Jueves, 13 de febrero de 2014 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Mario Wainfeld
“Todos queremos las PASO”, describe un pre-presidenciable del Frente para la Victoria (FpV). La primera persona del plural comprende a la dirigencia kirchnerista y también a la oposición. Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO, para los amigos) son uno de los interesantes avances de la Reforma Política. Fueron subaprovechadas hasta ahora, tanto en 2011 como en 2013. Su aceptación parece haberse ampliado, con la mirada puesta en el 2015. Más allá de sus virtudes (participación ciudadana en conformación de las listas, ordenamiento de las preferencias, limitación de transfugueadas preelectorales berretas), los participantes de todo pelaje atienden a la utilidad táctica. Para el polícromo espectro opositor facilitan coaliciones sin atravesar algunos de sus requisitos de manual: acuerdos programáticos así fueran imprecisos, pactos de convivencia. Sin un liderazgo preciso, las PASO podrían ser un atajo a la unidad, con la zanahoria de la conveniencia. El mínimo denominador común (apodémoslo “cero por ciento K” o “ciento por ciento anti K”) está a buena distancia de ser un proyecto de país, pero puede fungir de argamasa para sumar parcialidades.
A su vez, los potenciales candidatos del FpV calculan que sin re reelección, sin un delfín ungido y sin una figura que le “junte la cabeza” al conjunto, la interna vía las PASO puede servir para sumar y contener. Hace un año o un poquito menos, era más habitual pensar que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner nominaría a su hipotético(a) candidato(a). La interpretación dominante hoy día es que dejará que “florezcan cien flores” o un puñado de ellas. La “herramienta” (está de moda describir así a las PASO) alienta a que sean unos cuantos los dispuestos a “jugar”. Desde luego –de política hablamos– los cálculos se hacen en base a las coordenadas político-económicas delineadas desde agosto del año pasado. Si mejoran o empeoran mucho, habría que ver.
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Parafraseando al protagonista mencionado en las primeras líneas en el kirchnerismo, “todos” tienen una primera lista de eventuales candidatos, que la prensa también ha fatigado. El gobernador Daniel Scioli está inscripto desde hace mucho y sus actitudes le han valido que los compañeros K le reconozcan que “juega acá” resistiendo la convocatoria del massismo y las diatribas de la prensa dominante. La propia Presidenta lo viene haciendo, desde la campaña electoral del año pasado.
Dos colegas, el chaqueño Jorge Capitanich y el entrerriano Sergio Urribarri, están en la lista. El ministro del Interior Florencio Randazzo se anotó y tiene un grado de reconocimiento entre sus pares.
Tal vez sean esos los “pre” más instalados. El presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, insinúa ambiciones. El senador Aníbal Fernández anunció que no desiste de sus chances. El “goberna” salteño Juan Manuel Urtubey asoma la cabeza de vez en cuando. En el relativismo de esta crónica (falta mucho, parte del análisis es opinión del cronista) podría ubicárselos, hasta acá, con un potencial menor.
Scioli tiene un capital acumulado mayor que sus contendientes, por ahora. Mayor conocimiento público, un nivel de aceptación amiantado a un grado difícil de explicar.
Coqui Capitanich fue colocado por la Presidenta en un puesto de extrema visibilidad, que lo hará reconocible por muchos ciudadanos. Y un grado de responsabilidad que ata sus perspectivas futuras al devenir del Gobierno, esto es de la situación general. El Ministro Jefe está expuesto, es muy activo, habla a diario..., su ponderación queda adherida a la de la gestión que acomete. Con el tiempo se verá si ese sitial le granjea aceptación masiva.
Urribarri y Randazzo también dependen en buena dosis de sus desempeños como gobernador o como ministro. Randazzo lo sinceró vinculando su porvenir a cómo funcionen los trenes.
Los demás esperan su turno y nada indica que se haya cerrado la inscripción. Vaya un ejemplo sólo como muestra. La militancia del Movimiento Evita clamó (en un masivo plenario de su militancia) por tener un candidato bien representativo del proyecto kirchnerista. Era un modo de distanciarse en especial de Scioli, pero la consigna puede trascenderlo. Claro que construir un pretendiente aceptable para el padrón nacional dista de ser tarea menuda.
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El vicepresidente Amado Boudou no está en ninguna mesa de arena de sus compañeros dirigentes. Figurar en la fórmula presidencial, haber sido ensalzado por la Presidenta y tener por una virtualidad un solo mandato lo colocaban bien a fines de 2011. Desde entonces ha padecido denuncias y asedio de los medios dominantes que complicaron su imagen pública. Ese “debe” puede imputarse a la voluntad de los adversarios o enemigos. Pero, además, Boudou no ha “construido” políticamente. No ha sumado adhesiones, no formó o congregó agrupaciones, se fue diluyendo aún intramuros de Palacio.
Los “linchamientos mediáticos” generan adhesiones de sus compañeros pero, mayormente, no hay quien apueste a su proyección futura, la promueva o hasta crea en ella. Las primeras figuras de La Cámpora y su militancia no lo tienen en su cuadro de honor, por decir un eufemismo, aunque no lo extrovertirán en público.
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“Todos” escrutan encuestas, no las divulgan y se cuidan mucho de mostrarse apresurados. Scioli, atípico desde el vamos, hace excepción. Y se da un lujo que rivales internos le recriminan: ostentar sus anhelos, dialogar mucho más con opositores o grupos de poder. Ayer mismo estuvo en Nueva York, en el Council of the Americas, mostrándose a su modo zen, componedor e impreciso.
El gobernador suele reunirse desde hace meses con economistas que no son “del palo”: Miguel Bein y Mario Blejer por caso. En semanas recientes inmortalizó los encuentros con fotos-mensajes, a las que es tan aficionado. Los contertulios son bien recibidos, por el gobernador y figuras de su equipo de gobierno, entre quienes jamás faltan la ministra de Economía, Silvina Batakis, y el jefe de Gabinete, Alberto Pérez. Se les rinde eminencia a los expositores, los contertulios hasta toman nota de sus palabras. Alguno de ellos traduce que es un modo de competir con el ahora diputado Sergio Massa, quien congrega a varios economistas, no todos compatibles entre sí. Como fuera, la galería fotográfica de Scioli es una obsesión y una marca de fábrica: a esta altura de la velada se puede cuestionar su encanto pero no su destreza en el manejo de la imagen.
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Un sondeo incompleto entre figuras relevantes del kirchnerismo (anche algunas mentadas líneas arriba) comprueba que muchos referentes del oficialismo miran con agrado una propuesta opositora. Se trata de modificar la exigencia de que la fórmula ganadora en las PASO represente al partido o coalición respectivos en las elecciones generales, sin admitir ningún tipo de cambios. La modificación propone que la fórmula ganadora pueda retocarse en lo concerniente al vice: sea colocando al candidato a presidente a quien resulte segundo en las primarias, sea concertando un acuerdo al respecto.
Muchos protagonistas opositores y alguno de sus opineitors orgánicos se extasían con la movida, atribuyéndole virtudes exorbitantes. Aunque no se comparta la excitación, cabe decir que la reforma suena razonable. Rige en otras latitudes, se aplicó por acá, contempla a las minorías, es un modo de garantizar adhesiones de los perdedores. Por eso, en la previa les apetece a rivales de distintas camisetas.
De aprontes tratamos, pero nadie se priva ni se apea ni deja de pensar en ese porvenir. Scioli se confesó con uno de sus invitados VIP: “Si las elecciones fueran mañana, pierdo. Pero no son mañana”. La reflexión no es sólo suya: “todos” en el oficialismo saben que el actual será un año espinoso en lo económico y conflictivo en lo social. Pero se vota el año próximo y la floja aptitud del colectivo opositor desde hace añares también cuenta. Ambos factores insuflan optimismo de la voluntad ante un escenario por demás complejo.
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