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Desde Roma

Al dirigirse a las personas reunidas ayer en la Plaza de San Pedro para el rezo del Angelus, el papa Francisco dio a conocer el número de cardenales que designará en su primer consistorio del 22 de febrero. Y poco después el Vaticano daba a conocer los nombres de los diecinueve nuevos candidatos, causando no poca sorpresa entre los creyentes al comprobar que el Papa parece estar decidido a cambiarle la cara al colegio cardenalicio, dando más espacio a los países del sur del mundo, y particularmente de América latina. De ese total, en efecto, tres son sólo honorarios, es decir que por tener más de 80 años no podrán votar en un eventual cónclave para elegir un nuevo papa, y de los dieciséis restantes, sólo siete pertenecen a países de Europa y Norteamérica, mientras nueve se reparten entre América latina (cinco), Africa (dos) y Asia (dos). Entre los elegidos está el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, quien reemplazó en la dirección de la diócesis de Buenos Aires al propio Jorge Bergoglio, cuando éste se transformó en Francisco.

“Como ha sido anunciado, el 22 de febrero tendré la alegría de hacer un Consistorio durante el cual nombraré a dieciséis nuevos cardenales que pertenecen a doce naciones del mundo, representando así la profunda relación eclesial entre la Iglesia de Roma y las otras iglesias repartidas por el mundo”, dijo Francisco al concluir el Angelus del domingo.

Entre los nuevos cardenales se confirmó lo que se esperaba en ambientes religiosos, es decir, la presencia del actual arzobispo de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli, sucesor del cardenal Bergoglio en la dirección de la diócesis de Buenos Aires. Pero a monseñor Poli se le agregan otros cuatro exponentes latinoamericanos, y uno en particular, considerado una gran novedad. Se trata del primer cardenal de Haití, el obispo de Les Cayes, Chily Langlois. Los restantes latinoamericanos son Orani Joao Tempesta, arzobispo de Río de Janeiro; Ricardo Ezzati Andrello, arzobispo de Santiago de Chile, y Leopoldo José Brenes Solórzano, arzobispo de Managua.

Entre los tres cardenales “eméritos” u honorarios, uno, el arzobispo Loris Capovilla, que tiene 98 años, fue el secretario del papa Juan XXIII, y dado que este pontífice será canonizado por Francisco el próximo 27 de abril junto a Juan Pablo II, el Papa por lo visto ha querido honrarlo por su contribución a aquel pontificado.

Según algunos analistas, la reducida presencia de nuevos cardenales italianos –tradicionalmente muy numerosos en cada nuevo consistorio– da a entender que Bergoglio no quiere que ciertas tradiciones automáticas condicionen el camino de la Iglesia. Y envía también un mensaje en cuanto a cómo debería ser la futura curia romana, es decir, la dirección de la Iglesia mundial que está en Roma, ya que, por ejemplo, el “cappello” cardenalicio no ha sido asignado esta vez a ninguno de los presidentes de los actuales Consejos Pontificios, como en cambio solía suceder hasta ahora.

De todas maneras, Francisco nombrará cardenales al secretario de Estado, es decir, el virtual número 2 de la Santa Sede, Pietro Parolin, que él mismo nombró hace algunos meses, y a Gherard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, un prelado que ha trabajado en América latina y tiene óptimas relaciones con el fundador de la Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez, con quien recientemente publicó un libro.

Con estos nombramientos por lo visto el papa Francisco ha querido equilibrar un poco el cuerpo electoral cardenalicio, cuya composición en febrero de 2013 –Francisco fue elegido en marzo– tenía diferencias notables: sobre 125 cardenales votantes, 67 eran europeos, 30 italianos y 15 norteamericanos. Mientras que de América latina –el llamado por Juan Pablo II “continente de la esperanza”, porque allí vive más del 40 por ciento de los católicos de todo el mundo– sólo había 22 representantes. Actualmente, y hasta el momento en que los nuevos cardenales sean consagrados, el cuerpo cardenalicio está integrado por 107 electores y 92 no electores. Pero las normas vaticanas exigen un mínimo de 120 cardenales electores, es decir, menores de 80 años. Con los nuevos nombramientos el total llegaría a 123.