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Carta pública a mis compañeros
Por Norma Le Bret*
En octubre del ‘98 una de mis hijas se anotó en un ropero comunitario por el Plan de Emergencia Laboral (PEL). Yo era manzanera del Plan Vida. Trabajaba para lograr un comedor nocturno porque veía que muchos chicos comían una vez al día en los comedores escolares. Por entonces en Quilmes gobernaba el PJ. El 4 de julio de ese año mi esposo había perdido un dedo y su trabajo. Entonces íbamos con mis hijos a la iglesia Santa Catalina, junto a mi vieja, y pedíamos monedas. Mis hijos más chicos abrían puertas de taxis, pedíamos en los bares. Así manteníamos la familia.
En noviembre del ‘98 mi hija me contó que me habían elegido delegada en un plenario al que vendría gente de todo el país. Me conocían porque siempre me gustó trabajar en tareas comunitarias. Será por eso que me eligieron. En el plenario conocí a la Corriente Clasista y Combativa. Hablaban de cortes de rutas, marchas, fondo de lucha. Conocí al Perro Santillán y a Alderete. Entendí que la única diferencia entre ellos y yo era que yo estaba en la vereda de enfrente.
Cuando volví al barrio tenía que hacer una asamblea y contar todo. Me pregunté: ¿con quién? Me preguntaba cómo eran, quiénes eran, cómo era lo del fondo de lucha. Pensé que iba a ser como los partidos políticos en los que trabajé, donde lo único que vi fue cómo cagaban a la gente, cómo los convencían con un tetra o droga para que vayan a los actos. En la CCC hablaban de que había que luchar. Así empezamos a charlar con los vecinos. Hablábamos de la necesidad del autosostenimiento, de la democracia directa, de la independencia del pueblo. Fuimos a los barrios a discutir con un ejemplo claro: la Argentina, uno de los países más ricos de América, depende de los imperialismos para gobernar.
Con Geronés asumieron De la Rúa y Cavallo. La lucha comenzaba a cambiar, habíamos entendido que no era sólo el plan lo que necesitábamos. Los chicos ya no iban a estudiar, importaba llegar primero para entrar al comedor, pibes que se desmayaban de hambre, la salud totalmente colapsada. Discutíamos la necesidad de ir por más: por los planes, la salud, la educación, alimentos, entubamiento del arroyo Las Piedras.
Durante los cuatro años de su gobierno, Geronés jamás respondió a las necesidades de la comunidad. Nuestros hijos se nos morían ahogados en el arroyo y el arroyo no te dejaba nada. Cuando el agua bajaba, nos dejaba miles de focos infecciosos, perros muertos, ratas, etcétera.
Por cinco años nos instalamos en la ruta. Todo lo que se había perdido, lo que no tenía respuesta, se encontraba en la lucha. Sobre todo la dignidad de ser parte de esta tierra, el orgullo por los triunfos obtenidos, la cara de alegría de los compañeros, la vida de cada uno de nuestros compañeros que se transformaba en propia. Como la de Yolanda con doce hijos, algunos desnutridos, una casa precaria, pero con dignidad, con orgullo de luchar, de no bajar los brazos. Así miles de historias cada vez más dolorosas. Y con la ausencia del Estado al servicio de los humildes.
En aquellos días levantábamos un programa: profilácticos, DIU gratuito. “¿Cómo es? ¿Compro el pan o las pastillas?”, nos decían las compañeras. Tengan que comprar las pastillas, tengo un hijo desnutrido, no puedo embarazarme, otra vez nos reprimen. Las historias son cada vez más duras: pies descalzos, con un tono púrpura el invierno castiga a los más humildes, a los negros, el sol nos va quebrando la piel, el arroyo nos mata, el Estado te mata, te humilla, te olvida.
Pero cada día somos más fuertes. ¿Qué más nos pueden quitar si nos han quitado todo? Sabemos que el 10 por ciento de los niños se muere, el 40 por ciento tiene pocas expectativas de vida. ¿Cómo se resuelve? El municipio y el Gobierno están ausentes para nosotros. Faltan doce millones de dólares del municipio de Quilmes. ¿Cuántos kilos de carne? ¿Cuántos litros de leche? ¿Cuántas docenas de huevos? En los comedores y merenderos no hay nada: sólo arroz, polenta y yerba. Siguen las muertes por hambre.
¿Por qué quieren castigarnos? ¿Por qué quieren reprimirnos de nuevo? ¿Por luchar por defender nuestro derecho y ayudar a paliar el hambre? Los chicos que se mueren de hambre son hijos nuestros. Son niños despreciados por el Estado. Pero no por nosotros.
* Desocupada de Solano (Quilmes), militante de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), acusada de “extorsión” ante los Tribunales de Quilmes.