Martes, 8 de octubre de 2013 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Luis Bruschtein
Toda la mirada ahora está puesta en Boudou. Todos se olvidaron de las bolsas de dólares que iban de acá para allá. Se olvidaron de lo que mide el sótano de Cristina Kirchner en El Calafate. Se olvidaron de los insultos más cobardes que se le pueden decir a una mujer. Es de mal gusto recordar esas cosas ahora. Por ahí aparece el doctor Nelson Castro “MN-59-285, Humedad 76%”, como decía en el zócalo de la pantalla. Siguió con sus diagnósticos a distancia, con sus síndromes de Hubris, con sus ironías médicas, usando a la salud para ser ofensivo cuando un médico debería tener más respeto por la salud de las personas, más allá incluso de sus odios ideológicos o preferencias económicas.
El hashtag más concurrido en este momento es el que le da fuerzas a la presidenta Cristina Kirchner, pero en Facebook, e incluso en las cartas de lectores de algunas páginas de periódicos en la web, hay mensajes donde le desean la muerte. El argumento más repetido es el de ladrona. Son las bolsas de dólares que iban en aviones a la Patagonia, a Panamá y a Europa, bolsones repletos de dólares que tenían la imposible facilidad de traspasar fronteras y aduanas y que como todo el mundo sabe son más prácticos (los bolsones llenos de billetes) que un simple giro bancario que es muchísimo más complicado. Y el sótano de la casa familiar en Santa Cruz mide mil metros cúbicos o más, con lo cual, haciendo la cuenta tan simple que hacía Jorge Lanata, entran miles de millones de euros en billetes, como en la casa de cualquier vecino. Todos esos bolsones de billetes y montones de euros que supuestamente amontonaba la familia Kirchner sucedían al mismo tiempo que la clase media no podía atesorar en dólares. Verdaderamente odioso.
Existe un mundo virtual y un mundo real. El peligro es usar el mundo virtual para tomar decisiones sobre el mundo real. La política tiene que poder diferenciar esos dos campos, sobre todo cuando se trata de cuestiones institucionales. Esto vale tanto para cuando se es gobierno como para cuando se juega en el llano. Son reglas de juego mínimas que deberían respetar tanto el kirchnerismo como las demás fuerzas políticas.
La oposición saca un rédito del enfrentamiento del Grupo Clarín con el Gobierno, pero ha pagado costos muy altos en el pasado por terminar asumiendo como real lo que es pura virtualidad, ese humo mediático hecho de verdades a medias, suposiciones y versiones que generan climas y humores en la sociedad, climas y humores que muchas veces son efímeros o sobrevalorados.
En la Fundación Favaloro se informó sobre la situación de salud de la Presidenta. De inmediato asumió sus funciones el vicepresidente Amado Boudou. No hay más inquietud institucional que la preocupación por la salud presidencial, la cual, según la información médica, no implica riesgos graves.
En ese marco institucional, los dirigentes de la oposición dejaron de lado lo virtual y abrieron un paréntesis de campaña para hacerle llegar, en su mayoría, deseos de pronta recuperación a la Presidenta. Algunos más, otros menos. Hilda “Chiche” de Duhalde los acusó de hipócritas y explicó la situación de salud de Cristina Kirchner por el “golpe de las PASO”. La misma ironía sobre el golpe presidencial que provocó el hematoma subdural la hizo Julio Bárbaro: “Cristina se golpeó con la realidad”. Lo decía por el resultado de las PASO, donde la candidatura de Bárbaro obtuvo menos del uno por ciento. La idea de esas declaraciones es que un resultado desfavorable es sinónimo de drama. Hubo la intención de llevar este percance de salud presidencial hacia esa imagen de una persona desbordada por un resultado desfavorable. Tan aferrada al poder, según el síndrome de Hubris, como diría el doctor Castro MN 59-285, especialista en Hubris, que esta persona se derrumba al perder una elección, no está en condiciones de soportar esa prueba que la pondría al borde de perder los nervios y el poder.
Hay cierta contradicción en esa imagen porque un político que se derrumba por una elección nunca podría siquiera rozar el poder. Uno pensaría al revés: que un político llega al poder porque ha sido capaz de asimilar y digerir las derrotas, sería más una persona que ha podido forjar su carácter en circunstancias adversas. Además de ser Presidenta durante seis años, Cristina Kirchner ha sido legisladora provincial durante diez años y legisladora nacional otros doce años más. Son 28 años de ejercer funciones políticas, durante los cuales perdió varias votaciones. No encaja en ese razonamiento, porque se habría destruido cada vez que le tocaba perder.
De todas formas, la idea de una mujer desesperada por haber perdido una elección se respalda también en que se trata de una mujer. Es probable incluso que ese sea el paradigma femenino que tenga la misma Chiche Duhalde: una mujer al borde de un ataque de nervios, cuya vulnerabilidad la inhabilita para ejercer cualquier función ejecutiva importante.
Esa falsa imagen, a la que se llega desde una situación de innegable vulnerabilidad como la que se le plantea a cualquier persona ante un problema en su salud, es una construcción en función de intereses políticos. Forma parte de la misma confrontación, su objetivo no es explicar el problema, sino aprovecharlo para ganarle espacio al adversario usufructuando que se encuentra en una situación adversa.
Normalmente esa estrategia forma parte del juego político, pero resulta de mal gusto cuando hay un problema de salud. Mucho peor cuando el que lo hace se escuda en un diploma de médico. Y resulta más irresponsable todavía cuando el marco es una situación delicada desde el punto de vista institucional.
El cuadro de situación que se generó con el problema de salud presidencial está contemplado en la Constitución. No existe situación de quebranto institucional. Pero la gravedad dependerá de los protagonistas. Es obvio que desde el oficialismo están obligados a tratar de reducir al máximo los efectos que pueda tener sobre la gestión. Para la oposición es una decisión entre sostener el funcionamiento de las instituciones o apostar al debilitamiento del Gobierno. Es un lugar más difícil que el del oficialismo porque van a tener como siempre la presión de los grandes medios para llevar la confrontación al máximo. El domingo ya hubo llamados desde un canal del Grupo Clarín convocando a la Plaza de Mayo para impedir que asuma Amado Boudou. El jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, que está imputado en una causa gravísima por espionaje a políticos y ciudadanos, afirmó también en ese canal que Boudou no tenía “autoridad moral” para ejercer la presidencia.
De lo primero que se habló desde el Grupo Clarín apenas se conoció el problema de salud presidencial, el mismo domingo, fue de Boudou. De entrada el grupo les marcó la cancha a los políticos de la oposición: el eje debe ser Boudou por las dos causas que se abrieron en la Justicia. Aunque ya hace bastante tiempo que están abiertas, en ninguna de las dos surgieron indicios como para que fuera imputado. No hay una contradicción con la Justicia, pero sí la habrá con la fuerte campaña mediática. De ese cruce y no de la salud presidencial dependerá el nivel de gravedad de la situación institucional.
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