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Cada decisión, cada maniobra del gobierno nacional genera cimbronazos en el seno del justicialismo que, por supuesto, repercuten en la Cámara de Diputados. Por ahora, el oficialismo sonríe y mal que mal acata cada una de las directivas que llegan desde el despacho del presidente Néstor Kirchner. Sin embargo, en la Rosada saben que es preciso mover algunas piezas en la Cámara baja para garantizar fidelidad plena. Uno de esos movimientos es el puesto de titular de Diputados que hoy ostenta Eduardo Camaño. El bonaerense se sabe sin lugar en el esquema kirchnerista y se prepara, al menos psicológicamente, para la salida. Desde hace unos días no para de repetir: “No nací presidente de Diputados”. Su posible reemplazante, el neokirchnerista y jefe de la bancada, José María Díaz Bancalari, espera paciente. Mientras tanto, intenta influenciar en la designación de su reemplazo.
La presidencia de la Cámara baja es un puesto estratégico. No sólo porque integra la línea sucesoria presidencial sino porque, además, es el lugar desde donde se coordinan los mecanismos para concretar las iniciativas legislativas que nacen en el gobierno central. Ese puesto debe ser ocupado por un hombre de confianza del Presidente y Camaño no es precisamente uno de ellos. El bonaerense nunca profesó devoción por Kirchner. Jamás, durante la campaña electoral se le escapó de su boca un elogio para el santacruceño. Siempre consideró que tenía “serios problemas para llegar a las clases populares donde el peronismo es fuerte”. De Carlos Menem no dijo lo mismo. Con Kirchner en el poder y abierta nuevamente la intención de limpiar de menemismo a la Corte Suprema, Camaño creyó que podría ofrecer sus servicios de buen negociador –el año pasado fue el operador que garantizó la impunidad de los supremos– y así conseguir el pase a retiro anticipado de algunos de los cortesanos. Kirchner le dijo que no.
La relación terminó de erosionarse cuando Camaño, integrante de la Comisión de Acción Política (CAP) del Partido Justicialista, permitió que el PJ porteño se aliara con Macri en la pelea por la Jefatura de la Ciudad de Buenos Aires. “Yo soy justicialista y apoyo las decisiones de cada uno de los distritos. Apoyo y avalo tanto la alianza con Macri como que (Ramón) Puerta sea nuestro candidato en Misiones y no (Carlos) Rovira, que va por fuera del partido. Sé que me costará el enojo del Presidente, pero mi tarea en el partido es apoyar a los nuestros”, se lo escucharon decir hace poco sus colaboradores.
La larga frase de Camaño es una especie de preámbulo para la que utiliza a modo de despedida: “Yo no nací presidente de la Cámara. Y si es por elegir, prefiero el partido”.
Así las cosas, en los pasillos y despachos del Congreso se habla de un retiro anticipado de Camaño –algunos sostienen que todo sucederá en septiembre– y de los posibles destinos. La embajada de Italia o la de Uruguay, una simple banca de diputado, un puesto partidario pero nunca el destierro. Así de variado es el menú que tiene Camaño enfrente. Nadie en el PJ se queda solo. Si hasta Carlos Ruckauf, a quien sus compañeros llaman “el 71 porque jamás podría ser el 17 que es número de la lealtad peronista”, tiene un lugar en lista de diputados. Sin el puesto en la Cámara, el bonaerense sabe que su revancha está en la CAP. Sin duda, una buena trinchera desde donde resistir el intento hegemónico que visualiza de parte del kirchnerismo.
Si bien este rey todavía no está muerto, ya hay nombres que suenan en su reemplazo. El actual jefe del bloque del PJ, Díaz Bancalari, es uno de los más firmes candidatos a sucederlo. Compenetrado con los nuevos aires que le insufló Kirch-ner al peronismo, Bancalari se parece más a un kirchnerista histórico que al viejo duhaldista como todos lo recuerdan. Por ahora el bonaerense no dice nada. “Yo soy el presidente del bloque yestoy abocado de lleno a esa tarea”, responde a una consulta de este diario mientras muestra las palmas de sus manos y pone cara de circunstancia. En realidad sabe que es mejor no agitar las aguas porque más allá de su enamoramiento con Kirchner, el presidente de la Cámara baja históricamente surge de la lista de diputados de la provincia de Buenos Aires que, hasta nuevo aviso, sigue manejando a gusto y paladar el ex presidente Eduardo Duhalde.
Ahora bien, si Díaz Bancalari asume como titular de la Cámara baja, su reemplazo debería surgir de la nómina de diputados de una provincia que no sea Buenos Aires. Tibiamente suena el nombre del tucumano e hiperkirchnerista Ricardo Falú. Ya cuenta con dos años en la Cámara y una fuerte presencia pública gracias a la presidencia de la Comisión de Juicio Político que ejerce desde que Sergio Acevedo se convirtió en el Señor Cinco. Falú se sorprende cuando Página/12 lo consulta. “Mi tarea es llevar adelante los juicios contra los ministros de la Corte. No pienso en nada más”, respondió el tucumano utilizando una fórmula similar a la de Díaz Bancalari. De todas formas, la tradición indica que el jefe de los diputados del oficialismo lo suele “recomendar” el Presidente.
La sola posibilidad de que Falú sea el próximo jefe de bloque disparó una ola de especulaciones. Durante la semana que terminó, voceros oficiosos se esforzaron por hacer correr el rumor de que el mejor candidato es Humberto Roggero, quien renovará su curul en diciembre tras abandonar su puesto de embajador en Italia. “¿El Gringo Roggero al bloque? Jamás. Los únicos que pueden querer eso son los menemistas”, aseguró a este diario un diputado, histórico miembro del kirchnerista grupo Talcahuano, quien no dejó de recordar que durante la campaña electoral Menem aseguró que Roggero iba a ser el presidente de la bancada oficialista. Antecedente que en la Casa Rosada nadie olvidará.