EL PAíS
Miles de personas en las plazas y en Avenida de Mayo
La mayoría llegó en forma espontánea, muchos para ver a Chávez, Lula y Fidel, y también con expectativas abiertas en el nuevo presidente.
Por Luis Bruschtein
“Ahí viene Piñón Fijo a caballo y Ketchup” gritó una nenita que estaba a horcajadas sobre su padre, cuando avanzaban los granaderos y el auto que llevaba al presidente Néstor Kirchner. No muy lejos de allí, entre la multitud que se había agolpado en las veredas de la Avenida de Mayo, un cincuentón recordaba que el 25 de mayo de 1973 “vinimos con la JP de zona Norte y acampamos en la Plaza Houssay, allí no juntamos con la JUP y marchamos a la Plaza”. “Hermano, yo ya no sé a quién apoyar, ojalá que esta vez el viento sople para este lado”, afirmaba un cuarentón que participó en las asambleas vecinales tras un paso frustrado por el Frepaso. En una multitud que en su gran mayoría se había concentrado en forma espontánea, cada generación echaba mano a los referentes que le eran más familiares para explicarse la decisión de estar allí.
Poco después del mediodía comenzaron a llegar a la Plaza del Congreso columnas de manifestantes de localidades bonaerenses y algunos sindicatos. La mayor parte de estas columnas ocuparon el sector ubicado frente a la escalinata del Congreso. Estos manifestantes respondían a la convocatoria pública del sector duhaldista del PJ. Sin embargo, desde los días anteriores era difícil saber si también asistiría gente en forma espontánea en un país donde los políticos en general no despiertan muchas esperanzas y donde muchos de los votos que recibió el nuevo presidente, aparte de los propios y los del aparato justicialista, parecían más perfilados sólo como antimenemistas.
Como en los días de las grandes concentraciones, pasado el mediodía empezó a verse mucha gente caminando en las calles adyacentes a la Plaza del Congreso. Grupos de amigos que se habían juntado para decidir qué hacer, familias enteras endomingadas y vecinos de los barrios que marchaban sin banderas, sin gritar consignas y sin sumarse a otros grupos. No había un común denominador en el aspecto o en el nivel económico ni en las edades.
Cerca de las 15, mientras los grupos organizados se concentraban frente al Congreso, ya había una multitud a los costados de la Avenida de Mayo por donde debería pasar el nuevo presidente hacia la Casa Rosada. Había cierta repetición en la forma de saludarse: “¿A vos qué te parece?”, preguntaba uno después de los abrazos del encuentro. “Y... no sé, pero si va bien hay que apoyar”, respondía el otro. La sirena de una ambulancia se abrió paso por la avenida.”Seguro que ahí se lo llevan a Menem”, bromeó otro de los vecinos.
“Y ya lo ve, y ya lo ve, es la gloriosa JotaPé” era el canto de guerra de la Juventud Peronista. Pero esta vez sonó distinto. “Y ya lo ve, y ya lo ve, es para Menem que lo mira por Tevé”, fue una de las consignas improvisadas y más coreadas. Porque no había consignas elaboradas por grupos o corrientes políticas. Cuando Kirchner ingresó al Congreso se había escuchado “Olé, olé, olé, Kirchner, Kirchner”. Un globo aerostático en el centro de la plaza tenía escrito con grandes letras: “Eduardo Sigal, Unión Popular Lomense”.
Es probable que la presencia de Lula, Fidel y Chávez haya servido para que muchos terminaran de decidir su participación. Numerosos jóvenes llevaban banderines rojos con la efigie del Che y en un tramo del recorrido había un grupo con una pancarta de la Casa de Amistad ArgentinoCubana y otro con una pequeña bandera roja y negra del Movimiento 26 de Julio. Dos jóvenes habían arrancado un cartel con las caras de Chávez y Fidel, con la leyenda “Bienvenidos”, y se paseaban entre los manifestantes con el cartel desplegado. Otra señora había recortado un mapa de América Latina, lo había pegado sobre una cartulina y había escrito “Latinoamérica unida”. Había clavado su cartel casero en un palo y esperaba pacientemente el paso de la comitiva.
Era un clima raro con todas esas personas que se habían reunido sin convocatoria, sin consignas ni carteles partidarios, muchas ansiosas dever a los líderes populares latinoamericanos y al mismo tiempo expresando el deseo, entre cauteloso y apremiante, de volver a tener esperanzas.
Y ocurrían situaciones que se dan en las manifestaciones espontáneas. Sobre Rodríguez Peña, a una cuadra de la Plaza, un policía había puesto la radio del patrullero a todo volumen. La gente se iba agolpando alrededor para escuchar el discurso de Kirchner y aplaudían o expresaban sus opiniones con el policía como director de sonido. En un bar que está sobre la Plaza del Congreso, los parroquianos que llenaban el lugar seguían la ceremonia por televisión. Cuando sonaron los acordes del Himno Nacional, se empezaron a parar algunos y finalmente todo el bar estaba de pie cantando el Himno. En la calle y a varias cuadras de Entre Ríos, donde apenas se escuchaban los altoparlantes, la gente también cantó. “Hace como treinta años que no canto el Himno en los actos porque nadie lo canta y quedás como un boludo –decía un periodista–, pero esta vez lo cantaban todos.” En la caminata hacia Plaza de Mayo, un grupo de muchachos se dedicó a extraer las banderas que estaban en los faroles y los mismos manifestantes empezaron a chiflarlos y gritarles para impedírselo, hasta que lo consiguieron.
El único auto que pasó con los vidrios bajos fue el que llevaba al presidente saliente Eduardo Duhalde y su esposa Chiche, y mucha gente los saludó con entusiasmo. Cuando pasó el que llevaba a Kirchner, se desbordó el cordón policial. La ceremonia había terminado y en el Congreso ya no quedaba nadie, las columnas organizadas se trasladaban por el interior de la plaza hacia la Casa Rosada y la gente suelta, que no conocía muy bien el programa de actos, comenzó a bajar a la calle y a caminar hacia la Plaza de Mayo. Se mezclaron los carteles y la gente espontánea, los manifestantes del PJ miraban con sorpresa a los otros manifestantes y sus pancartas quedaron dispersas en esa marea que pareció multiplicarse cuando salió de Congreso y se encolumnó por Avenida de Mayo.
En la Plaza, la multitud había sorteado el vallado que está detrás de la pirámide y se había ubicado casi frente a la Rosada. La Plaza se llenó hasta la mitad y de allí para atrás estaba más espaciada, aunque mucha gente caminaba por Avenida de Mayo hasta 9 de Julio. No eran manifestantes con disciplina partidaria, así que llegaban cuando les parecía y se iban igual, y algunos se alejaban para tomar un café y después volver. Para ser un acto mayoritariamente espontáneo resultó también masivo. Cuando Kirchner salió al balcón, más de la mitad del público ya se había retirado. Uno de los manifestantes encolumnados, con signos evidentes de haber festejado, expresó: “estamos de fiesta, ganó el que tenía que ganar y se fue el que se tenía ir”.