Sábado, 12 de mayo de 2012 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Emilce Moler *
Días atrás se conocieron las declaraciones que el dictador Videla realizó en una entrevista periodística. Despertó la polémica y emergieron diferentes cuestionamientos. Preguntas como: ¿qué cosas agrega a lo dicho, que se viene denunciando desde hace décadas?, o ¿por qué ahora?, entre otras, fueron acompañando al debate en los diferentes medios. Pero para mí la pregunta más inquietante sigue siendo: ¿qué no dice Videla?
Videla no dice lo que, desde hace años, se le exige que diga: dónde están los cuerpos de los miles de compañeros de-saparecidos y de los nietos apropiados. Sigue sin declarar esto ante la Justicia. Por lo tanto, ¿tiene sentido escuchar otras cosas y fuera del ámbito legal?
Cuando intercambio posiciones sobre este tema surge el incuestionable derecho de un periodista a realizar entrevistas, situación que no voy a debatir. Pero me permito hacer una pregunta: ¿usted haría una entrevista a un torturador mientras está sometiendo a la víctima? La respuesta que voy a obtener seguramente será un “no” rotundo. Y ante esto, mi repregunta: ¿y qué diferencia hay con esta entrevista?
Por supuesto que apelo a esta brutal analogía para llevar al límite la situación. Y es aquí donde reflexiono con cierta intranquilidad: ¿estamos entendiendo que los represores continúan cometiendo delito con la desaparición forzosa de personas? ¿El periodista era consciente de que mientras estaba hablando con él, con su silencio continuaba torturando a miles de familiares, ocultándoles el destino final de sus seres queridos? Sobre este razonamiento... ¿era tan exagerada la pregunta que hice inicialmente?
Comparto la indignación de Osvaldo Quiroga en su entrevista con el autor del libro en Canal 7. En la discusión de “dar o no la mano” se sintetizaba si a quien se tiene enfrente es un asesino que en ese momento está cometiendo un delito o sólo se lo toma como un “entrevistado”.
Fueron muchos los esfuerzos de diversos sectores de la sociedad y del Estado para llegar a los juicios ejemplares que se están realizando. Las sentencias de los distintos tribunales han probado acabadamente que existió terrorismo de Estado, que son crímenes de lesa humanidad, que hubo desaparición forzada de personas y apropiación de niños.
Por lo tanto, lo que los represores puedan decir sobre estos temas ya no agrega nada sustancial para esta etapa. . Estas palabras en otro momento histórico hubieran sido reveladoras, pero ahora sólo son una reafirmación de lo que ya se sabe y que no tiene sentido callar porque la Justicia y la sociedad ya lo condenaron.
Seguramente siempre puede agregar detalles, pero, ¿tiene sentido saltar tantas barreras éticas para conseguir sólo esto?
Hoy están dadas las condiciones legales para que quien quiera defenderse lo haga en el marco de un juicio, llevado a cabo por un gobierno democrático. Sin embargo, es en este marco en el cual eligen no hablar. Recién empezamos a ver un atisbo de algunas palabras del dictador Videla en la causa Santucho.
Estos “fuegos artificiales” de palabras nos deben colocar sobreaviso. Como dice Estela de Carlotto, es un llamado de alerta. ¿Por qué se están dando estas situaciones ahora? ¿Alguien quiere que hablen? ¿Van a definir ellos qué van a decir? ¿Van a volver a intranquilizar con sus palabras? Apelo a la ética de quienes tienen la posibilidad de ejercer su derecho como periodista a que también se tenga en cuenta el derecho de memoria, justicia y sobre todo verdad, que es lo que nos está faltando y no queda mucho tiempo. No nos confundamos: Videla no habló.
* Integrante de la Comisión Provincial por la Memoria. Militante de DD.HH., ex detenida-desaparecida.
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