Domingo, 12 de julio de 2015 | Hoy
EL PAíS › EL PAPA RECIBIO A LAS HIJAS DE ESTHER BALLESTRINO, UNA DE LAS FUNDADORAS DE LAS MADRES
El encuentro fue en Asunción. Francisco recordó con Ana María y Mabel Careaga los momentos que compartió con su madre en un laboratorio donde trabajó de joven y la tenía de jefa. Contaron de la admiración de Jorge Bergoglio por ella.
Por Ailín Bullentini
Ana María y Mabel Careaga compartieron ayer “recuerdos familiares y anécdotas” de su mamá, Ester Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, con el papa Francisco, quien fue empleado de ella en un laboratorio durante la década de 1950. “Nos dijo que nuestra madre le había enseñado a pensar. Eso es muy fuerte”, coincidieron ambas, horas después del encuentro en Paraguay.
“Para nosotros fue realmente importante”, reflexionó Ana María, horas después de la reunión, en diálogo con este diario. Francisco recibió a dos de las tres hijas de Ballestrino de Careaga y a sus respectivos esposos, Héctor Francisetti y Oscar Estelles, a las 7.30 de la mañana de ayer en la Nunciatura de Asunción, la última ciudad de su recorrido por América latina, que comenzó a principios de semana en Ecuador y continuó en Bolivia. El encuentro fue concertado por el cónsul de Paraguay en Uruguay, Alcides Albariño, y Leila Rachid, de la Cancillería de Paraguay.
Ballestrino de Careaga fue, durante la segunda mitad de la década de 1950, “la jefa de Francisco”, apuntó Ana María. Su mamá, bioquímica farmacéutica, dirigía un laboratorio “que quedaba en la calle Azcuénaga, casi Santa Fe”, de la ciudad de Buenos Aires, en el que el Papa, por entonces un “jovencísimo” Jorge Bergoglio, era técnico. Ayer, el pontífice les confesó a dos de las hijas de su ex jefa –Esther, la tercera, no pudo viajar desde Suecia, donde vive– que ella “le enseñó la seriedad del trabajo”, remarcó Ana María y reprodujo una de las anécdotas que Francisco recordó de sus días de joven laboratorista: “Nos dijo que ellos solían completar algunos análisis y que, para eso, él se basaba en resultados de estudios anteriores que habían hecho otros, pero que cuando mi mamá se enteró de eso le explicó que no estaba bien, que tenía que revisar todo... Expresó admiración por ella”.
Ballestrino nació en Uruguay en 1918, pero a los pocos años se estableció en Paraguay, junto a su papá y su mamá, oriunda de ese país. Allí estudió hasta completar su carrera universitaria y forjó su espíritu militante, como miembro del Partido Revolucionario Febrerista y fundadora del movimiento femenino dentro de esa estructura. “Era una joven dirigente de avanzada”, acotó Ana María. La vida en Asunción se volvió complicada y peligrosa al asomo de la dictadura de Alfredo Stroessner, así que emigró hacia Argentina durante los primeros años de la década del 50. Allí, conoció a su marido, Jesús Careaga, con quien tuvo a Ana María, Mabel y Esther, y conoció a Bergoglio, cuando tenía 17 años y no había tomado los hábitos.
A aquellos años regresó ayer la máxima autoridad de la Iglesia Católica, con la ayuda de una fotografía en blanco y negro que las hijas de su ex jefa le obsequiaron, entre varios otros presentes, durante el encuentro que compartieron en Asunción. “La vio y se emocionó un montón. Encontró a mi mamá primero y luego fue nombrando uno por uno a los compañeros de laboratorio, hasta que llegó hasta él. ‘Este soy yo’, riendo’”, relató Mabel.
Las hermanas Careaga llegaron al encuentro con Francisco bastante “emocionadas” por lo que el pontífice había expresado en sus discursos de días atrás. Y se lo confesaron ayer por la mañana, en forma de agradecimiento. “Le dijimos lo importante que había sido para nosotros su perdón en nombre de la Iglesia por las atrocidades cometidas en América latina durante la colonización, un perdón que creemos tiene sus efectos en relación al rol de la jerarquía eclesiástica durante el terrorismo de Estado en Argentina. Y él nos respondió que era un acto de justicia”, resumió Ana María, quien fue secuestrada a comienzos de la última dictadura cívico militar –también lo habían sido su compañero y el de una de sus hermanas– y por quien su madre comenzó una búsqueda que la convirtió en una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo.
En 1977, durante los primeros pasos de la que es la organización de derechos humanos más importante en la historia argentina, Ballestrino fue secuestrada junto a las otras madres fundadoras Azucena Villaflor y María Ponce, y a las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. “Mi mamá dejó huellas en el joven adolescente que Francisco era cuando la conoció y entendemos que esas huellas están presentes en las ideas que planteó durante su visita a Latinoamérica –apuntó Ana María–. Vemos en la denuncia que él realizó sobre el agotamiento del sistema capitalista, de lo peligroso de la concentración monopólica de los medios de comunicación y de la necesidad de un cambio en manos de los desposeídos un hilo conductor con las ideas de mi mamá y de los y las militantes de los ’70.”
Luego del trabajo conjunto en el laboratorio, Esther y Bergoglio siguieron en contacto, incluso durante el terrorismo de Estado: “Mi mamá le había pedido que escondiera unos libros “marxistas” que tenían en su casa los Careaga. La desaparición de las religiosas de la Santa Cruz fue lo primero que Bergoglio les dijo que supo del episodio en el que también secuestraron a su madre y a las otras dos fundadoras. “A los días, vio el nombre de mamá y se tapó la cara con las manos”, repitió Mabel. Luego de eso, su papá sostuvo el contacto, que no se repitió demasiadas veces a lo largo de las décadas. Ya convertido en Francisco, las hermanas Careaga lo invitaron a visitar la iglesia de la Santa Cruz y el Solar de la Memoria, donde descansan los restos de las Madres fundadoras y las religiosas. “Quisiéramos que les cuente a nuestros hijos y nietos, los nietos y bisnietos de mamá, las historias que compartió con ella”, apuntó Mabel.
Al cierre de la reunión de ayer le reiteraron la invitación.
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