Miércoles, 22 de julio de 2015 | Hoy
Por Washington Uranga
El discurso de Mauricio Macri en la noche de las elecciones porteñas, contradiciendo gran parte de sus posiciones anteriores y mostrándose casi como un candidato del oficialismo, ha dado lugar a muchas lecturas e interpretaciones. También a las críticas que advierten sobre el oportunismo y el cinismo, sin descartar la mentira. Se hace difícil creerle al jefe de Gobierno: por sus afirmaciones anteriores, pero sobre todo por sus prácticas actuales en el ejercicio de la gestión. Sin embargo, es saludable escuchar de boca de su delfín Horacio Rodríguez Larreta que “hemos aprendido”, palabras pronunciadas como justificación para el cambio de postura. Ojalá así sea, porque sería bueno para el país. Sobre todo porque llevaría a pensar que ante un eventual triunfo electoral del Frente para la Victoria, el PRO podría colaborar, desde el Congreso y desde la oposición, a profundizar y no a obstaculizar como ha hecho hasta ahora, las políticas públicas impulsadas por el actual gobierno y que, sin duda, son perfectibles. En este sentido y siempre y cuando Macri haya hablado con verdad, estaríamos ante una Argentina más madura en sus procesos políticos. En campaña electoral se podría preguntar a los candidatos de Cambiemos si estarían dispuestos, desde el gobierno o desde la oposición, a seguir mejorando y profundizando las políticas del actual gobierno.
También en términos de especulación podría pensarse que Macri se corrió de la extrema derecha neoliberal porque ese espacio está agotado y ahora intenta pescar en el río revuelto de los electores que en algún momento abrevaron en la aguas de Sergio Massa. El discurso actual de Macri se parece más al utilizado por el ex intendente de Tigre para posicionarse tiempo atrás. Lo contradictorio puede ser que, buscando la polarización con Daniel Scioli y con el FpV, Mauricio Macri lo haga acercándose y tratando de capitalizar las banderas del oficialismo gobernante. Curiosidades de los “estrategas” de las campañas políticas. Pero sobre eso debe responder Jaime Durán Barba.
Más allá de todo lo anterior, hay también una lectura que no debe dejar de hacerse. Que Macri tenga que apelar a un discurso que contradice sus dichos anteriores para rescatar ejes centrales de las políticas del gobierno significa una victoria político cultural de la gestión actual y de la sociedad en general. Algunos podrían decir lo mismo respecto de Daniel Scioli, que hoy defiende quizá como nunca antes los postulados de Cristina Fernández de Kirchner. La diferencia es que el candidato oficialista siempre estuvo –aun con discrepancias– dentro del agrupamiento político que hoy lo propone.
Todo demuestra, sin duda, que hay avances que se han logrado en la Argentina en materia de políticas públicas y de restitución de derechos humanos y ciudadanos, que están instalados en la sociedad y en la conciencia de los ciudadanos. Y que por este motivo será muy difícil volver a atrás. Las condiciones son bien distintas de las que se registraban en los años noventa. El discurso privatizador no tiene consenso y si bien puede estar impulsado por interesados grupos de poder, no será fácil para nadie desandar el camino recorrido. Lo mismo respecto de los derechos recuperados por los sectores populares y por otros actores diversos de la sociedad.
La mayoría de la sociedad registra y valora sus propias victorias político-culturales, que se reflejan en mejoras en su calidad de vida. Y no está dispuesta a ceder en ese plano. Los políticos lo saben y, en campaña, aun aquellos que son difícilmente creíbles intentan ajustar sus discursos a las expectativas ciudadanas. No menos cierto es que nada está ganado de una vez y para siempre. Las urnas darán un veredicto. Pero aun más allá de los resultados electorales está claro que la sociedad argentina ha crecido en madurez y está en capacidad de desarrollar mecanismos sociales y de participación para garantizar sus conquistas y consolidar sus avances político-culturales.
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