EL PAíS › OPINION

Contaminación moral

Por José Nun

Los argentinos estamos tratando de salir a duras penas no sólo de la catástrofe económica y social en la que nos sumergieron el menemismo y sus continuadores sino de la pestilente atmósfera de contaminación moral que se instaló en el país y que invadió todas las esferas instituciona-les. Se trata de una tarea muy compleja porque los principales responsables de lo ocurrido están vivitos y coleando y conservan enormes cuotas de poder. Este es el contexto en que se desarrollarán las próximas elecciones a jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y es importante no perderlo de vista porque, insisto, ninguno de los factores que nos condujeron a la crisis ha sido todavía eliminado.
Más aún: un vistazo a la trayectoria personal y política de Mauricio Macri y de buena parte de los candidatos que participan en sus listas vuelve claro que su eventual triunfo se convertiría en una cabeza de puente ideal para organizar el retorno al poder de muchos de los peores representantes de la política de los años ‘90. Si a esto se le suman las conocidas –y cada vez más públicas– intervenciones de Daniel Scioli (que, forzado por las circunstancias, ha resuelto abandonar su máscara de buen muchacho) y la posibilidad de que Ramón Puerta gane la gobernación de Misiones, se advierte con facilidad que hay mucho de qué preocuparse y que resulta imprescindible cerrar filas en torno de la candidatura de Aníbal Ibarra.
Esto no significa resignarse a votar por el mal menor, peligro del que tan generosamente quieren salvarnos el oportunismo sin principios de Patricia Bullrich (que esgrime como credenciales haber pasado por puestos de gobierno desde los cuales no cambió nada) o la miopía política de Luis Zamora, definitivamente alineado en la franja patética de la-izquierda-que-nunca-aprende. No únicamente Ibarra desempeñó su cargo con dignidad en medio de la crisis más terrible que nos haya tocado vivir sino que el cotejo entre sus listas de candidatos y las de Macri no deja lugar para la duda. ¿Cómo poner siquiera en la misma balanza a luchadores progresistas como Claudio Lozano y Miguel Bonasso, por un lado, y a un envarado Jorge Vanossi (que fracasó sin atenuantes como ministro de Justicia) o a un oscuro representante de Miguel Angel Toma, por el otro?
Quienes añoren las tapas de la revista Gente o las fiestas de pizza con champagne en las que se lucía Mauricio Macri, tienen su candidato. Quienes estamos comprometidos con los nuevos aires que se respiran en el país y decididos a seguir luchando por la igualdad y la justicia, y a terminar de una vez con la contaminación moral, tenemos el nuestro.

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