Alfredo Di Stéfano, uno de los mejores futbolistas de la historia, nació en Flores, como Jorge Mario Bergoglio, y fue a la misma escuela que el ahora papa Francisco. En Madrid, donde vive desde hace más de medio siglo, sugirió que “probablemente” jugaron al fútbol juntos en su niñez, pese a que entre ambos hay diez años de diferencia. “A lo mejor el Papa fue alguno de los chicos con los que yo jugaba a la pelota en la calle. En el barrio se armaban verdaderos encuentros de fútbol de todos contra todos hasta que oscurecía”, contó Di Stéfano, en una nota que publicó ayer el diario deportivo Marca.

Bergoglio es socio de San Lorenzo de Almagro desde 2008, el año en que ofició la misa por el centenario del club, fundado en 1908. Los hinchas del club de Boedo están revolucionados por la situación y algunos fanáticos conspicuos propusieron ahora al presidente Matías Lammens que un futbolista del equipo que dirige Juan Antonio Pizzi utilice una camiseta con el número 266, el número de orden de Francisco en la historia papal. Otros propusieron que Leandro Romagnoli, en recuperación, sea quien vista esa casaca cuando reaparezca en las canchas.

Francisco se diferencia en su gusto por el fútbol de su antecesor. “Estuve en el Vaticano hace dos o tres años y hablé con un amigo de Benedicto XVI. Y me dijo que no le gustaba el fútbol”, confirmó ayer el consejero de desarrollo de deporte de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Wilfried Lemke. “¿Cómo puede ser que una persona tan importante no le guste el fútbol? –se preguntó el funcionario–. Lo crean o no, la razón es que cuando era pequeño y quería jugar, los otros chicos no lo elegían”, explicó. Benedicto XVI no siguió el ejemplo de Juan Pablo II, el polaco Karol Wojtyla, que en su juventud había sido arquero de fútbol y era amante de la natación.