EL PAíS › LAS ESCENAS EN EL CONGRESO EN LA CEREMONIA DE ASUNCION DE KIRCHNER
51 aplausos para el nuevo presidente
La barra más que la bancada interrumpió a Kirchner con sus ovaciones. Fidel, contento de sentarse a la izquierda. Lula recibió un pésame. Todos se olvidaron de Mel, menos su nerviosa custodia. El hermano Eduardo se escabulló. Las indicaciones de Cristina y los mimos de Nina al Lole.
Por Felipe Yapur y Eduardo Tagliaferro
“No se puede volver a pagar deuda a costa del hambre y la exclusión de los argentinos generando más pobreza y aumentando la conflictividad social. La inviabilidad de ese viejo modelo puede ser advertida hasta por los propios acreedores, que tienen que entender que sólo podrán cobrar si a la Argentina le va bien.” El párrafo fue el aplauso 37 de los 51, y uno de los dos más rotundos que recibió Néstor Kirchner a lo largo del primer mensaje como Presidente ante la Asamblea Legislativa. El clima festivo, acompañado por la presencia de los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, Hugo Chávez y Fidel Castro, dejaron entrever que se estaba frente a un verdadero cambio de época más que a una simple asunción presidencial. El propio Presidente se encargó de enfatizar que lo que se estaba viviendo era una nueva etapa, cuando resaltó que “necesitamos enfrentar con plenitud el desafío del ‘Cambio’ (sic)”. Fiel a su estilo, Kirchner aparece muy comprometido con sus propias definiciones. Las expectativas y los respaldos lo condicionan. Difícilmente el santacruceño pueda ir en el sentido opuesto al de sus palabras. A lo sumo podrá extraviarse en la intrascendencia.
La expectativa que generó la asunción de Kirchner superó las diferencias entre los bloques legislativos y, sobre todo, los votos con que el patagónico llegó a la primera magistratura. No se pareció en nada a la esperanza que se vivió hace 30 años cuando un gobierno peronista asumió la conducción del país tras 18 años de proscripción. Sin embargo, una brisa peronista no menemista sobrevoló el recinto de Diputados donde se realizó la Asamblea Legislativa. Los legisladores del PJ no fueron los más entusiastas a la hora de aplaudir en las 51 oportunidades que Kirchner fue interrumpido. La mayor parte de las ovaciones provinieron desde las barras. Esto, y algunas otras, son las muestras del cambio que anunció el nuevo Presidente.
- La sonrisa de Duhalde. El presidente saliente llegó con su esposa Hilda “Chiche” Duhalde con una sonrisa de oreja a oreja. Saludó a todos y cada uno de los que cruzaron su camino. “Me voy contento porque dejo a la Argentina en pie”, dijo el bonaerense frente a una nube de periodistas mientras se dirigía presuroso hacia el Salón Azul donde saludaría a las delegaciones extranjeras.
- Fidel y las bancas. Mientras los presidentes esperaban ingresar al Salón Azul para saludar a Eduardo Duhalde, el presidente cubano Fidel Castro quiso conocer el recinto de Diputados. Presuroso el titular de la Cámara, el duhaldista Eduardo Camaño, se presentó frente al líder cubano. El legislador se explayaba sobre el sistema parlamentario argentino y Fidel lanzaba una pregunta tras otra. ¿A cuánto asciende la producción de soja? ¿Cuántos países europeos caben dentro de la Argentina? ¿Qué porcentaje de desocupados tienen? Mientras Camaño y su vocero Julián Mandriotti entregaban algunas respuestas, Fidel volvió sobre una pregunta que había olvidado. ¿Dónde nos vamos a sentar los presidentes? Cuando Camaño le dijo “a la izquierda del estrado”, el comandante cubano respondió “quería estar a la izquierda”. Un reducido grupo de periodistas era testigo desde los palcos de este encuentro. Cuando Fidel respondió con su mano en alto al saludo de los cronistas, Camaño se acercó para señalar a los acreditados y decirle “éstos hablan más que nosotros”.
- Corinthians y el Mercosur. El diputado del ARI, el riverplatense Eduardo Macaluse, le entregó sus pésames al presidente brasileño, por la eliminación de su equipo el Corinthians de la Copa Libertadores. “Fue nuestra contribución al fortalecimiento del Mercosur”, dijo Lula entre sonrisas, a modo de justificación por la derrota de su equipo frente al Campeón del Siglo, River Plate.
- ¿Alguien vio a Mel? El enviado del gobierno norteamericano Mel Martínez llegó sin que nadie lo reconociera. Esto le permitió, salvo por suhistérica custodia, moverse con tranquilidad por los pasillos del Congreso. Nadie se percató de su presencia cuando anunciaron a los invitados especiales, ya que el locutor oficial ni siquiera lo nombró.
- El aplausómetro. Kirchner fue interrumpido por 51 aplausos durante su discurso inaugural. De todas formas, ninguno de ellos superó en intensidad al que recibió Fidel, quien incluso provocó el tradicional “olé, olé, Cuba, Cuba” que bajó con fuerza desde el palco de periodistas para luego escucharse entre las bancas y el resto de los palcos de la Cámara de Diputados. El líder cubano, con inusual timidez, se limitó a saludar hacia los cuatro costados. Otro que compitió en la intensidad de aplausos fue el brasileño Lula, que sonriente y haciendo gala a su mote que en portugués significa calamar, se sonrojó ante los vítores. El año pasado, cuando Duhalde votó en contra de Cuba en la ONU continuando con la tradición de Carlos Menem y Fernando de la Rúa, los diputados y los senadores se habían manifestado por la abstención. Sin embargo, a la hora de repasar los votos de los legisladores, éstos supieron estar más cerca del Fondo Monetario que de las posiciones levantadas por la Revolución Cubana.
- El cartel de Recrear. Antes de la Asamblea, Eduardo Camaño saludaba personalmente a casi todos los legisladores. Así percibió que la liberal Fernanda Ferrero, encolumnada con Ricardo López Murphy, encabezaba una protesta contra Castro. Pensaban enarbolar algunos carteles de repudio a su visita. El quilmeño apeló a todas sus dotes y logró convencer a los legisladores de la derecha vernácula para que desistan del papelón. Mirando al palco de periodistas y con su pulgar en alto, Camaño entreabrió su saco y mostró el cartel de los anticastristas.
- Sin amigos. El descabezado titular del Ejército, Ricardo Brinzoni, se sentó serio, con cara de pocos amigos, junto a los jefes de las otras fuerzas en un incómodo rincón del recinto. Saludó a los pocos legisladores que se le acercaron y miró al suelo cuando desde su banca la diputada del ARI, Marcela Bordenave, le gritó: “Chau Brinzoni”. La diferencia la marcó otro desplazado, el jefe de la Armada Joaquín Stella, quien se confundió en un abrazo con el legislador Guillermo Alchouron que, como el marino, simpatiza con el líder de Recrear, Ricardo López Murphy.
- Otro Menem que huyó. Se mantuvo serio y firme cuando la Asamblea Legislativa proclamó a Kirchner como Presidente. A diferencia de su hijo Adrián, no aplaudió la decisión de la Asamblea. Sin embargo, cuando convocaron a la comisión de senadores y diputados que debía recibir a Kirchner previo paso al juramento, Eduardo Menem aprovechó la confusión y el gentío para huir del Congreso. Claro, a diferencia de su hermano Carlos Saúl, el senador sólo escapó del hecho de encontrarse cara a cara con el presidente electo. El ardid no es nuevo, ya lo había puesto en práctica el pasado 1º de marzo cuando Duhalde inauguró el actual período legislativo.
- El Himno al uso nostro. Una vez finalizado el discurso presidencial, el locutor oficial anunció la entonación del Himno Nacional. Cristina Kirchner y el hasta ese momento futuro canciller Rafael Bielsa llevaron sus manos al pecho. El resto cantó de la manera tradicional, salvo el diputado del ARI y legendario dirigente metalúrgico Alberto Piccinini, quien levantó su puño izquierdo cuando tronó con fuerza el coro final: “¡O juremos con gloria morir!”.
- La espalda de Chiche. Kirchner ya había recibido los atributos presidenciales y se disponía a leer su discurso. Duhalde y su esposa se dirigieron hasta la bandeja ubicada a la derecha de la presidencia de Diputados. La pareja se sentó al lado del presidente de la Corte Suprema, Julio Nazareno. Sin embargo, Chiche ni siquiera lo saludó. Giró su cuerpo en la silla, abrazó a su marido y le dio la espalda al cortesano durante todo el discurso. Se fueron sin decirle adiós.
- Los gestos de Cristina. Kirchner había recibido los atributos de mando. El patagónico no ocultó su alegría y se dedicó a jugar con el bastón demando. Incluso lo llegó a tomar como si fuera un taco de billar. Desde su banca y en calidad de senadora, Cristina Kirchner lo miraba con una sonrisa plena. Cuando él la miró, le hizo un gesto de “ya basta” y le indicó que se acomodara el nudo de la corbata. El Presidente acató sin chistar la recomendación.
- El silencio de Uribe. “¿Qué le pareció el discurso del presidente Kirchner?”, le preguntó Página/12 al mandatario colombiano Alvaro Uribe, quien se desplazaba con facilidad por el Salón de los Pasos Perdidos gracias a que pocos lo conocían. “Bueno y completo. El país está navegando por buenas aguas y tienen un conductor excelente. Felicitaciones”, respondió seco. “Sin duda es mucho menos pronorteamericano que usted”, retrucó este diario. Uribe prefirió no contestar, se dio media vuelta y partió raudo hacia el ómnibus que esperaba a los mandatarios latinoamericanos.
- Los mimos de Nina. A la derecha del estrado se ubicaron los ministros de la Corte Suprema, el ex presidente Raúl Alfonsín y algunos gobernadores. Entre ellos se destacó la santiagueña Nina Aragonés, que no dejaba de abrazar, peinar y tocar al santafesino Carlos Reutemann. En ese palco, entre otros, se ubicaron José Manuel De la Sota, Carlos Manfredotti, Eduardo Fellner. Además de Nazareno, por los cortesanos estaba el cordobés Juan Carlos Maqueda.