ESPECTáCULOS › EL CINE FANTASTICO Y DE TERROR HECHO EN ARGENTINA, EN FRANCA EXPANSION

Cuando la sangre es pasión de multitudes

El festival “Buenos Aires Rojo Sangre” es sólo un emergente de una actividad frenética. Con pocos recursos pero mucha inventiva, productores y directores argentinos apuestan a salir de las sombras.

 Por Eugenia García

Para morirse de miedo en este país no es necesario recurrir a lobizones, vampiros, aparecidos, zombies, momias y monstruos: basta prender la TV y escuchar el noticiero, o abrir el diario, y a veces sólo salir a la calle. Casi se podría pensar que esas historias son una mueca deformada al lado del verdadero horror, la realidad. Justamente en estos últimos años de terror, un buen número de realizadores independientes, jóvenes y no tanto, se lanzó a la aventura de concretar películas del género. En grupo, con cámaras y camarógrafos prestados, con posproducción en computadoras caseras, usando líquidos colorados y toneladas de maquillaje o, en casos aislados, con producción extranjera, los realizadores se las ingenian para producir un cine que es pasión de multitudes, pero nunca llega al circuito comercial. “Sale gente de abajo de las baldosas. Cada año se duplica la cantidad de largos que se presentan. Filmar es contagioso: gente que el año pasado presentó un corto ahora piensa en un largo. No sé si el festival va a hacer que se filme más, pero es una de las cosas que suma”, señala Pablo Sapere, programador del festival Buenos Aires Rojo Sangre, que junto a la muestra marplatense Cinencuadre encabeza el circuito local.
El camino continúa en festivales en el exterior como Sitges o San Sebastián, y en algunos casos llega al DVD. Tal el caso de Plaga zombie: Zona Mutante, de Farsa Producciones, que será distribuida en España, EE.UU. y Canadá. Considerados por muchos como ejemplo a seguir, los chicos de Haedo fueron los primeros en constituirse como productora de terror, ciencia ficción, aventura, acción y suspenso, y cuentan con tres largos y varios cortos. “Nos reorganizamos, dividimos en proyectos para producir más. Intentamos tomar varias puntas, hicimos una convocatoria para que la gente traiga historias”, cuenta Hernán Sáez, director de Plaga Zombie junto a Pablo Parés, y agrega que “queremos que se vea la película, no queremos estar en contra de nada. Pero no entendemos por qué no nos invitan ni al festival independiente. Plaga... se pirateaba en EE.UU., y se consigue más cara en Parque Rivadavia”. Otros que pasean por el exterior son los autores de Attack of the Killer Hog, lisérgica película protagonizada por un cerdito de peluche que participará en Sitges.
Aunque hay un nutrido grupo de seguidores, la historia argentina no tiene una producción significativa. Por prejuicios, censura o los altos costos, es casi imposible trazar una línea desde la legendaria Una luz en la ventana, de Manuel Romero (1942) a esta parte. “Estamos haciendo películas que son una novedad, y lo digo consciente de que son películas con premisas ridículas. Pero esto no existió antes. En algún momento hubo tres bandas que hacían punk, en otro tres que hacían reggae, y ahora hay tres que hacen estas películas. Y hay otros que empiezan a hacerlas y a animarse cuando las ven, como me pasó a mí”, cuenta Sebastián de Caro, que está terminando De noche van a tu cuarto, comedia que homenajea a los clásicos de los ‘50. “Mucha gente trató de clavar una bandera. Lo que pasa acá ahora es parecido a lo que pasó en otros lugares en los ‘80, cuando Sam Raimi y Peter Jackson tomaron el cine independiente y de bajo presupuesto y lo tiraron sobre el género”, comenta De Caro.
Jorge Carlos García, que en los ‘70 fue compaginador de “Sábados de Súper Acción”, está realizando Spectrum Voraz. Continuación de Estigma de terror, que realizó en 1972, Spectrum... es una rara historia vampírica. “Se hace a pulmón y por amor al arte. Por suerte ahora las cosas son mas económicas que en los ‘70. Filmábamos en 8 mm o en Súper 8, había censura. Yo estoy orgulloso de los muchachos. Si tuve que esperar 28 años para esto, valió la pena”, afirma García. “Para mí filmar es una necesidad. Vengo hecha, tengo un background que mezcla Carrie, El exorcista y Poe. Filmo en video, pero no por una cuestión estilística, sino porque no tengo la opción del fílmico”, relata Paula Polacchi, una de pocas mujeres en el medio. “Es un ambiente masculino y es una pena, porque las chicas tienen mucha sensibilidad a la hora de filmar y el terror es el género de las sensaciones”, cuenta Polacchi, que acaba de terminar Baño de sangre, sobre una fotógrafa psicótica que asesina gente. “La hicimos en mi departamento. Las luces, el sonido, cámara y dirección de actores, entre dos personas.”
“Yo digo que el glamour se fue a la mierda, porque cuando estás filmando a las 5 de la mañana no podés pensar ‘soy Spielberg’. Pensás ‘por qué no me voy a dormir’”, explica De Caro. “Tuve que elegir el color de la sangre, aprender a trabajar con gente de efectos especiales, de arte, y lo único que sostiene todo es la pasión”, dice. Sus convicciones son las mismas que las de Sáez, que no se cansa de repetir que “si te urge filmar tenés que hacerlo por tus propios medios. ¿Por qué tantas vueltas para filmar una película, qué tiene de sagrado el celuloide? La cosa es hacer. Hay mucha gente que quiere filmar, y los recursos no lo impiden”.
A la tecnología digital hay que sumarle el hecho de que la devaluación hizo que muchos extranjeros volvieran sus ojos aquí. Llega gente buscando talentos, ideas y menores costos. Jennifer’s Shadow, de Pablo Parés y Diego de la Vega, y Mi suegra es un zombie, de Ernesto Aguilar, son casos emblemáticos. “El digital democratizó mucho. Hay más gente que sigue y hace este cine. Hay cierto snobismo, porque hasta que no tuvimos apoyo de afuera no nos dieron bola”, dice Hernán Moyano, productor de Habitaciones para turistas. Con influencias de Darío Argento y de pintores tenebristas, Habitaciones... fue hecha en tres años entre Carlos Casares, La Plata y Berazategui, y será editada en DVD. Moyano se queja de la legislación del Incaa, que data de la dictadura y señala que sólo podrán estrenarse películas que “enaltezcan al género humano”. De todas formas, la presión del público y la cantidad de títulos generó una sección en el Festival de Mar del Plata, “Cerca de lo oscuro”, y otra en el Bafici, “Del crepúsculo al amanecer”. “Hay más riesgo en las productoras independientes de TV que en el Incaa. Nos haría bien un cine que hable de otras cosas, que no sea tan melanco, tan onanista”, señala De Caro.
“Yo no sé si piensan que no hay público o qué. Pero me consta que el público está. Muchos compartimos ese sentimiento que va desde el cine de Tarantino, hasta el de Alex de la Iglesia, Robert Rodríguez o Spielberg. Y es un público fiel”, explica Sáez, que cuenta con la participación del realizador bilbaíno y Santiago Segura en Noin, un falso documental filmado en Sitges, hecho exclusivamente para España. “Queremos captar el público de las comiquerías. Circular por ahí y los festivales del género y La Nave de los sueños, Crepusculum o el Malba.” Hernán Moyano insiste en esa búsqueda de medios alternativos en los que difundir el trabajo de Mondo Trasho, “porque muchos se enteran de nuestro laburo por el boca a boca”.
El terror y el fantástico argentino circula. Es escurridizo, hay que seguir el rastro en galerías de Corrientes o videoclubs especializados. En Mondo Macabro, con el alquiler de una película se entrega sin cargo un corto de Diego de la Vega. Codirector de Jennifer’s Shadow, protagonizada por Faye Dunaway y filmada por encargo en Buenos Aires, De la Vega da batalla hace tiempo. Por este film, el realizador tuvo que abandonar por un rato su largo El martillo. “Nos preguntan para qué hacer una argentina, si en Hollywood se puede hacer mejor. Pero lo filmado acá tiene color local. Quiero encontrar ese estilo, y para eso hacemos este film sobre el loco del martillo”, un asesino serial que en los ‘60 atacaba en Liniers y Mataderos. Para Fabián Forte, director de Mala carne, ese tinte local existe, “de hecho mi disparador fue la gente que faenaba a las vacas”, comenta. Hernán Moyano cree que el trasfondo social está presente. De Caro dice que es porque todos los films son signo de su tiempo. “Esta es una ciudad sin filmar. Yo miro las fábricas del cinturón ecológico y pienso ‘si Carpenter viniera no se va más’, y no lo podemos ver porque no nos enseñan a mirar la ciudad de esa manera”, señala De Caro.
Como sea, este cine gana terreno. ¿Se puede hablar de un movimiento? “En estos años se hicieron más películas de terror que en los últimos 50 años de cinematografía argentina. Pero hay un germen de un movimiento. Se verá si el fenómeno avanza. Falta un catalizador, como pasó en España con Alexde la Iglesia”, explica Pablo Sapere. Hernán Moyano cuenta que están armando un frente común para “entrar en patota”. De Caro lo respalda: “Queremos convertir esto en un regadero de tripas, tiros, diablos, vampiros y gente desnuda. Lo nuestro es tomarnos la vida como algo épico, y el cine como un lugar donde lo interesante es que ocurre lo que no pasa en la vida”. Todo está por verse. ¿Continuará?

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“Run run bunny”, uno de los títulos del “Buenos Aires Rojo Sangre”.
 
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