EL PAíS › PROCESAN A DOS ASAMBLEISTAS DE VILLA CRESPO
Por ocupar un banco abandonado
Por Irina Hauser
La Justicia volvió a atacar la protesta social. Esta vez le tocó a las asambleas barriales. La Sala VII de la Cámara del Crimen, la misma que ordenó a principio de año el desalojo de Brukman, procesó a dos integrantes de la asamblea de Villa Crespo por la ocupación de una sede abandonada del Banco Provincia, donde habían instalado un comedor y se realizaban las actividades de los vecinos. La misma medida alcanzó a otras dos personas que el día del allanamiento estaban en el lugar. El abogado Gerardo Etcheverry, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, recusó esta semana a los camaristas por prejuzgamiento.
Los magistrados de alzada ratificaron una resolución del juez de primera instancia Raúl García, quien había ordenado el desalojo de la asamblea y los procesamientos por el delito de usurpación. También había dispuesto que a los imputados se les trabara un embargo pero demoró en fijar el monto que, recientemente y luego de la resolución de la Cámara, estableció en 10 pesos para cada procesado. “Por eso recusamos a los camaristas, que ahora deben resolver sobre el embargo y decimos que éste está fuera de tiempo. Desde un comienzo está todo mal hecho: García, juez subrogante, no mostró pruebas de la supuesta usurpación”, señaló el abogado Etcheverry.
Los dos asambleístas afectados son Carlos Tcholakián y Nelson Darín, ambos además militantes del Partido Comunista. Las otras dos personas son Miguel Navarrete, artesano, y la abogada Amelia Beatriz Carabajal. “Ellos dos habían venido al lugar donde funcionaba la asamblea a solidarizarse junto con mucha gente ante el primer allanamiento, la policía les pidió identificación y quedaron enganchados”, cuenta Tcholakián.
Igual que otras asambleas, la de Villa Crespo había decidido ocupar, para realizar sus reuniones y actividades comunitarias, una sede bancaria abandonada del Bapro, en Scalabrini Ortiz y Padilla. Otras asambleas, como la del Cid Campeador, siguen funcionando en viejos edificios bancarios con la idea de darles un uso social en lugar de que sigan vacíos.