EL PAíS
Tribulaciones del ex agente iraní que imputó a Menem
Su trabajo era manejar cuentas secretas de Irán y, según declaró, entre ellas estaría la que movió fondos hacia una cuenta de Menem tras el atentado contra la AMIA. No pudo viajar a testimoniar a Buenos Aires y tampoco a Suiza, donde temen por sus revelaciones.
Por Eduardo Febbro
¿Qué misteriosa razón ha demorado la presencia en Suiza y en la Argentina de Abolghasem Mesbahi, el ex agente secreto iraní que interviene en la causa del atentado de la AMIA conocido con el seudónimo de “Testigo C”? Mesbahi, actualmente refugiado en Alemania y protegido por el gobierno de Berlín, debía haber llegado hace dos días a Buenos Aires para detallar las acusaciones que, según él, vinculan al ex presidente Carlos Menem con el atentado de la AMIA. El Testigo C, cuya declaración se hará desde Alemania vía una teleconferencia, no fue autorizado a viajar por “razones de seguridad”, según alegaron las autoridades alemanas. Pero más sospechosa que su ausencia en la Argentina es su postergado viaje a Suiza, a donde debió haber ido hace mucho para aportar precisiones sobre lo que sigue siendo una de sus “revelaciones más espectaculares”. En mayo del año 2000, en México, cuando testimonió ante el juez Juan José Galeano, Abolghasem Mesbahi reveló la existencia de una cuenta bancaria en Ginebra, gestionada por los duros del régimen iraní y alimentada con unos 200 millones de dólares que, durante los años ‘80 y ‘90, sirvieron para financiar asesinatos de opositores iraníes refugiados en Europa. El detalle explosivo de su confesión fue el que conectó a Carlos Menem con esa cuenta. Según el denominado Testigo C, de allí partieron los 10 millones de dólares que Irán le habría pagado a Menem para que “enturbiara” las investigaciones sobre los dos atentados contra los intereses israelíes que sacudieron a la Argentina en 1992, contra la Embajada de Israel, y en 1994, contra la AMIA.
A partir de allí se abre una increíble trama planetaria en la que entran no solamente Menem sino también espías iraníes, amantes de altos oficiales de los servicios secretos, cuentas bancarias, transferencias, asesinatos de opositores iraníes, atentados, líderes religiosos y, colmo del absurdo, asesinos que salen por la puerta trasera de una cárcel francesa mientras que los policías del país donde cometieron el crimen –Suiza– venían a buscarlos por otra. ¿Quién es exactamente Abolghasem Mesbahi, qué hace Carlos Menem en medio de todo esto y por qué los suizos atrasan la audiencia de un personaje cuyo testimonio es capital no solamente para la causa Menem sino para otras? La prensa suiza se ha hecho estas preguntas. En su última edición, el semanario L’Hebdo refleja el malestar que impera en torno de este tema, tanto más cuanto que persiste la sensación de que el famoso Testigo C, si abre la boca, puede provocar más estragos en Suiza que en la misma Argentina. Una fuente ligada con la investigación declaró a Página/12 que “resulta por demás curioso que Suiza no haya ido más lejos. Las declaraciones del Testigo C hicieron avanzar causas en Alemania y sirvieron mucho en la Argentina. Sin embargo, Suiza parece ser el único país donde el testimonio no ha servido para nada”. Citado por el semanario suizo, el embajador argentino en Suiza, Guillermo González, reconoce incluso “las anomalías” de la lentitud con que la Justicia helvética se mueve en este tema.
Es lícito admitir que la madeja es enorme. “En este tipo de crímenes globalizados, cuando uno tira de la punta nunca sabe hasta dónde puede llegar la lana”, comenta un experto francés en terrorismo. Lo concreto es que, en lo que atañe al ex mandatario argentino, su conexión con el Testigo C se remonta a la audiencia que Galeano mantuvo en México con él. Luego, a finales del año 2001, Galeano envió a Suiza un exhorto pidiendo que Berna verificara la validez del testimonio de Abolghasem Mesbahi, es decir, la posible existencia de una cuenta con 200 millones de dólares de donde habrían sido girados 10 millones a otra cuenta de Carlos Menem. El problema que debilitó al principio la veracidad del testimonio de Mesbahi es que, según él, el banco en cuestión era la Banque de Luxembourg, situada en el centro de Ginebra, a 200 metros del Hotel du Rhône. Sin embargo, cuando se corroboraron las declaraciones, el banco mencionado no existía en ese lugar. Con todo, la revelaciones del iraní son tomadas muy en cuenta, tanto más cuanto que, gracias a los secretos que detenta, los alemanes pudieron esclarecer el caso del asesinato de un opositor kurdo en Berlín. Con el exhorto enviado por Buenos Aires, la Confederación Helvética debió haber interrogado al iraní en Suiza desde hace mucho, pero, curiosamente, no lo ha hecho. La Justicia local se limitó hasta ahora a enviar a Alemania a dos policías para interrogar a Mesbahi. El hombre, sin embargo, se declaró en repetidas ocasiones dispuesto a viajar a Suiza, donde además ya estuvo, pero “la invitación no llega”. La jueza ginebrina Christine Junod, encargada del legajo, no ha accedido a los pedidos de los jueces argentinos quienes, con insistencia, reclaman un “interrogatorio local” del Testigo C así como necesarios complementos de investigación sobre las cuentas del doctor Menem. Ocurre que, entre tanto, se mezclaron otros dólares. En agosto del año pasado, el juez argentino Norberto Oyarbide remitió otro exhorto para que se investiguen dos nuevas cuentas bancarias: la primera fue abierta en la UBS de Ginebra a nombre de la ex esposa de Menem y su hija y tiene un saldo de 600 mil dólares. La segunda funciona en el Banco del Ghotardo de Zurich, tiene un haber de seis millones de dólares y está a nombre de Ramón Hernández, el secretario privado de Menem. En suma, los jueces argentinos quieren saber cuál es el origen del dinero: o bien la corrupción, o bien los fondos provenientes del terrorismo de los ayatolas.
La jueza Christine Junod hace oído sordos a las demandas argentinas. Un persistente rumor insinúa incluso que, para evitar que Suiza se vea envuelta en un escándalo de gigantescas proporciones, el “caso Menem” podría cerrarse en las próximas semanas. La clave siguen siendo las palabras del Testigo C, sobre todo los detalles que van mucho más allá de la figura del ex presidente. La cuestión central es la cuenta ginebrina administrada por los servicios secretos de los ayatolas –200 millones de dólares–, los asesinatos de opositores que se pagaron con esa plata y, mucho más comprometedor para los suizos, “el topo” iraní que, según Mesbahi, infiltró los servicios de inteligencia de Suiza. Según el semanario L’Hebdo, que cita un banquero ginebrino interrogado por la policía helvética por estar bajo sospecha de haber participado en el juego bancario de los iraníes, “los investigadores ginebrinos no parecen poner en tela de juicio la coherencia del testimonio (del Testigo C)”. Mesbahi dio detalles sobre el edificio en donde estuvo, sobre las personas con las que habló y proporcionó además el nombre del banco iraní que operaba con el suizo. Citado por el mismo semanario, Daniel Zappelli, el fiscal general, considera que las acusaciones de “lentitud” carecen de fundamentos y responsabiliza a la Argentina por el atraso en los trámites: “A los argentinos les costó acomodarse a las exigencias de la legislación suiza”.
Y... sin embargo, fuera de los ya conocidos errores que cometieron los magistrados argentinos en la redacción de los exhortos, se hace evidente que el caso Menem es una bomba cuya onda expansiva puede hacer explotar otra mucho más grande: la del terrorismo internacional. Todo gira, en suma, en torno de un mismo centro, Irán y el terrorismo. Abolghasem Mesbahi no es un testigo casual sino un hombre del aparato iraní que ha mantenido estrechas relaciones con los suizos en determinado momento. La televisión pública suiza difundió parte de las confesiones que el espía iraní hizo a las autoridades alemanas. En ellas, Mesbahi sostiene que, en 1987, durante su estadía en Ginebra fue arrestado y que en ese momento pactó un acuerdo con la policía: “Ellos me dejaban tranquilo en mis actividades políticas en Suiza” y, “como contrapartida, me comprometí a vigilar que no hubiera actividades terroristas en Suiza”. Resulta por demás paradójico que el Testigo C no haya acudido aún a Suiza cuando en realidad ya lo hizo en el pasado. En noviembre de 1999, el juez Jacques Antenen lo interrogó en Lausana a propósito del asesinato en Ginebra (24 de abril de 1990) del opositor iraní Kazem Radjavi. Tal vez la clave de la demora se encuentre en ese episodio. En esa audiencia, el Testigo C suministró probadas informaciones sobre ese crimen y reconoció en una foto a Françoise Spindler, una oficial de policía de Ginebra que trabajaba como espía para el régimen iraní. Spindler, casada con un iraní, era la secretaria y la amante del jefe de la policía local de ese entonces, Jean Robert Warynsky. Mesbahi suministró muchos detalles sobre el comando que asesinó a Kazem Radjavi. Como anécdota valga recordar que algunos hombres de dicho comando fueron arrestados en Francia y encarcelados en la cárcel de La Santé, en París. La mañana en la que la policía suiza vino a la cárcel francesa a buscar a los hombres, éstos salieron libremente por la puerta de atrás.
El ovillo de espionaje iraní es aún más vasto. En todo caso, el juez Galeano lo interrogó dos veces en Alemania y consiguió algunas precisiones más sobre el famoso banco de donde habrían salido los fondos para Carlos Menem. En realidad, el banco existe, se trata del Degroof-Luxemburgo y está situado a 200 metros del Hotel Du Rhône. Claude Roesli, portavoz de la citada entidad, declaró al semanario mexicano Proceso que en su banco nunca hubo cuentas manejadas por iraníes o a nombre de Carlos Menem y que la jueza suiza Christine Junod jamás se puso en contacto con ellos. ¿Quién está encubriendo a quién? ¿Y por qué? El otro caso colateral que salta a la vista atañe a lo ocurrido en la Argentina. Si es cierto lo que afirma Mesbahi, ex miembro de la Vevak –servicios secretos iraníes–, se plantea la posibilidad de que los 200 millones de dólares manejados desde Suiza por Irán también pudieron ser utilizados para pagar los servicios de las redes locales que participaron en los atentados contra la embajada israelí y la AMIA.
Carlos Menem aparece envuelto en una sucia trama que sobrepasa en mucho los intereses geopolíticos de un país como la Argentina. Los 10 millones mencionados por el Testigo C representan un monto bajo al lado de lo que otros estuvieron (y están) dispuestos a pagar para que se encuentren todas las pruebas posibles implicando a Irán. A su vez, Suiza da la impresión de ganar tiempo para evitar un escándalo interno, nuevas revelaciones sobre su pasividad ante el dinero sucio y la forma en que sus servicios de inteligencia fueron “colados” por un espía iraní. Los misterios de los casos Menem/AMIA, Menem/cuentas suizas son tan compactos como antes. Los desacuerdos voluntarios o accidentales entre las justicias de Suiza y la Argentina han complicado al extremo la aproximación a la verdad e instaurado un clima de fuertes sospechas entre ambas. La una dice que los argentinos “no entienden”, la otra piensa que los suizos “ablandan las pistas” y no hacen su trabajo.