EL PAíS › LUCIANO BENJAMIN MENENDEZ, EL EJECUTOR DE LA REPRESION EN CORDOBA

Guardando el facón tras las rejas

El ex titular del III Cuerpo de Ejército durante la última dictadura quedó detenido ayer, a pedido del juez español Baltasar Garzón. En su última aparición pública volvió a amenazar con un cuchillo a HIJOS.

 Por Mónica Gutiérrez

Desde Córdoba

Luciano Benjamín Menéndez dejó ayer la apacible vida de militar retirado de que disfrutó en Córdoba en los últimos años. Después del indulto que lo benefició –aun cuando no estaba condenado sino simplemente procesado– y más allá de alguno que otro sobresalto judicial, el símbolo del terrorismo de Estado en Córdoba vivía como un ciudadano más. Por su actuación en las provincias que dependían del Tercer Cuerpo de Ejército fue acusado de homicidios, torturas, privaciones de la libertad y sustracción de menores, entre otros delitos. Nunca abandonó su actitud desafiante, ni cuando se topaba con los familiares de sus víctimas ni cuando comprometía al gobernante de turno que se lo encontraba en el palco de un acto oficial, siempre invitado por el Ejército, que lo siguió considerando “uno de sus miembros”.
Entre 1975 y 1979, como comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, Menéndez tuvo a su cargo la represión ilegal que militares, civiles y personal policial desplegaron en la provincia, así como el funcionamiento de los centros clandestinos de detención y tortura. El más importante y siniestro fue La Perla, ubicado sobre la ruta nacional 20, a doce kilómetros de la ciudad. Conocida como “la Esma cordobesa”, por allí pasaron 2500 hombres y mujeres; el propio Menéndez visitaba el sitio con frecuencia y algunos testimonios recordaron haberlo visto presenciando fusilamientos al borde de pozos previamente excavados en el campo.
Otros sobrevivientes aseguraron que también visitaba la Penitenciaría del Barrio San Martín, donde estaban los presos políticos “a disposición del Poder Ejecutivo” y donde presenciaba interrogatorios y torturas. Casi 30 detenidos en el penal fueron fusilados en supuestas fugas, simuladas en situaciones de traslados que el mismo Menéndez firmaba, desde su puesto de comandante en jefe.
Reestablecida la democracia, las causas por violaciones a los derechos humanos se tramitaron con lentitud en Córdoba. Durante años se reunieron las pruebas y testimonios para enjuiciar al principal responsable de esos delitos, que había quedado como el único procesado por la Cámara Federal de Córdoba luego de la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Pero a 19 días de que se iniciara el juicio, el indulto decretado por Carlos Menem en 1989 lo salvó. Fue sobreseído en más de 700 causas en las que se lo acusaba de homicidios calificados, tormentos seguidos de muerte, torturas, privaciones ilegales de la libertad y robo de menores.
“Se indultó a un procesado”, dijo claramente la fiscalía federal de Córdoba en su pedido de inconstitucionalidad del indulto, recordando que la Constitución estipula que el Poder Ejecutivo “puede indultar o conmutar las penas por delitos (...) previo informe del Tribunal correspondiente”. Según la fiscalía, después de haber indagado en los archivos de la Casa Rosada, no existen tales informes que fundamenten el decreto presidencial. Por otra parte, hay delitos por los que Menéndez todavía no había sido indagado en 1989 y por los que, obviamente, no estaba procesado: 412 hechos de desapariciones, torturas y homicidios que no están incluidos en el indulto con que se lo benefició.
En abril del 2000 pasó cinco días detenido, luego de negarse a declarar en el proceso por el que se investigaban los 30 asesinatos de presos políticos en la Penitenciaría. Esa fue la primera vez que Menéndez tuvo que enfrentarse cara a cara con dos hijos de sus víctimas, Mariana Baronetto y Juan Miguel Ceballos, cuyos padres murieron fusilados por orden del Tercer Cuerpo. “No voy a declarar para no ayudar a aprovecharse de los poderes de la República a quienes trataron y siguen tratando de destruir la República”, señaló aquella vez. En esa oportunidad fue visitado por viejos camaradas y por la segunda autoridad del Tercer Cuerpo, Oscar Ferrario, a tono con la era del entonces jefe del Ejército,Ricardo Brinzoni. A los pocos días de quedar en libertad se mostró exultante en el festejo por los 190º años de la creación del Ejército.
A diferencia de otros ex militares, Menéndez nunca se quedó quieto: siempre trató de mantener vivas sus relaciones con el generalato en actividad, presenció cuanto acto militar pudo mezclándose con las autoridades de turno y agitó políticamente alguna vez desde un supuesto partido que un grupo de nostálgicos llamaron Nueva Opción Republicana.
En los últimos años, sus vecinos del barrio Bajo Palermo lo veían hacer caminatas para visitar a su “par”, el represor Fernando Santiago, ex titular de Inteligencia del Tercer Cuerpo.
La última aparición de Menéndez que tuvo repercusión pública ocurrió hace un mes, cuando un grupo de estudiantes lo reconoció en una playa de estacionamiento, en el centro de Córdoba. En esa oportunidad volvió a mostrar al genocida desafiante y autoritario que empuñaba su facón ante cualquiera, y amenazó con una sevillana a uno de los jóvenes. Lo mismo había hecho en agosto de 1984, cuando un grupo de periodistas lo esperaba a la salida de Canal 13, en Buenos Aires, tras su participación en el programa “Tiempo Nuevo”. La foto de ese episodio quedó en la historia, como la que mejor lo ilustra.

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El general retirado Luciano Benjamín Menéndez fue indultado por el ex presidente Carlos Menem.
Fue el responsable del campo de concentración La Perla, por donde pasaron más de 3000 secuestrados.
 
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