Jueves, 13 de diciembre de 2012 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Nilda Garré *
De un lado, la bofetada colectiva que significa la absolución de los trece imputados por crímenes terribles en la investigación del caso de Marita Verón. Se trata de un precedente judicial que no pasará desapercibido y amplifica la urgencia en materia de transformación de los sistemas y las prácticas judiciales. La decisión absolutoria del Tribunal Oral en la provincia de Tucumán sólo expresa esa terrible nota distintiva en dimensión dramática.
La perversa paradoja de que la intervención de un tribunal que debe garantizar justicia genere tan contundente sensación masiva de impunidad es una oportunidad para no perder de vista que –histórica y estructuralmente– nuestro sistema de justicia tiene pendiente acortar la distancia que lo separa de los intereses populares, de su misión esencial de proteger derechos, de limitar el abuso de poder y de proteger a víctimas de victimarios.
Por supuesto existen excepciones pero no es éste el momento de insistir en esa línea argumental, sino la hora de tomar nota de la demanda popular de transformación de nuestros sistemas de justicia. Eso es tomarse la calidad institucional en serio.
La suerte de este caso –en esta primera etapa– refuerza todos los estereotipos culturales en materia de misoginia y machismo, puesto que ha pretendido invisibilizar el calvario relatado por decenas de víctimas sometidas a las peores formas de explotación. No encuentro forma más explícita de decirlo que la escogida por Sonia Sánchez en su libro Ninguna mujer nace para puta, donde dice “para la puta la culpa, para los prostituyentes la disculpa y para los traficantes la libertad”.
Es imperioso poner el acento no sólo en dejar claras las motivaciones del fallo cuando se conozca y extremar los recaudos del análisis para despejar todo atisbo de distorsión interpretativa al servicio de la injusticia. Urge revisar la conducta de todos quienes hayan intervenido respecto de sus deberes de promover y tutelar, en todo momento, investigaciones penales serias, controladas y controlables, que alejen todo riesgo de sostener casos judiciales que luego, cuando son expuestos y confrontados en la escena del juicio oral y público, se desmoronan por el peso de sus propias deficiencias y se revelan como verdaderas parodias de justicia. Será ésa entonces una revisión pendiente en el caso concreto. Pero en todo, nosotros con nuestra Presidenta a la cabeza debemos ir por transformaciones profundas.
Del otro lado de esta decisión desahuciante, creo que Susana Trimarco merece que pongamos en valor su lucha denodada en estos diez años. Es admirable la elocuencia de su compromiso y en particular ayer, la dignidad con que confirmó su lucha frente a semejante golpe, preocupada en todo momento por la necesidad de buscar justicia, ya no sólo por su hija sino para las miles de mujeres sometidas a formas terribles de esclavitud y tortura sexual.
Es una oportunidad para ir dejando el eufemismo de la expresión “trata” para hablar de esclavitud, que es lo que ocurre con nuestras mujeres violentadas y sometidas a un sistema de explotación prostibularia y empezar a entender que todo, incluso la indolencia de los formulismos jurídicos y los laberintos del proceso judicial, también encuentran su límite.
Durante muchos años –por lo menos hasta la llegada de Néstor Kirchner al gobierno–, Susana batalló completamente sola. Luego lo hizo acompañada por un Estado que progresivamente, sin pausa y reconociendo las cuentas pendientes, ha hecho de la lucha contra la trata de personas un eje de su gestión desde las más diversas áreas de gobierno. Le dimos centralidad en el flamante Ministerio de Seguridad pero nos sabemos precedidos por esfuerzos importantes en el ámbito de los ministerios de Justicia, Desarrollo Social y Trabajo, que hoy nos encuentran trabajando articuladamente.
Las cosas entre nosotros se van profundizando y los cambios se van a producir porque –lejos de las reacciones de sectores fosilizados del Poder Judicial que se esconden en declaraciones cuasiextorsivas sin firma y sin mirar de frente al pueblo porque están ocupados en vincularse con los poderosos de siempre– la explosión de la demanda de un sistema de justicia distinto marca la perfecta sintonía que hay entre las personas de a pie y los dichos de la Presidenta de todos los argentinos el pasado domingo en ocasión de la celebración del Día de la Democracia y los Derechos Humanos, acerca de las necesidades de poner también al sistema judicial en línea con la construcción de una democracia genuina al servicio del pueblo.
El fallo y las reacciones que genera nos dan esperanzas de que esta vez podrá producirse una revisión profunda porque la injusticia del caso concreto se topó con un no va más que se despliega en la masiva indignación popular que camina junto a Susana Trimarco en su reclamo y que clama, solidaria y colectivamente, por mucho más que un caso. Exige, ni más ni menos, que justicia.
* Ministra de Seguridad.
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