Sábado, 16 de mayo de 2015 | Hoy
EL PAíS › LA DISPUTA POR LA SUCESIóN DE JOSé MANUEL DE LA SOTA EN EL GOBIERNO CORDOBéS
Las elecciones serán el próximo 5 de julio. Los principales candidatos ya se anotaron. El oficialismo provincial postula a Juan Schiaretti. Oscar Aguad encabeza la fórmula de la alianza entre la UCR, el PRO y Luis Juez. Al kirchnerismo lo representa Eduardo Acastello.
Por Marta Platía
Desde Córdoba
Signados por la política de (in)seguridad de José Manuel De la Sota, que hace poco más de una semana ordenó una razzia con más de 1500 policías que detuvieron a unas 350 personas –de las cuales sólo 5 habrían cometido delitos menores, y el resto supuestas contravenciones al cuestionado Código de Faltas–, los candidatos a gobernador de la provincia que el próximo 5 de julio irán a las urnas en Córdoba timonean sus campañas y cierran sus últimos acuerdos. Ya se presentaron en sociedad Juan Schiaretti y Martín Llaryora, de Unión por Córdoba, la continuidad del oficialismo provincial; la llamada “triple alianza” entre el PRO, la UCR y el Frente Cívico, con la fórmula entre el radical Oscar Aguad y el macrista Héctor Baldassi; y el dúo que resultó toda una sorpresa de último momento: el del kirchnerista Eduardo Accastello y el humorista Cacho Buenaventura por el Frente para la Victoria Podemos. La dupla que bendijeron presidenciable Daniel Scioli y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.
Por estos días, las calles de Córdoba están saturadas de gigantografías y los simples afiches parecen haber pasado a la historia. Schiaretti luce juventud de fotoshop y el leitmotiv “Juan vuelve”, con el que anuncia su intención de suceder a quien precedió, su jefe De la Sota, que hoy lanza formalmente su campaña presidencial y dedica la mayor parte de su tiempo a sus aspiraciones nacionales.
Schiaretti llegó por pimera vez a la gobernación en 2007, cuando se impuso en aquellas reñidas elecciones de 2007 cabeza a cabeza con Luis Juez. Ahora es diputado nacional –cuando el proselitismo lo suelta, claro– y lo acompaña Llaryora, quien fue ministro de Industria y Comercio de la provincia.
Como ya había ocurrido cuando se acercó a Francisco de Narváez en 2007, Aguad sabe que solo no puede, y esta vez lo va a intentar con una ayudita de los “amigos” del PRO. Sólo que aquí hubo de resignar aun más y Mauricio Macri decidió por él y por todo el resto. La UCR local pasó a ser una especie de sucursal del jefe de Gobierno porteño. Fue él quien puso y depuso en un rejunte más de amor-espanto entre el PRO, el radicalismo y el Frente Cívico, un partido en flagrante diáspora, ya que Juez también decidió arriar sus banderas. Resulta casi una rareza histórica en la política local, cómo un candidato ha perdido su capital político en poco menos de ocho años. Para sus propios legisladores ha resultado un baldazo de agua que Juez resignara sus aspiraciones de gobernar Córdoba ante los radicales a quienes siempre criticó. Su foto sellando el acuerdo, y luego en un asado de “camaradería” en el que estaba sentado con Macri, Sanz, Aguad, Ramón Mestre (h) sacudió a los cordobeses. La frutilla de ese postre llegó cuando luego se supo que, apenas se fueron los fotógrafos, a esa misma mesa se sentó el menemista-cavallista Germán Kammerath.
Pero eso no fue todo: esta vez Juez también le cedió sus aspiraciones a la intendencia a Mestre, cuya gestión no se priva de criticar. Tanto es así, que apoyará a Olga Riutort, la ex esposa de De la Sota, quien tiene buenos números en las encuestas en sus aspiraciones a intendenta.
El Milico Aguad intenta polarizar la elección con Schiaretti e intenta hacer oídos sordos a los radicales históricos, como Leopoldo Moreau; y más aún a los que le traen a la memoria su famosa foto con el genocida Luciano Benjamín Menéndez, ya en democracia. A eso se suma su procesamiento por su desempeño como interventor en Corrientes (un caso que se ha reabierto en los últimos días); y su decisión de designar como director de Investigaciones de la Policía cordobesa en 1994 al represor de la dictadura Carlos “Tucán” Yanicelli, quien fue condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad.
Con críticas de propios y extraños, pero con un golpe de efecto que nadie esperaba, Accastello nombró de vice a Buenaventura (se llama Luis Eduardo, pero en tierra de apodos los cordobeses recién ahora se enteraron de su nombre). Buenaventura, nacido en Cruz del Eje, en el norte cordobés que quedó sumido en la pobreza –entre otras cosas– luego del cierre de los trenes por parte del menemismo, es un hombre muy querido y reconocido en toda la provincia. El mérito del intendente de Villa María es haberles ganado de mano a los delasotistas y a los radicales, porque Buenaventura ha protagonizado varios “spots” de campaña para el gobierno provincial durante los últimos años y siempre se ha declarado “radical”.
“A mí nunca nadie me propuso ocupar ningún cargo ni entrar en política”, afirmó Cacho en una entrevista a Radio Universidad de Córdoba. “Eduardo Accastello es el primero. Lo estimo, lo respeto como amigo y político; lo pensé porque era abandonar mi lugar cómodo de éxito como humorista que ha trabajado tanto tiempo, para meterme en estas cosas donde todos te critican. Pero confío en hacer lo mejor que pueda en el ámbito social. Por eso acepté.”
Para el Frente para la Victoria, la anexión de Buenaventura es un punto a favor en gran parte del territorio provincial, ya que ni hace falta presentarlo, aunque puertas adentro la discusión es por qué Accastello no consultó a nadie; por qué un humorista; por qué no un “cuadro” de la militancia. Para Unión por Córdoba, se abre la posibilidad de que la inclusión de Buenaventura en la fórmula kirchnerista le reste votos, ya que hasta hace poco tiempo su figura estaba identificada con el delasotismo; en tanto los radicales –aunque no lo admitan– tienen la sensación de que “se les escapó la tortuga”.
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