interna, que tener un gesto humanitario elemental frente a un colectivo en gravísimo peligro. Era un colectivo perfectamente asimilable, como se demostró después con el tremendo aporte que los judíos hicieron a nuestra cultura, nuestra economía, nuestra ciencia. Latinoamérica tenía especiales condiciones para receptar, pero se perdió una oportunidad histórica. Estados Unidos receptó mucho menos de lo posible, aunque fue el que más receptó: 200.000 judíos europeos. Pero en 1939 protagonizó uno de los hechos más tremendos. Llegó a sus puertos el barco Saint Louis y no dejaron bajar a los 900 refugiados judíos. El barco tuvo que volver a Europa y la mayoría de los refugiados terminaron muriendo en el Holocausto. Y eso que tenían visado para 1940 y como era 1939 no los dejaron bajar. Esta idea de la política migratoria nacionalista sigue presente en todos lados.
–¿Cuál es el mensaje de Historia de la solución final?
–El mensaje esencial es que estos hechos ocurrieron a mediados del siglo XX, hace muy poco. Es un llamado de atención inevitable para nuestras sociedades enclavadas en la modernidad. Auschwitz no hubiera sido posible sin artefactos, discursos racistas, montajes en cadena, industria química, siderúrgica, sin la burocracia, todos elementos claves en un estado moderno. Es un compromiso moral acercarse al estudio de este tema.
–¿Cómo reaccionan sus alumnos en la universidad?
–La reacción es de sensibilización, de compromiso, de agradecimiento, de la sensación de algo fundamental para la formación profesional y ciudadana y de hecho es innegable del creciente interés en sociología, derecho, psicología, respecto de la Shoá y sus consecuencias. Se abren cátedras, cursos, hay cada vez más estudiosos que se van especializando. Van pasando los años y la Shoá no cae en el olvido, concita mayor interés. No hay margen para poner en duda lo ocurrido, ni siquiera como mecanismo de defensa de las conciencias. Es tan contundente que diría que es uno de los hechos históricos más documentados. Por eso el libro es una indagación de las etapas del genocidio y lo que yo hice fue utilizar el método de indagación judicial, al cual estoy acostumbrado como juez, para desentrañar los acontecimientos entre 1933-1943. Lo trabajé como trabajo la causa del Primer Cuerpo de Ejército: documentos, discursos, como si fuera prueba de un expediente. Diría más, lo trabajé hasta con una dosis de imparcialidad y objetividad: como no pertenezco a la comunidad judía ni mi familia fue afectada, no pertenezco a la generación que vivió la Shoá. Todo eso consolida una cierta distancia y objetividad frente al análisis y los elementos que estudié.
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