Jueves, 18 de abril de 2013 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Oscar Laborde *
A pocas horas de fallecido Hugo Chávez, cuando le preguntaron sobre el venezolano, Hermes Binner dijo que en realidad él hubiese votado a Henrique Capriles, dejando sin palabras a sus aliados del FAP y a una gran mayoría de sus votantes. Ahora profundiza sus definiciones y, ante los hechos de violencia política que se sucedieron después del triunfo electoral de Nicolás Maduro, dice: “Las muertes en Venezuela son consecuencia de estos gobiernos populistas”.
Es decir que Hermes Binner hace responsable a Rafael Correa, José Mujica, Evo Morales, Cristina Fernández y, tal vez, hasta a Dilma Roussef de los acontecimientos, en una situación en donde los que murieron son todos simpatizantes o militantes chavistas y las instalaciones atacadas son los lugares en donde se alojan los médicos cubanos que están en misión solidaria en ese país y los mercados de abastecimiento de alimentos.
Y esto es aún más brutal cuando se lo compara con actitudes como las de Chacho Alvarez frente a la misión de la Unasur o la del Centro Carter, que dejaron perfectamente aclarado que el triunfo de Maduro era legítimo y que el sistema de cómputos no había tenido fallas.
¿Qué le pasa a Binner? En realidad no le pasa nada, él es así. Cuidando un perfil presuntamente progresista, participando año tras año de la Internacional Socialista, por ejemplo. Sin embargo, es oportuno señalar que los partidos políticos europeos que la integran son en buena medida los que han llevado a Europa a la situación actual, que como remedio despide obreros y empleados, recorta jubilaciones, achica los presupuestos de salud, educación e inversión social.
Pero también es necesario recordar su gestión en la provincia de Santa Fe. Tres cuestiones estructurales dan cuenta de su pensamiento y de las características de su gestión.
Primero, su apoyo manifiesto a las patronales del campo durante el conflicto por las retenciones. Segundo, su actitud en temas de seguridad, donde terminó dándole a la policía el control absoluto del territorio, con las consecuencias por hoy todos conocidas y con su ex jefe preso. Y, en tercer lugar, la falta de la decisión de avanzar en una reforma tributaria que cambiara el mapa impositivo de la provincia para favorecer a la gran mayoría de los ciudadanos, en detrimento de las grandes empresas cerealeras, entre otras.
Es que Binner no es socialista ni progresista. Todos sus planteos están dirigidos a disputarle a la derecha su electorado. Cuesta imaginar a un candidato a presidente que, de haber triunfado en el 2011 o, como él pretende en 2015, tenga por un lado este discurso y, por otro lado, se siente en los organismos institucionales que ha generado la región, como la Celac, la Unasur y el propio Mercosur.
Sin embargo, frente a las brutales afirmaciones de su candidato al Ejecutivo nacional, los que parecen más descolocados son sus socios de coalición política, que ya no saben cómo disimular semejantes contradicciones.
Cuando se terminan el verano, los paseos por la playa y el marketing, lo que queda es la verdad de sus propias declaraciones, la brutalidad de lo que las mismas expresan.
* Representante Especial para la Integración Económica Regional y Participación Social del Ministerio de Relaciones Exteriores.
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