Domingo, 21 de abril de 2013 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Washington Uranga
Durante la semana que acaba de finalizar se dieron algunos hechos, en lo internacional y en lo local, que permiten aportar nuevos indicios acerca de cómo continuará el papa Francisco ejerciendo el pontificado que comenzó hace poco más de un mes y también de qué manera su elección incide en el escenario argentino. En el plano local estuvo reunida la asamblea de la Conferencia Episcopal y ayer asumió formalmente sus funciones el nuevo arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli. Hubo pronunciamientos, encuentros entre los obispos y la Presidenta y gestos para ser leídos políticamente. En el escenario internacional lo más trascendente fue la designación que hizo Francisco de una comisión especial de cardenales “para aconsejarle en el gobierno de la Iglesia universal y estudiar un proyecto de revisión de la Constitución Apostólica ‘Pastor bonus’”, según lo informó el vocero del Vaticano, el sacerdote jesuita Federico Lombardi.
Aquí Cristina Fernández se reunió con el arzobispo José María Arancedo, presidente de la Conferencia Episcopal, días antes de comenzar la asamblea de los obispos. No es habitual que ello suceda. La Presidenta y Arancedo, de buena relación personal, ya se habían visto en Roma durante las ceremonias de la asunción de Francisco y aunque no se difundió la agenda del último encuentro seguramente conversaron, entre otros temas, sobre la posible visita del Papa a la Argentina, prevista inicialmente para el mes de diciembre. Pero cualquiera que sea el motivo está claro que el canal de diálogo entre la Conferencia Episcopal y la Casa Rosada está hoy más aceitado que en otros tiempos. Si bien, obviamente, eso no debería entenderse como desaparición de las diferencias.
A punto tal que, una vez que los obispos estuvieron reunidos en Pilar, emitieron una declaración (el martes 16) sentando su posición sobre las iniciativas oficiales de reforma de la Justicia. Según los obispos, los proyectos de ley “presentan aspectos que merecen un profundo discernimiento, por la importancia de la materia que tratan”, razón por la que “se requiere de amplias consultas, debates y consensos previos en consonancia con la magnitud de los cambios propuestos”. Y agregaron que “un tratamiento apresurado de reformas tan significativas corre el riesgo de debilitar la Democracia Republicana (sic) consagrada en nuestra Constitución, precisamente en una de sus dimensiones esenciales como es la autonomía de sus tres poderes”. En síntesis: no estamos de acuerdo y no nos gusta la premura con la que se intenta aprobar las reformas. Sin embargo, la brevedad del comunicado y el tono utilizado están muy distantes de las declaraciones altisonantes de otros tiempos.
También hay diferencias en el tiempo elegido. Los obispos se apresuraron a pronunciarse el martes cuando habitualmente lo hacen los viernes o los sábados al finalizar la asamblea. Podrá decirse que quisieron anticiparse a las decisiones oficiales e incidir en el debate. Pero también que no quisieron quedar “pegados” con la marcha opositora del jueves último y sus reclamos contra los cambios en la Justicia. Alguien podrá señalar que dieron más argumentos para la manifestación en contra del Gobierno. De cualquier modo, todo se hizo con mucho tino y evitando roces. Finalizada la asamblea no hubo pronunciamiento algo que si bien no está instaurado como norma, suele ser habitual. ¿Otra precaución para no sumarse a las protestas del jueves? Puede ser.
Uno de los primeros gestos institucionales de Francisco hacia la Argentina fue la designación de su sucesor en el Arzobispado de Buenos Aires. El nuevo arzobispo, Mario Poli, un hombre muy cercano a Bergoglio y que cultiva bajo perfil, asumió ayer sábado su gobierno al frente de la primera arquidiócesis del país. Invitó a Cristina al acto. La Presidenta decidió no asistir pero, a su favor, tuvo un argumento muy fuerte: estaba fuera del país asistiendo a la asunción de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela. Nada para decir. Sin embargo, invitó a Poli a la Casa Rosada, departieron, se sacaron fotos en actitudes cordiales y recorriendo la Casa Rosada. Son imágenes que difícilmente se habrían visto con Bergoglio como arzobispo. En la catedral ayer estuvo Amado Boudou con el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina; el ministro del Interior, Florencio Randazzo; la ministra de De- sarrollo Social, Alicia Kirchner; el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, y el diputado Julián Domínguez, titular de la Cámara. Algo ha cambiado.
Tampoco habría que perder de vista que el 29 de marzo pasado, cuando se oficializó la designación de Poli, el hasta entonces obispo de Santa Rosa (La Pampa) afirmó que la relación con la presidenta Cristina Fernández será de “respeto y colaboración, pero con la debida distancia y diferencia”. Palabras más, palabras menos, lo que repite Arancedo cada vez que se lo consulta sobre el tema de la relación con el Gobierno.
Poli le reiteró a Cristina su invitación para que participe del Tedéum del 25 de mayo en la catedral metropolitana, una costumbre tradicional de los presidentes argentinos que se interrumpió con Néstor Kirchner y con la actual mandataria. No hay todavía una decisión oficial al respecto, aunque sí un trascendido respecto de que Cristina seguiría prefiriendo estar en la Basílica de Luján en la fecha patria. La decisión final dará un nuevo indicio para tomar en cuenta.
Mientras tanto en Roma, el papa Francisco, que continúa con sus gestos, dio un paso muy importante en orden a la reforma de la estructura de la Iglesia Católica Romana al designar una comisión especial de cardenales que se encargará de aconsejarlo. El gesto supone, en primer lugar, aceptar sugerencias que fueron planteadas por el conjunto de los cardenales reunidos en los días previos al cónclave que culminó con la designación de Bergoglio. Pero también un paso concreto hacia la insinuada participación colegial en el gobierno de la Iglesia. Entre sus tareas los cardenales consejeros tendrán que revisar la Constitución Apostólica “Pastor bonus”, promulgada por Juan Pablo II en 1988 y que regula la composición y competencias de los distintos dicasterios y organismos que forman la curia romana. Según muchas opiniones, si Francisco intenta cambiar algo en la Iglesia primero tiene que desarmar la estructura de poder enquistada en la burocracia vaticana. Este puede ser un camino. También para que, como consecuencia de las eventuales reformas, se reduzca el deficitario presupuesto del Vaticano, uno de los problemas más serios que debe afrontar ahora la Iglesia.
El consejo especial está integrado por cardenales representantes de los cinco continentes e incluye al presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, el italiano Giuseppe Bertello, a quien algunos señalan como eventual secretario de Estado (segundo de la jerarquía vaticana) para suceder en ese cargo al muy cuestionado Tarcisio Bertone que ejerció ese mandato durante todo el pontificado de Benedicto XVI. Los restantes miembros son el arzobispo emérito de Santiago de Chile, cardenal Francisco Javier Errázuriz; el arzobispo de Bombay, Oswald Gracias; el arzobispo de Munich, Reinhard Marx; el arzobispo de Kinshasa, Laurent Monsengwo Pasinya; y el arzobispo de Tegucigalpa, Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga.
La primera reunión formal de este consejo se concretará entre el 1º y el 3 de octubre, pero los trabajos ya comenzaron y el Papa encargó tareas a cada uno de ellos. El solo repaso de los nombres permite sacar primeras conclusiones. Francisco insiste en la necesidad de la colegialidad en el gobierno de la Iglesia y para ello convoca a cardenales de todos los continentes. Entre los elegidos hay dos latinoamericanos de posiciones cercanas a las suyas. En particular Rodríguez Maradiaga que, a pesar de las objeciones que recibió por su actitud en relación al golpe de Estado en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya (2009), es un obispo con posiciones muy comprometidas en temas sociales y con opiniones públicas muy críticas respecto de la actuación de los organismos financieros internacionales. El hondureño será además el coordinador de la comisión. El arzobispo de Boston, Sean Patrick O’Malley, se ha destacado por sus decisiones en contra de los curas pederastas. Otro mensaje.
Mientras tanto, según Lombardi, el papa Francisco “continúa su trabajo de conocimiento de la curia” a través de los encuentros que mantiene con los responsables de los dicasterios (ministerios) y organismos vaticanos para que en octubre “tenga ya su visión” de la situación.
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