EL PAíS › “TEATRO CHUPETE”, PARA LOS MAS PEQUEÑOS
Un rincón de juegos y sueños
Por Silvina Friera
Frente a las comedias musicales o espectáculos infantiles que dilapidan su parafernalia de efectos especiales, Teatro Chupete, de Pipo Pescador, obra destinada a los más chicos (desde el bebé con la mamadera hasta los 5 años), apuesta al minimalismo y la sencillez para promover lo lúdico como ritual. La luz de la sala permanece prendida, no hay apagones que puedan asustar al niño, no se utilizan micrófonos para que la calidez sonora de la guitarra criolla y de las voces de los actores puedan apreciarse sin la saturación del volumen. La escenografía, en la que prevalecen las tonalidades rosadas, celestes y amarillas, remite a un cuarto de juegos. La concepción de la puesta es tan acertada y tan envolvente, que consigue romper los límites entre el escenario y la platea gracias a una fluida espontaneidad y afectividad. Patricio Arellano, Roxana Canne, Ximena Hidalgo y Martín Lavini están vestidos con pijamas y juegan a las escondidas. No pueden dormir y el aburrimiento es un problema que se resolverá haciendo lo que más les gusta: recrear mundos posibles, cantar todo lo que puedan y divertirse hasta conseguir que el sueño le gane la batalla al insomnio.
“¿Dónde está la música?”, cantan estos actores que interpretan a un puñado de niños, algunos más extrovertidos, otros más tímidos, pero muy carnales porque no falsean la voz, ni abusan de los diminutivos cuando hablan (un defecto propio del modo en que los adultos intentan aproximarse erráticamente hacia los chicos). El gato Alpargato es un muñeco simpático –con el cuerpo realizado con lana–, que genera entusiasmo y asombro en los niños. En “La canción del eco”, los actores se desplazan y aprovechan los recursos de la escenografía para demostrar cómo las palabras suenan más cercanas o distantes. La dirección de Diego Reinhold cuida minuciosamente cada uno de los detalles: los actores nunca pierden de vista la interioridad de sus niños en escena, la escenografía y los objetos tienen una razón de ser, no son meros artificios para impactar. Otro personaje, el negro Anselmo, una marioneta que baila un candombe, prolonga el entretenimiento, la broma y la carcajada. Lo mismo sucede cuando se despliega un queso gigante y entonces se asoma El ratón pecoso.
En esta cajita musical de Teatro Chupete, no hay una idealización del universo infantil. A veces, esos niños se descubren auténticos “antagonistas”, por momentos embusteros y exagerados, como cuando compiten para detectar quién se resfrió primero. Exhaustos, pero satisfechos porque se salieron con las suyas, los chicos deciden que es la hora de ir a la cama para continuar sus juegos en el mundo de los sueños.